miércoles, 27 de julio de 2011

ENSEÑANZAS DE UN ESCÁNDALO

OLGA PELLICER

El escándalo desatado en Gran Bretaña, al darse a conocer que periodistas pertenecientes al gran imperio de comunicaciones encabezado por el magnate australiano Rupert Murdoch llevaban a cabo acciones muy condenables –como escuchas telefónicas o sobornos a la policía– para obtener información, ha tenido repercusiones enormes. Han salido a la luz algunos de los aspectos más deleznables del periodismo, la política y los negocios. Se han abierto investigaciones de ambos lados del Atlántico para determinar la responsabilidad en que pueden haber incurrido los diversos medios de comunicación pertenecientes a News Corporation, el poderoso conglomerado que incluye desde tabloides como el Sun de Londres hasta el respetable Wall Street Journal de Nueva York y la conocida cadena de noticias Fox.
El escándalo ya provocó el cierre de News of the World, un semanario dominical londinense que tenía 168 años de vida. El semanario estaba destinado, principalmente, al entretenimiento de la clase obrera mediante reportajes sobre personalidades de la realeza o el mundo del espectáculo, con interés especial en detalles de su vida sexual. Para sus propietarios, lo atractivo eran las ganancias que producía, ya que su tiraje se situaba entre dos y cinco millones de ejemplares.
A primera vista, parecería que este escándalo es un motivo más para desconfiar de periodistas y políticos, un dato adicional para alimentar el escepticismo que muchos experimentan ante todo lo relacionado con la vida pública. Sin embargo visto con más cuidado, este episodio contiene enseñanzas provechosas que pueden ayudar a fortalecer la vida democrática, uno de cuyos pilares es el ejercicio del periodismo plural y responsable. El sistema político británico puede salir fortalecido de este asunto, provisto de virtudes que bien vale la pena destacar.
En primer lugar, hay que festejar la mejor tradición de la prensa británica expresada en el excelente trabajo llevado a cabo por el periódico The Guardian. El diario londinense ha hecho honor a su nombre: ha sido el guardián de la moral pública y el periodismo de investigación serio y responsable. Con gran tenacidad, investigó, confirmó y denunció las acciones llevadas a cabo por los periodistas de News of the World. Sistemáticamente publicó información sobre el espionaje telefónico que llevaban a cabo, lo que, finalmente, le permitió poner en evidencia las prácticas corruptas y las ambiciones que inspiraban al mayor grupo de comunicación en el mundo.
En segundo lugar, cabe destacar la actitud responsable de los líderes de los partidos políticos de Gran Bretaña, al haber tomado una posición común en el Parlamento para solicitar que el Comité encargado de cultura y medios de comunicación lleve a cabo una investigación exhaustiva de los hechos. De entrada, el asunto perjudica más al Primer Ministro, quien durante su campaña, contrató como su jefe de comunicaciones a un experiodista de News of the World. No obstante, su partido, el partido conservador, no vaciló en unirse a los otros partidos para lograr unanimidad.
En tercer lugar, es significativa la renuncia de los dos altos mandos de Scotland Yard. La carta de renuncia del director, sir Paul Stephenson, es un interesante documento político que refleja, de una parte, la voluntad de exaltar el prestigio de la institución que presidía; de la otra, la convicción de que su salida es indispensable para contribuir al esclarecimiento de los hechos y colocar en mejor posición a Scotland Yard para las tareas que tiene hacia el futuro, en particular mantener el orden durante los juegos olímpicos del próximo año.
Finalmente, cabe señalar la detención rápida de personalidades más directamente vinculadas a las acciones ilegales de News of the World. Al momento de escribir este artículo ya habían sido arrestadas 10 personas. El caso más llamativo es el de la exdirectora editorial del semanario, Rebekah Brooks, por su conocida cercanía con Murdoch y por el reconocimiento que otrora le otorgaban las personalidades más conocidas del mundo empresarial y político.
Lo anterior es significativo para un último punto que quería tratar: la decisión que se advierte ahora para actuar, aun cuando al hacerlo se pongan en peligro las relaciones con las personalidades más poderosas del mundo de las comunicaciones. Uno de los temas que mayormente viene inquietando a académicos y analistas políticos es el peso de los medios de comunicación en el funcionamiento de los sistemas políticos. La necesidad de estar en buenos términos con algunos de ellos, en particular los que pueden manejar el arma del chantaje o los que tienen un peso desmedido sobre la opinión pública, lleva frecuentemente a convertirlos en los hacedores de líderes y de políticas. Los tomadores de decisión no se atreven a enfrentarlos. Así, el miedo a la prensa o la televisión ha condicionado en mucho el comportamiento de numerosos líderes.
De ninguna manera creo que los medios de comunicación se van a debilitar dentro de la vida política británica por el escándalo que se está viviendo. Han sido y seguirán siendo uno de los elementos más vitales de la vida democrática en ese país. Lo que sí va a cambiar –ojalá de forma significativa– es la impunidad de quienes venían utilizando técnicas condenables, el contubernio con la policía, el miedo de los políticos a sus amenazas.
Sería un error pensar que el derrumbe del imperio de Murdoch sólo se refiere a Gran Bretaña y a Estados Unidos. Sus repercusiones se sienten a través del mundo y sus enseñanzas son útiles para orientar la acción de todos aquellos a quienes preocupa encontrar el equilibrio entre los medios de comunicación y la independencia de los partidos políticos, la libertad de prensa y el respeto a los derechos humanos, la información necesaria y la privacidad. Hay mucho que hacer en México para encontrar ese equilibrio.

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