Vivimos entre turbulencias. Ahora las pandemias que etimológicamente es expresión muy interesante, porque en su segunda parte tiene su origen en la palabra griega demos” que quiere decir pueblo. Pandemia, según el diccionario, es enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región. En otra versión del Diccionario de la Real Academia, “pan” significa un mal conocido. En resumen el pan como antecedente de la enfermedad epidémica que afecta al pueblo.
Habrá, a lo mejor, algún malpensado que reuniendo los dos significados podrá llegar a la conclusión de que el PAN es un mal conocido que ataca a todos los individuos de una localidad o región, México, por ejemplo.
Acepto que la traducción es perversa, pero al mismo tiempo cierta.
Nos va muy mal. Desempleo, inflación, enfermedades epidémicas, ruptura de nuestras sagradas costumbres sociales: adiós corbatas; uso abusivo del alcohol para la higiene manual; suspensión de actividades fundamentales; crisis irremediable en el turismo; ruptura no buscada con países hermanos de mala memoria y otras muchas cosas por el estilo, si dejamos a un lado nuestra pandemia antigua de la lucha antinarco; de la conversión del Ejército en una policía violenta pero incapaz de investigar; de la clara conciencia de que las policías son fuente de inmoralidades y otros etcéteras.
Reconozco que las medidas que han tomado las autoridades han sido adecuadas. Pongo en tela de juicio que hayamos sido parcos en la información a terceros; no justifico la ruptura de las comunicaciones aéreas con otros países por decisiones de sus dirigentes y me duele en el alma el fracaso económico de tantos negocios y de miles de trabajadores por los cierres forzosos de sus establecimientos.
A todo ello hay que agregar el momento político, con las elecciones intermedias a corto plazo, la carencia de liderazgo, salvo excepciones notables, en los candidatos. A cambio, la propaganda sostenida de gobernadores y senadores con ambiciones a mediano plazo, cuya imagen soportamos –si es que la soportamos, que no es mi caso– en cualquier noticiario nocturno de la tele. Y no hay mensajes con contenido social sino simples apariciones para que no olvidemos sus caras ni sus ademanes.
Y no quiero insistir en los problemas de los trabajadores, desprovistos de su derecho a manifestarse el primero de mayo, lo que para mí no fue una casualidad, ni en la actitud de las autoridades, particularmente laborales, con absoluto desprecio por la Constitución y la Ley Federal del Trabajo. En el caso del conflicto minero se ha llegado a extremos intolerables, provocados principalmente por la autoridad especializada.
En otros tiempos, el conjunto de los funcionarios de más alto nivel hacía pensar en un modo de gobernar compatible con el propósito de que las cosas fueran por el camino del desarrollo y de eso que llaman justicia social. Un hombre tan conservador como Manuel Ávila Camacho hizo posible el nacimiento de la Seguridad Social, en mi concepto la institución más importante del siglo XX, lamentablemente en notable decadencia. Hoy, los verdaderos discípulos de Gómez Morín, que tuvo una formación conservadora pero con evidentes perfiles sociales, brillan por su ausencia. El PRI arrastra su mala fama de tantos años y el PRD no ha podido crear un grupo unitario, desmembrando a la izquierda en el momento en que las condiciones políticas podían llevarlo a posiciones de ventaja. Los otros partidos, ni se entera uno de lo que quieren si no es que simplemente quieren los subsidios generosos que se les otorgan si cumplen con requisitos elementales de presencia.
Entre unas elecciones que no emocionan; medidas profilácticas en las que no acabamos de creer; prensa pesimista; relaciones exteriores en franca decadencia; poder evidente del narco y falta total de autoridad en la defensa de los intereses del país, el resultado es catastrófico.
Sin embargo, quiero ser optimista. México, lo que significa un pueblo sensible y capaz de grandes sacrificios para grandes resultados, aunque con gestos y dolores está en pie. Habrá que darle un empujoncito para que camine derecho y hacia delante. Es responsabilidad de todos nosotros.
Habrá, a lo mejor, algún malpensado que reuniendo los dos significados podrá llegar a la conclusión de que el PAN es un mal conocido que ataca a todos los individuos de una localidad o región, México, por ejemplo.
Acepto que la traducción es perversa, pero al mismo tiempo cierta.
Nos va muy mal. Desempleo, inflación, enfermedades epidémicas, ruptura de nuestras sagradas costumbres sociales: adiós corbatas; uso abusivo del alcohol para la higiene manual; suspensión de actividades fundamentales; crisis irremediable en el turismo; ruptura no buscada con países hermanos de mala memoria y otras muchas cosas por el estilo, si dejamos a un lado nuestra pandemia antigua de la lucha antinarco; de la conversión del Ejército en una policía violenta pero incapaz de investigar; de la clara conciencia de que las policías son fuente de inmoralidades y otros etcéteras.
Reconozco que las medidas que han tomado las autoridades han sido adecuadas. Pongo en tela de juicio que hayamos sido parcos en la información a terceros; no justifico la ruptura de las comunicaciones aéreas con otros países por decisiones de sus dirigentes y me duele en el alma el fracaso económico de tantos negocios y de miles de trabajadores por los cierres forzosos de sus establecimientos.
A todo ello hay que agregar el momento político, con las elecciones intermedias a corto plazo, la carencia de liderazgo, salvo excepciones notables, en los candidatos. A cambio, la propaganda sostenida de gobernadores y senadores con ambiciones a mediano plazo, cuya imagen soportamos –si es que la soportamos, que no es mi caso– en cualquier noticiario nocturno de la tele. Y no hay mensajes con contenido social sino simples apariciones para que no olvidemos sus caras ni sus ademanes.
Y no quiero insistir en los problemas de los trabajadores, desprovistos de su derecho a manifestarse el primero de mayo, lo que para mí no fue una casualidad, ni en la actitud de las autoridades, particularmente laborales, con absoluto desprecio por la Constitución y la Ley Federal del Trabajo. En el caso del conflicto minero se ha llegado a extremos intolerables, provocados principalmente por la autoridad especializada.
En otros tiempos, el conjunto de los funcionarios de más alto nivel hacía pensar en un modo de gobernar compatible con el propósito de que las cosas fueran por el camino del desarrollo y de eso que llaman justicia social. Un hombre tan conservador como Manuel Ávila Camacho hizo posible el nacimiento de la Seguridad Social, en mi concepto la institución más importante del siglo XX, lamentablemente en notable decadencia. Hoy, los verdaderos discípulos de Gómez Morín, que tuvo una formación conservadora pero con evidentes perfiles sociales, brillan por su ausencia. El PRI arrastra su mala fama de tantos años y el PRD no ha podido crear un grupo unitario, desmembrando a la izquierda en el momento en que las condiciones políticas podían llevarlo a posiciones de ventaja. Los otros partidos, ni se entera uno de lo que quieren si no es que simplemente quieren los subsidios generosos que se les otorgan si cumplen con requisitos elementales de presencia.
Entre unas elecciones que no emocionan; medidas profilácticas en las que no acabamos de creer; prensa pesimista; relaciones exteriores en franca decadencia; poder evidente del narco y falta total de autoridad en la defensa de los intereses del país, el resultado es catastrófico.
Sin embargo, quiero ser optimista. México, lo que significa un pueblo sensible y capaz de grandes sacrificios para grandes resultados, aunque con gestos y dolores está en pie. Habrá que darle un empujoncito para que camine derecho y hacia delante. Es responsabilidad de todos nosotros.
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