martes, 19 de julio de 2011

COALICIONES Y ALIANZAS

JORGE ALCOCER VILLANUEVA

Las coaliciones electorales entre partidos políticos son consustanciales a los sistemas democráticos en los que existe una configuración de tipo multipartidista, lo que se acentúa en presencia de mecanismos de segunda vuelta. No es así cuando el sistema es bipartidista, como persiste en Estados Unidos o así era hasta hace poco en Gran Bretaña, casos en los que de manera automática se genera mayoría absoluta para uno de los dos partidos en contienda.
Si el sistema es bipartidista, o pluripartidista y el electorado entrega mayoría absoluta para un partido, el gobierno que surge de las urnas es, casi siempre, monocolor. Cuando en el segundo caso el voto se divide, lo que se producirá es una alianza postelectoral que permita al partido de mayor votación formar gobierno, situación inevitable en regímenes parlamentarios, pero que también llega a ocurrir en sistemas presidenciales.
Las coaliciones electorales son la antesala para las alianzas de gobierno, que por lo general incluyen la presencia de representantes de los partidos minoritarios en el gabinete o en cargos públicos de importancia. Los ejemplos son múltiples, en todas las latitudes del mundo democrático, en donde nadie se rasga las vestiduras por ver gobiernos de coalición.
En España, los partidos regionales, con presencia en las regiones autonómicas, como en Cataluña lo es Convergencia y Unión (CIU) llegan a ser el fiel de la balanza para formar mayoría en el Parlamento, sea con el Partido Popular (PP) o con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). En Alemania, la experiencia de alianzas incluye gobiernos formados por los dos partidos de mayor peso electoral (PSD y CDU) así como varios gobiernos nacionales en que partidos regionales, o el Partido Verde, han sido decisivos para formarlos y mantenerlos en funciones. Francia es otro caso de alianzas, no sólo entre partidos de izquierda, sino incluso entre los socialistas y el centro-derecha para frenar el avance de la ultraderecha. En casi todos esos casos, los partidos minoritarios que participan en la alianza de gobierno reciben cargos de alto nivel.
En el caso de México las alianzas electorales, bajo la hoy inexistente modalidad -a nivel federal- del "candidato común", fueron practicadas por el PRI (con PPS y PARM) desde finales de los años cincuenta y hasta 1982. Como se recordará, el cisma en el PRI y el realineamiento de la izquierda dio lugar a la creación del FDN en 1988 y después a un nuevo cuadro de coaliciones electorales, caracterizado por la búsqueda de alianzas desde los partidos de mayor peso electoral hacia las formaciones minoritarias. El PAN lo hizo con el PVEM en las elecciones de 2000, el PRI con el PVEM desde el año 2003 hasta la fecha. El PRD se convirtió en el vértice de las alianzas en la izquierda (PT y Convergencia) aunque son varios los casos locales en que esos dos últimos partidos van con el PRI, o sin el PRD, dándole esquinazo.
Las alianzas electorales entre el PAN y el PRD tienen antecedentes ya distantes (Durango, Coahuila); a partir de 2000 se presentan las del tipo "todos unidos contra el PRI" (Chiapas, Nayarit, Oaxaca). El año pasado las coaliciones entre esos dos partidos resultaron exitosas en Oaxaca, Sinaloa y Puebla; en el último caso con el abierto apoyo del Panal.
El problema que sigue sin solución es que en México las coaliciones entre partidos son de naturaleza y alcance temporal estrictamente electoral, terminan "automáticamente", por mandato de ley, al concluir el respectivo proceso. Por esta anacrónica disposición legal, las coaliciones no se traducen en alianzas legislativas estables, ni tampoco de gobierno. En cualquier otro país, los partidos aliados forman un mismo bloque parlamentario, sea para integrar gobierno o para fortalecer su papel opositor. Entre nosotros, terminada la elección, "cada quien para su santo".
Por esa norma legal, lo que se ha producido son acuerdos casi secretos, en los que el apoyo electoral se paga con cargos públicos, que luego dan lugar a reclamos. Las alianzas entre partidos no son motivo para escándalo, a condición de que los ciudadanos y la sociedad sepan de qué se trata y a qué se compromete cada parte.
Hacer de las coaliciones electorales la antesala para alianzas de gobierno evitará reclamos y episodios bochornosos, como los que hemos estado viendo.

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