RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
El Capítulo XLIII de Don Quijote de la Mancha se titula "De los consejos segundos que dio Don Quijote a Sancho Panza", antes de que fuera a gobernar la Ínsula Barataria. Allí se lee: "...y teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere; cuanto más, que el que tiene padre alcalde... Y, siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde, ¡llegaos, que la dejan ver!". ¿Cómo evitar que con el arraigo la autoridad haga lo que quiera? Hace dos años, en febrero de 2009 y con posterioridad a la reforma de 2008 que lo conserva junto con la presunción de inocencia, ¡oh, contradicción e ironía!, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU le pidió al gobierno de México retirar de su sistema legal el arraigo. No obstante sigue allí en todo su esplendor y al margen de la reiterada solicitud que al respecto ha hecho la Alta Comisionada para los Derechos Humanos en México, Navi Pillay. La pregunta es por qué el gobierno del Presidente Calderón, verdadero promotor de aquella reforma de 2008, lo conserva. La respuesta es que sin duda por razones de conveniencia práctica. Podrá uno estar de acuerdo o no con éste criterio aunque lo indiscutible es que con el mismo, incluida la reforma arbitraria que cito, se viola la Constitución. En efecto, el párrafo segundo del artículo 14 de la Carta Magna prescribe que: "Nadie podrá ser privado de la libertad sino mediante juicio seguido ante los tribunales..." ¿Qué pasa entonces?"¡Llegaos, que la dejan ver!". "¡Mátenlos, después verigüen!", dice Martín Luis Guzmán que decía Pancho Villa. El hecho es que atenta contra todos los principios de la Justicia y del Derecho privar primero de la libertad para después averiguar.
Ahora bien, causa asombro, por decir lo menos, que la preocupación del gobierno federal a través de la Procuraduría General de la República sea la de crear una infraestructura adecuada para implementar el arraigo. Sorprende saber que en 2010 a sólo 28% de los arraigados se les incoó un proceso, y al 72 % restante se los puso en libertad por falta de méritos. No fueron responsables de la comisión de delito alguno, pero se los privó de su libertad. ¿Y el párrafo segundo del artículo 14 constitucional? Bien, gracias. Cuando Calderón llegó al poder ya existía el arraigo en la Constitución, pero en la reforma constitucional de 2008 en materia de justicia penal y seguridad pública, que tanto defienden y exaltan Calderón y el gobierno, en vez de eliminarlo lo confirmaron y con dedicatoria a la delincuencia organizada, o sea, manifestando expresamente que ésta no goza en la etapa de la averiguación -antes de que se demuestre la responsabilidad- de ninguna garantía. Y tan no la goza que en el texto supremo reformado-deformado aparece lo siguiente: "...siempre que sea necesario (el arraigo) para el éxito de la investigación, la protección de personas o bienes jurídicos, o cuando exista riesgo fundado de que el inculpado se substraiga a la acción de la justicia". De tal suerte que predomina lo fáctico no importa que contrario a Derecho y al párrafo segundo del artículo 14 de la Carta Magna. La realidad es que el Ministerio Público Federal ha obtenido 120 mil arraigos en el transcurso de lo que lleva gobernando el Presidente de la República, es decir, que ese número de personas han sido privadas de su libertad de manera anticonstitucional, violatoria de garantías y derechos humanos, contrariándose el espíritu primigenio de la Ley Suprema. Queda aparte, como una vergüenza para la procuración de justicia en México y también para su impartición -¿qué ha resuelto o determinado la Suprema Corte de Justicia sobre el particular, ya que abundan los amparos que se han interpuesto contra el arraigo?- el hacinamiento dantesco de los arraigados, según propia información de la Procuraduría: en un inmueble con capacidad para alojar 120 personas ingresan diariamente entre 165 y 170. Pero... se va a construir un nuevo edificio con un costo de 111 millones de pesos. Es inexplicable o explicable desde un punto de vista político, de mala y demagógica política que únicamente se fija en las apariencias, en el aspecto exterior de las cosas. Conviene el arraigo, da pingües resultados. Teniendo el mando y el palo parece que todo se vale. ¡Arráiguenlos, después "verigüen"!
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