lunes, 4 de mayo de 2009

DEFINICIONES EN TIEMPOS DE CUARENTENA

CARLOS MONSIVAIS

Es frecuente redactar un artículo sin saber a dónde se quiere ir; es más inusual hacer un texto ignorando el punto de partida. Esta circularidad de las seguridades extraviadas es usual en estos días de asueto, cuando la información abunda en cierto sentido, pero es reiterativa y a momentos digna de la falta de confianza, algo no tan común y porque no es fácil hacerse digno de la falta de confianza, lo que antes era lo más sencillo. Dos imposibilidades a la hora de las estadísticas: inspirar confianza y garantizar la falta de confianza.
Se atraviesa por la fase 5 de una crisis de salud mundial, y por doquier se observan las medidas precautorias, los rostros de aflicción distendida de los altos funcionarios (una tregua de las preocupaciones urgentes), la confusión que desemboca en la pregunta cotidiana: “¿Me podrían decir qué está pasando?”. Todo tiende a la inmovilidad en el vértigo de las alteraciones sicológicas y todo conduce también a la autopsia de las declaraciones oficiales.
“Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes ya desmoronados,/ de la carrera de la edad cansados,/ por quien caduca ya su valentía”. Versos magníficos, ¿pero qué tienen que ver? En rigor, muy poco; en esta temporada lo que tiene que ver con algo es una excentricidad porque, repito lo ya sabido, la amenaza de la pandemia es muy real, las medidas a seguir son prudentes y ni los muros de la patria se han desmoronado por entero ni hay en la experiencia reciente muros fuertes. ¿Qué le vamos a hacer? La población es disciplinada pero el manejo de la información es feudal.
Veamos momentos del caos. “¿Por qué en México sigue muriendo gente y en el resto de los países no se ha confirmado ningún fallecimiento?”. Responde el secretario de Salud, José Ángel Córdova: “Porque aquí siguen llegando tarde”. Miguel Ángel Lezana, director general de Vigilancia Epidemiológica, contradice al presidente Calderón: “De los 152 casos de muertes sospechosas de haber sido causadas por el virus de la influenza sólo existe la confirmación plena de siete, ni siquiera de 20, como también se había asegurado oficialmente. Y el resto. El resto sólo huele a influenza”. Sospecha que de las 152 muertes anunciadas sólo sean atribuibles a la influenza 10 o 20, y justifica “toda esta alarma mundial” porque “era la única manera de actuar; si no lo hubiésemos hecho así, en vez de 30 muertes podríamos haber tenido 3 mil”.
Las cifras no están enfermas sino convalecientes. Córdova se enreda, exige una ortodoxia clínica inaugural para reconocer cada caso de lo que fue “influenza porcina” y hoy es “influenza tipo A”. Las cifras son asistidas y reposan con discreción para volver a la carga en busca de seres persuasibles. ¿Cuántos muertos? ¿De qué murieron los que en esta ocasión no son muertos sino fallecidos? Cunden en cada hogar las sensaciones de espera, y todo indica que la población habita el espacio de los puntos suspensivos… y mientras lo hace intuye que lo que viene es peor, y la espera multiplica la falta de oportunidades mientras la vida continúa en la zona habitacional de los puntos suspensivos… Se siguen las noticias como si fueran crucigramas al revés, no sé lo que digo, se asumen las precauciones con incredulidad y disciplina. ¿Qué se hace? Como en los juegos infantiles de antaño, lo que informa la mano lo repite la tras. Y luego la tras se pasa el día entero quejándose de la falta de información.
* * *
Lo pidió el Presidente: las familias deben aprovechar la oportunidad única, podrán verse frente a frente y no aglomeradas frente a la tv, enviada por el demonio para impedir la convivialidad. Tiene razón, es hora de discutir los problemas de la vida, una familia es un conjunto de normas, preceptos, sesiones fotográficas, reuniones en torno a bodas y nacimientos, viajes al hospital en ocasiones infaustas… Es todo eso pero no ha sido el ámbito de reflexión como de ejercicios de Semana Santa. Si no aprovechamos la terrible oportunidad de la epidemia, quién sabe cuánto tiempo tardará para que las familias se enfrenten con su destino.
* * *
Un gran riesgo de los asilados en casa es volverse “estatuas de sal”: desmoronarse al mirar hacia atrás o pensar retrospectivamente y querer recordar lo oído. Los diálogos son circulares: “No entendí lo que dijo el funcionario./ Es que le pusiste atención y es lo peor que se puede hacer./ Pero si no le pongo atención corro el riesgo de entenderlo./ Eso es lo que a él le molesta, que te fijes en lo que dice, que no es la función de los ciudadanos./ ¿Y él cómo sabe que me estoy fijando en lo que dice?/ ¿Y tú cómo puedes estar seguro de que no le entendiste?/ ¿Me estás acusando de calumniador?/ Te estoy acusando de extraer conclusiones en un momento en que eso no está a la orden del día./ ¿Y qué está a la orden del día?/ Ponerse a la disposición de las circunstancias”.
* * *
Los tiempos cambian porque los virus mutan. ¿Cuándo se habían visto tales maromas? Se acabaron los sitios fijos; por eso, por cuidadoso que sea el desciframiento de los mensajes oficiales, sólo debe creerse en las cifras al instante de oírlas; luego, hay que recordarlas con cariño porque ya estuvieron en nuestro miedo o en nuestro alivio, que para el caso es lo mismo. Una cifra que se interpreta de múltiples maneras es una cifra que vale la pena. Al día siguiente o a las cuantas horas otra cifra la desplaza y nadie debe ofenderse. Recuérdese la canción: “Que duró solamente lo que dura una cifra”. Y si eso le pasa a los datos duros, o no tanto, ¿qué se puede decir de las interpretaciones? La información fluye pero no por los caminos habituales, sino por los de inducciones y deducciones. Allí, en la especulación, se halla la verdad y si ésta cambia de persona a persona, de medio informativo a medio informativo, y de funcionario a funcionario, tanto mejor. Una verdad sedentaria es ya puro anacronismo.

No hay comentarios: