GENARO DAVID GÓNGORA PIMENTEL
La sección de ciencia del New York Times publicó el día 5 de julio, un artículo interesante en donde se hace una explicación de la estrecha relación que existe entre la justicia y la sobrevivencia del hombre.
Diversos estudios advierten que el homo sapiens tiene una aversión natural por las jerarquías extremas. Será tal vez un legado de la prehistoria nómada que demanda justicia, cohesión básica, colaboración, reciprocidad, empatía y voluntad de trabajar cooperativamente.
El especialista en Antropología Evolutiva, Michael Tomasello, señala que tras la aparición y el desarrollo de la agricultura, el hombre encontró una forma de sobrevivencia que le permitía dejar de ser errante. Así es como adquirió una vida sedentaria, desarrollando nuevas formas de organización social y con ello el advenimiento de algunos señores feudales y reyes que en todo momento buscaron dominar. Pero los teóricos de la evolución no dejan de sostener que nuestras inclinaciones básicas siguen siendo las de premiar la igualdad o lo igualitario.
Los estudios han encontrado que la sed de justicia es muy fuerte. El Doctor Ernst Fehr de la Universidad de Zurich y su grupo de colegas informaron a la revista Nature —conocida revista de ciencia y medicina— que los niños a la edad de 6 ó 7 años, son celosos de la división equitativa, los niños a esa edad premian grandemente que la división de sus cosas sea de manera igual entre ellos, castigando a aquellos que tratan de tomar más de la proporción de golosinas que les corresponde.
El Doctor Fehr y sus colegas dieron seguimiento a su investigación, ahora con niños mayores y adolescentes según el resultado que aún no es publicado oficialmente, pero que ya es comentado; que esos niños y adolescentes, poseían una comprensión matizada de la justicia y un reconocimiento de que cierto grado de desigualdad puede tener sentido, es así que tiene lógica aceptar que el chico que estudia todas las noches se merezca una mejor calificación que aquel que no dedica tiempo a sus estudios.
Por otra parte investigadores del Instituto Karolinska de Estocolmo, han indicado: "Que el acto de tratar a las personas de manera justa y la aplicación de la justicia en la sociedad tiene raíces evolutivas". “Lo que aumenta nuestra supervivencia".
Pero ¿dónde ha quedado nuestro impulso de justicia y sobrevivencia? En un ejercicio de simple observación, bastaría con echar un vistazo al mundo actual para poder percibir una gran prosperidad, contamos con conocimientos, recursos y tecnologías que épocas atrás no los hubiésemos siquiera imaginado, lamentablemente también nos percataríamos que este mundo contemporáneo esta caracterizado por muchas desigualdades, carencias y privaciones lacerantes.
El desarrollo económico y el progreso tecnológico han distinguido nuestro mundo globalizado y lo han sellado con la injusticia, destinando a millones de personas a vivir bajo la desigualdad, la exclusión y la marginación.
El Premio Nobel de Economía Amartya Sen, expresó: “El mundo en el que vivimos es al mismo tiempo notablemente cómodo y absolutamente pobre (…) La contemporánea presencia de la opulencia y agonía en el mundo que habitamos hace difícil evitar interrogantes fundamentales sobre la aceptabilidad ética de la organización social predominante y sobre nuestros valores, su relevancia y su alcance”.
El filósofo estadounidense John Rawls, sostiene la justicia como equidad, Rawls propone entre otras cosas que las desigualdades económicas y sociales llevan a que una parte de la sociedad domine al resto; también postula que las desigualdades políticas y económicas están ligadas a desigualdades de estatus social que hacen que los que menos tienen sean considerados como inferiores.
Contrario a lo que los especialistas señalan, hemos demostrado que perdimos el deseo innato por lo justo y por lo igualitario. Pareciera que entre más se desarrolla más se agudizan las desigualdades y las injusticias.
Si científicamente la justicia está estrechamente ligada con la sobrevivencia de la humanidad, tendríamos que detenernos, pensar en tono moral y repensar con seriedad ¿En dónde vamos acabar?
“La sed de justicia es mucha y nadie da de beber”
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