jueves, 28 de julio de 2011

LA RESPONSABILIDAD DE LA CIRT

JOSÉ WOLDENBERG

1. Creo que existe un consenso sobre el papel central que juegan la radio y la televisión en la forja del espacio público. La forma de jerarquizar, modelar, filtrar las noticias tiene un impacto sobresaliente en la apreciación de muchos de nuestros problemas y sus eventuales soluciones. Y en materia de contiendas democráticas, si las diversas campañas son cubiertas de manera profesional, objetiva y equilibrada, mucho se contribuye a la convivencia de la pluralidad. Por el contrario, si su seguimiento es faccioso, parcial, escandaloso, se tiende a deteriorar el clima de la competencia.
2. Durante décadas, los grandes medios de comunicación vivieron subordinados, como otras instituciones y actores, a la voluntad de distintos presidentes. Y sus grados de libertad fueron estrechos.
3. Por fortuna, el avance del pluralismo, el cambio democratizador, el equilibrio entre diversas fuerzas políticas modificó aquella situación. Los medios fueron beneficiarios del tránsito democrático y al mismo tiempo contribuyeron a su desarrollo. Se convirtieron en factor de cambio al asimilar y reproducir la pluralidad de opciones que coexisten en México y también en usufructuarios de las nuevas realidades políticas. Sus márgenes de libertad -en buena hora- se ampliaron. Fue una espiral virtuosa y constructiva. Todos ganamos con ella.
4. No obstante, la reforma de 2007, que prohibió a los partidos comprar espacio en radio y televisión (la taxativa a otros -como es del conocimiento público- ya existía), desató en no pocos concesionarios una resistencia que es fácil de documentar. Fue una reforma que paradójicamente recogía un clamor, reproducido en los propios medios, que llamaba a frenar el encarecimiento de las campañas y la transferencia de recursos públicos hacia las radiodifusoras y televisoras. Se llegó a decir incluso que el nuevo modelo resultaba inviable. Y sin embargo, en las elecciones de 2009 funcionó. Hoy el IFE y la CIRT se congratulan, y con razón, de que los concesionarios lograron un cumplimiento superior al 97 por ciento.
5. Pese a ese éxito, la CIRT ha mantenido una línea de confrontación que poco ayuda a la construcción de la certidumbre que debe presidir a los procesos electorales. El último episodio es un ejemplo elocuente. El Consejo General del IFE aprobó modificaciones al Reglamento de Radio y Televisión con la legítima y comprensible intención de acortar los plazos entre la entrega de los materiales a las estaciones de radio y televisión y su transmisión. Ese mismo día la CIRT publicó un desplegado cuyo título era: "Reglamento de Radio y TV que hoy pretende aprobar IFE pone en riesgo elección presidencial" y que concluía con la siguiente pregunta: "¿Acaso el IFE está planeando se anulen las elecciones del 2012 por los incumplimientos masivos que tendrá la radio y la TV?". ¿Tiene algún sentido productivo el tono apocalíptico de ese texto? ¿No resulta natural el deseo del IFE de hacer más eficientes las campañas y que los afiliados a la CIRT deberían acompañar esa intención? Máxime que cuentan con una vía institucional para impugnar esa disposición y han decidido explotarla. Han recurrido al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y vale la pena esperar su resolución sin desplantes agitados.
Ojalá los conductos de comunicación entre el IFE y la CIRT se fortalezcan, que las consultas se vuelvan parte de una rutina, que sus opiniones y necesidades puedan ser valoradas. Eso a todos conviene. Pero para ello sería conveniente que la CIRT no deslizara fórmulas insidiosas tratando de erosionar a la autoridad. En una réplica a mi artículo "Televisoras y elecciones" me dice: "Woldenberg parece no estar al tanto de las decisiones que ha tomado el otrora IFE ciudadano". Creo estar al tanto, pero el IFE es desde su creación y hasta la fecha una institución del Estado, un organismo público autónomo, dotado de personalidad jurídica y patrimonio propio. Y eso lo debería saber y asimilar la Cámara.
6. En ese mismo artículo terminaba haciendo una pregunta: "¿No habrá llegado la hora de que los dueños de las televisoras nos digan si van a cooperar para que el proceso electoral transcurra de buena manera?". Y hoy la reitero.
No se trata solamente de que repitan en forma protocolar el compromiso con la democracia y la ley, que en sí mismo tiene valor, sino de asumir también las normas que puedan estar limitando intereses particulares en aras de un interés superior y de acatar las disposiciones que la autoridad fije. Vuelvo al inicio: los medios tienen una centralidad mayúscula en nuestra vida pública; son las arterias a través de las cuales circula la información, el debate, los prejuicios, las ocurrencias; de su comportamiento depende, en buena medida, la calidad de nuestra convivencia. Por ello su responsabilidad es superior e intransferible. Y deben asumir que sus intereses tienen que anudarse virtuosamente con los del resto de la sociedad, porque no son el único actor en el escenario.

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