JULIO JUÁREZ GÁMIZ
De acuerdo con la siempre mesurada prensa nacional, lo sucedido en las elecciones a gobernador del pasado domingo en el estado de México, Coahuila y Nayarit puede cabecearse de la siguiente manera: el PRI barrió, arrasó, apabulló, humilló y dominó a sus contrincantes. Un saldo, en consecuencia, que da por muerto todo suspenso asociado con la elección presidencial del año próximo.
El afán prospectivo, para nombrar pomposamente a nuestra ancestral costumbre por adivinar el futuro, promueve toda suerte de atrevidas correlaciones entre lo sucedido en estos tres estados el pasado 3 de julio, incluyendo las elecciones municipales en Hidalgo, y el resultado de la elección presidencial que, ya lo firma ante notario el tarot político, será favorable al PRI. No solo sabemos el nombre del partido ganador sino que, además, el candidato victorioso ya tiene rostro y apellido. Pero volteemos un poco hacia el pasado para contextualizar senda cábala periodística.
Hace exactamente seis años no había medio de comunicación que no viera en Andrés Manuel López Obrador un claro favorito a triunfar en los comicios de 2006. Tras librar exitosamente, es decir mediáticamente, el montaje foxista del desafuero, las preferencias electorales dentro y fuera del Distrito Federal daban una clara ventaja a López Obrador. Hasta 10 puntos porcentuales de diferencia llegó a tener frente a sus adversarios.
Pronto vimos que no es lo mismo jugar a la defensiva que a la ofensiva. Pocos dudarían en afirmar que el mayor activo político de Andrés Manuel es jugar a la defensiva. Se atrinchera con astucia, espera el primer golpe de su adversario y contraataca con gran velocidad, rara vez perdona. El capital político acumulado a lo largo de la jefatura de gobierno y luego dentro de ese limbo judicial al ser desaforado provino de la resistencia. El fortalecimiento de su imagen como enemigo de un sistema de privilegios y corrupción política encontró eco con lo sucedido a lo largo de 2005.
El famoso Tsuru blanco tripulado por Nico su chofer, se convirtió en la metáfora de quienes decidieron votar por él. Sencillo, económico, austero pero batallador. Alguien en quien confiar. El 5 de julio de 2005 Cuauhtémoc Cárdenas declaraba no buscar la candidatura de su partido dejando que ‘las izquierdas’ se alinearan en torno al candidato mejor posicionado de su historia. Todo esto tras la derrota del PRD y su candidata Yeidckol Polensvky a gobernar el estado de México días antes. A pesar de ello, las preferencias electorales por Obrador se mantenían intocables, en todo caso a la alza. Pero cuando le tocó asumir el rol de favorito, la iniciativa se agotó. Ofendido por la ‘guerra sucia’ de sus oponentes terminó por titubear en las respuestas y se bajó del ring en un momento clave, el segundo debate televisivo.
En el PRI las cosas iban de mal en peor con un grupo de aspirantes unidos en contra del presidente del partido, Roberto Madrazo, obstinado éste último en oficializar su propia candidatura desde la dirigencia nacional. Todavía en esas mismas fechas Elba Esther Gordillo aceptaba a regañadientes una nueva promesa de Madrazo para heredarle la presidencia el martes 12 de julio de 2005.
Un conflicto de intereses que el Revolucionario Institucional no logró resolver. La imposición madracista dinamitó la cohesión de los priistas y el rompimiento con la líder magisterial se formalizó a finales de agosto de 2005 cuando, días antes de la reunión de Consejo Nacional, la maestra Gordillo anticipaba los esfuerzos por evitar su llegada a dirigir al PRI rompiendo lanzas con quien ahora llama el candidato X. Pocos meses después la maestra encontraría con quien negociar el peso electoral del SNTE. Hoy, por cierto, queda aclarado por su propia persona las condiciones del acuerdo político entre ella y el aun entonces candidato panista Felipe Calderón. Un quid pro quo de librito de texto gratuito.
Por su parte, el partido en el gobierno hacía sus cortes de caja frente a la sucesión. Los siete fantásticos de hoy eran realmente tres. Felipe Calderón, que llevaba más de un año fuera del gabinete foxista. El exgobernador jalisciense Alberto Cárdenas que en junio de 2005 había renunciado a la Semarnat para buscar la nominación de su partido. El tercero era el favorito de Los Pinos, Santiago Creel Miranda, quien dejaba la Secretaría de Gobernación el primero de junio del mismo año. La derrota de Creel en la elección interna panista sorprendió a varios, incluyendo a Obrador y al propio Calderón.
De hecho, fueron malas noticias para el cuarto de guerra perredista pues Creel, a pesar de contar con mayor reconocimiento que Calderón entre el electorado, era también más vulnerable a los ataques de la izquierda. Su papel en el desafuero como Secretario de Gobernación y las generosos autorizaciones para operar casas de apuesta a Televisa abrían un flanco muy redituable para el discurso lopezobradorista. Calderón era un viejo conocido aunque el equipo de campaña de Obrador tardó meses para detectar puntos flacos en su historial. Para ese entonces el ‘peligro para México’ ya tenía voz y rostro, la campaña llegaba a su fin. La de 2012, hay que subrayarlo, todavía no empieza.
Atento aviso a mis lectores: Por viajes de trabajo dejaré vacante esta columna las próximas dos entregas. No leemos el jueves 28 de julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario