Resulta inexplicable que cualquier ciudadano enfermo tenga que enfrentarse a los comerciantes de medicinas que lucran sin control legal alguno y sin el menor pudor con las dolencias de los mexicanos.
Creo que una buena parte del gasto del Seguro Social y de otras instituciones públicas y privadas de salud, está orientado a la curación de males gástricos, cuyo origen debe encontrarse, en el porcentaje que se desee, en la ingesta de productos tóxicos, saturados de diferentes parásitos, virus y cualquier número de familias de bacterias.
¿Que habrá aprendido el secretario de Salud de esta temeraria amenaza de influenza porcina que pudo tener un desenlace catastrófico? De toda experiencia se debe extraer un conocimiento, ¿cuál habrá adquirido el secretario de Salud..? Creo que es prematuro hacer un balance de su actuación para combatir la “epidemia”, pero en principio existe una opinión general de aprobación en torno a su manejo de la presente crisis sanitaria que va en etapa decreciente. La primera enseñanza que tal vez yo extraería, es la ausencia de los instrumentos para la detección oportuna del problema, así como los de captura de datos confiables a nivel nacional tan pronto se empezó a presentar este devastador fenómeno. Cuando se dio la primera cifra de muertos y se tomaron las decisiones drásticas que el caso ameritaba, se descubrió posteriormente que muchos de los lamentablemente fallecidos no habían perdido la vida como consecuencia de esta espantosa enfermedad. La cifra de muertos “demostrados” fue disminuyendo hasta llegar a la cantidad que todos conocemos al día de hoy. El tiempo dirá si la decisión se tomó o no midiendo correctamente las dimensiones de la peste...
Lo que sí quedó evidenciado es la pasión y el celo que mostró el secretario en el combate a este flagelo que tanto ha costado y costará, sin duda, a la nación, en los diferentes terrenos de la economía.
Aprovechando esta energía combativa me permitiría sugerir dos rubros para defender la salud de los mexicanos con el mismo empeño demostrado en la presente crisis:
Resulta inexplicable que cualquier ciudadano enfermo tenga que enfrentarse a los comerciantes de medicinas que lucran sin control legal alguno y sin el menor pudor con las dolencias de los mexicanos. El caso se demuestra al adquirir una medicina que exhibe un precio máximo al público, mismo que se encuentra tachado con plumón negro para ocultar al consumidor la realidad. La cantidad máxima a pagar se encuentra, acto seguido, cubierta por tres o cuatro diferentes etiquetas con diversos incrementos de precios con los que enajenan finalmente los medicamentos violando la norma en perjuicio de los enfermos. Existe la evidencia de que el proceso de reetiquetación puede elevarse hasta 150% o más del precio máximo fijado por la autoridad. Dichos atentados en contra de los consumidores, implican también un atentado en contra de su salud si no se olvida la inicua capacidad adquisitiva del salario mínimo vigente en el país. Los enfermos, por ende, tienen que adquirir medicamentos pirata o apócrifos con las amenazas consecuentes para su salud. ¿Dónde está la Procuraduría del Consumidor? ¿Dónde está la Secretaría de Salud que establece un precio de venta máximo al público que no se respeta? Si la salud es prioridad, como sin duda lo es, valdría la pena someter al imperio de la ley a estos abusivos comerciantes que lucran con la salud de la nación. La eficiente gestión del secretario de Salud se vería reflejada, aún más, si iniciara una campaña de clausuras masivas de farmacias que ignoren los precios máximos al público. Recibiría otro aplauso masivo, ensordecedor y también muy justificado…
En estos días de alerta sanitaria, pude advertir que se seguían vendiendo productos alimenticios en plena vía pública, al aire libre, a pesar del fecalismo, además de otras partículas suspendidas, existentes en el DF. Dichos comerciantes ambulantes vendían sus productos, eso sí, con la cara cubierta por un tapaboca como una medida preventiva para evitar la contaminación de influenza. Bien, muy bien, sólo que dichos vendedores cobraban con las mismas manos sucias con que servían los alimentos expuestos a la intemperie. Creo que una buena parte del gasto del Seguro Social y de otras instituciones públicas y privadas de salud, está orientado a la curación de males gástricos, cuyo origen debe encontrarse, en el porcentaje que se desee, en la ingesta de productos tóxicos, saturados de diferentes parásitos, virus y cualquier número de familias de bacterias que se enajenan en la vía pública sin contar con los instrumentos de control higiénico más elemental para velar por la salud pública. El hedor mefítico que despiden dichos alimentos debe ser proporcional a los males intestinales que deben causar y al costo en que incurre el país para curar a los enfermos que consuman productos infectados. ¡La sorpresa que se llevaría el señor secretario de Salud si las brigadas de doctores que ahora se dedicaron a controlar la influenza, en un futuro cercano, tomaran muestras de las carnes que se enajenan en la vía pública y se llevaran a un laboratorio que demostrara los niveles de toxicidad con los que se envenena a diario a la gente!
Bien por la gestión del secretario de Salud en este combate a la influenza. Demostró que no hay un Estado fallido, bravo, bravísimo, y que se supo imponer el orden sanitario. Sigue ahora cuidar la salud de la ciudadanía al controlar los precios de los medicamentos, así como los venenos que se consumen en plena vía pública.
Creo que una buena parte del gasto del Seguro Social y de otras instituciones públicas y privadas de salud, está orientado a la curación de males gástricos, cuyo origen debe encontrarse, en el porcentaje que se desee, en la ingesta de productos tóxicos, saturados de diferentes parásitos, virus y cualquier número de familias de bacterias.
¿Que habrá aprendido el secretario de Salud de esta temeraria amenaza de influenza porcina que pudo tener un desenlace catastrófico? De toda experiencia se debe extraer un conocimiento, ¿cuál habrá adquirido el secretario de Salud..? Creo que es prematuro hacer un balance de su actuación para combatir la “epidemia”, pero en principio existe una opinión general de aprobación en torno a su manejo de la presente crisis sanitaria que va en etapa decreciente. La primera enseñanza que tal vez yo extraería, es la ausencia de los instrumentos para la detección oportuna del problema, así como los de captura de datos confiables a nivel nacional tan pronto se empezó a presentar este devastador fenómeno. Cuando se dio la primera cifra de muertos y se tomaron las decisiones drásticas que el caso ameritaba, se descubrió posteriormente que muchos de los lamentablemente fallecidos no habían perdido la vida como consecuencia de esta espantosa enfermedad. La cifra de muertos “demostrados” fue disminuyendo hasta llegar a la cantidad que todos conocemos al día de hoy. El tiempo dirá si la decisión se tomó o no midiendo correctamente las dimensiones de la peste...
Lo que sí quedó evidenciado es la pasión y el celo que mostró el secretario en el combate a este flagelo que tanto ha costado y costará, sin duda, a la nación, en los diferentes terrenos de la economía.
Aprovechando esta energía combativa me permitiría sugerir dos rubros para defender la salud de los mexicanos con el mismo empeño demostrado en la presente crisis:
Resulta inexplicable que cualquier ciudadano enfermo tenga que enfrentarse a los comerciantes de medicinas que lucran sin control legal alguno y sin el menor pudor con las dolencias de los mexicanos. El caso se demuestra al adquirir una medicina que exhibe un precio máximo al público, mismo que se encuentra tachado con plumón negro para ocultar al consumidor la realidad. La cantidad máxima a pagar se encuentra, acto seguido, cubierta por tres o cuatro diferentes etiquetas con diversos incrementos de precios con los que enajenan finalmente los medicamentos violando la norma en perjuicio de los enfermos. Existe la evidencia de que el proceso de reetiquetación puede elevarse hasta 150% o más del precio máximo fijado por la autoridad. Dichos atentados en contra de los consumidores, implican también un atentado en contra de su salud si no se olvida la inicua capacidad adquisitiva del salario mínimo vigente en el país. Los enfermos, por ende, tienen que adquirir medicamentos pirata o apócrifos con las amenazas consecuentes para su salud. ¿Dónde está la Procuraduría del Consumidor? ¿Dónde está la Secretaría de Salud que establece un precio de venta máximo al público que no se respeta? Si la salud es prioridad, como sin duda lo es, valdría la pena someter al imperio de la ley a estos abusivos comerciantes que lucran con la salud de la nación. La eficiente gestión del secretario de Salud se vería reflejada, aún más, si iniciara una campaña de clausuras masivas de farmacias que ignoren los precios máximos al público. Recibiría otro aplauso masivo, ensordecedor y también muy justificado…
En estos días de alerta sanitaria, pude advertir que se seguían vendiendo productos alimenticios en plena vía pública, al aire libre, a pesar del fecalismo, además de otras partículas suspendidas, existentes en el DF. Dichos comerciantes ambulantes vendían sus productos, eso sí, con la cara cubierta por un tapaboca como una medida preventiva para evitar la contaminación de influenza. Bien, muy bien, sólo que dichos vendedores cobraban con las mismas manos sucias con que servían los alimentos expuestos a la intemperie. Creo que una buena parte del gasto del Seguro Social y de otras instituciones públicas y privadas de salud, está orientado a la curación de males gástricos, cuyo origen debe encontrarse, en el porcentaje que se desee, en la ingesta de productos tóxicos, saturados de diferentes parásitos, virus y cualquier número de familias de bacterias que se enajenan en la vía pública sin contar con los instrumentos de control higiénico más elemental para velar por la salud pública. El hedor mefítico que despiden dichos alimentos debe ser proporcional a los males intestinales que deben causar y al costo en que incurre el país para curar a los enfermos que consuman productos infectados. ¡La sorpresa que se llevaría el señor secretario de Salud si las brigadas de doctores que ahora se dedicaron a controlar la influenza, en un futuro cercano, tomaran muestras de las carnes que se enajenan en la vía pública y se llevaran a un laboratorio que demostrara los niveles de toxicidad con los que se envenena a diario a la gente!
Bien por la gestión del secretario de Salud en este combate a la influenza. Demostró que no hay un Estado fallido, bravo, bravísimo, y que se supo imponer el orden sanitario. Sigue ahora cuidar la salud de la ciudadanía al controlar los precios de los medicamentos, así como los venenos que se consumen en plena vía pública.
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