En un ambiente sórdido, enclaustrado y pastoso, transcurre la vida de unos personajes angustiados por su condición y su conciencia. Sus relaciones, de manera enfática las de pareja, se encuentran condenadas a las leyes de la implacable rueda de la fortuna que pasa del encandilamiento al agravio, de las ilusiones a las realidades opresivas. Son personajes con un aliento introspectivo muy poco común. Y José Revueltas, el más introspectivo de todos, como un dios, pinta un fresco de desamparo y derrota.Se trata de Los días terrenales, la novela publicada en 1949. El propio autor solicitó a los editores que la retiraran de circulación porque sus compañeros o ex compañeros de “causa” veían en ella una visión reaccionaria, existencialista, derrotista, pequeñoburguesa.1
Escribe Álvaro Ruiz Abreu: “La agresión de sus camaradas obligó a Revueltas a guardar silencio, no intentó publicar otro libro en los años siguientes”. Y casi dos décadas después, en 1968, cuando el escritor dio una entrevista a un diario venezolano, dijo: “Para aclarar mi posición escribí Los días terrenales y El cuadrante de la soledad. Como el ataque de los marxistas era muy violento, la reacción guardaba silencio, esperando que yo fuera a entregarme, puesto que me estaban considerando como suyo. Pero para mostrar que se confundían y evitar equívocos, retiré mis obras de la circulación. No abdiqué. El propósito que me hice fue el de estudiarme a mí mismo, lo cual me resultó muy bueno, porque me volví más antiestalinista y más antidogmático”.2
La novela es el gran fresco donde se aprecia el desencanto de José Revueltas no sólo con el Partido Comunista, no sólo con la política, sino con la frágil y viscosa condición humana. No es casual que el libro se inicie con un epígrafe de Jean Rostand: “… hay una cierta lógica, una línea que cada uno debe dar a su destino. Yo soporto solamente la desesperanza del espíritu…”.3
Reproduzco unas escenas para subrayar algunas claves (o eso creo):
1
Gregorio, el joven militante comunista, convive con los campesinos pobres de una región de Veracruz. Van a pescar, pero el producto íntegro de esa ardua labor será destinado “a los gastos de peregrinación al santuario de Catemaco y a la compra de ofrendas y exvotos con que los indios agradecerían sus milagros a la hermosa virgen del Carmen…”. No es el retrato de un pueblo capaz de hacerse cargo de su futuro, de tomar en sus manos el destino, sino un pueblo modelado por las supercherías religiosas y las tradiciones opresivas. Las relaciones entre hombres y mujeres son como un nudo difícil de desatar, pero están más que alejadas de un esquema idílico. Las mujeres aparecen “en silencio, sin respiración, sombras de sombras junto a cada uno de sus tristes y despóticos machos. Una imagen viva de negra, hermética, amorosa e inamorosa sumisión y voluptuoso sufrimiento”.Su líder, el tuerto Ventura, es la elocuente expresión —el representante fiel— del conglomerado de hombres y mujeres a los que dirige, “un pedazo tan vivo del pueblo: burlón, taimado, sensual, cruel, muy pegado a la tierra, muy existente, muy sólido…”. Es un líder justiciero. Dice: “Hemos de dividirnos entre todos todo lo que sale del río, porque el río pertenece a todos”. Pero al mismo tiempo es un “dios”, porque “todos lo amaban y todos estaban dispuestos a hundirse con él cuando desapareciera en el abismo”.Esas relaciones revisten para Gregorio, estudiante de la Academia de San Carlos, un tono trágico. Vive y convive con “seres a los que nunca les podrá comprender del todo”, desea fundir su destino con el de esos campesinos pobres, con esos compañeros de Partido que han constituido el Centro Rosa Luxemburgo para luchar por la emancipación de la mujer, en medio de sus penurias, pero no encuentra cómo trascender ese círculo asfixiante de relaciones autoritarias y carencias vitales. No es sólo ficción, sino testimonio. Revueltas trabajó en la organización de los campesinos de Acayucan, al sur de Veracruz: “Allí hice mis primeras experiencias de organizador revolucionario”.4
Revueltas, con triste ironía, hace decir a Jovita, una mujer joven: “Las jóvenes tenemos nuestro deber de Dios, que es casarnos, acostarnos con nuestros maridos, parir y criar a nuestros hijos. Las ancianitas ya no pueden hacer nada de eso; la única obligación que les queda es luchar por los derechos de la mujer en el Centro Rosa Luxemburgo”.Sarcasmo amargo el de Revueltas. Alejado por completo de las fórmulas que quieren ver en el pueblo el receptáculo de todas las virtudes.
2
Fidel es un dirigente del PC. Miembro de su Comité Central. Y es la encarnación de la rigidez, la intolerancia y la frialdad. Lee el informe que le manda Gregorio. El texto le parece “políticamente intolerable”, y por ello Revueltas descubre en él “ojos, escandalizados como los de algún clérigo presto a fulminar cualquier heterodoxia”, “el celo intolerante del devoto, sádico de ser preciso”, “ese placer de sentirse moralmente superior”. Para Fidel todas son “cuestiones de principio” y eso lo hace insensible a lo que lo rodea. Su fortaleza son “los principios” y fuera de ella no tiene brújulas suficientes para orientarse.Una cierta forma de vivir la política, de pensar el enfrentamiento entre clases, de trazar la línea partidista, es lo que lo vuelve un autómata. Utiliza fórmulas consagradas para descalificar a quienes no comparten sus puntos de vista: “Echarle agua al molino de la burguesía”, o de los trotskistas, o de los fascistas, o de los mencheviques, o cualquiera otra de las “desviaciones” de la línea correcta. “Es sórdido y por dentro vacío y helado”, piensa su pareja, Julia. Revueltas insiste: es “como un cura… un cura rojo”, pero sin embargo, “no se le puede dañar u odiar porque tal vez sea un hombre sincero, honrado y de un gran corazón; o peor aún: un hombre útil a la causa”. En esas dos caras es en donde reside la ambigüedad: un engrane que quizá sirva al cambio social, al mismo tiempo que se deshumaniza.La tensión entre Fidel y Julia es la del amor agotado, la de los celos retrospectivos, la de la solidaridad que se convierte en prisión. Y que estalla cuando su pequeña niña muere sin que Fidel sea capaz de distraer el dinero que tiene para enviar el periódico del Partido, para la cura de su propia hija. “Cuando la niña comenzó a enfermarse y él estuvo casi a punto de sufrir, casi a punto de ser algo más que una máquina, ella (pensó) lo volvería a amar”. Pero no sucedió.Y la muerte de esa pequeña de diez meses es la que sella el rompimiento de la pareja. Julia ni siquiera recibe respuesta cuando le pregunta a Fidel si piensa ir al entierro. Ahí en esa casa habitación que es al mismo tiempo una oficina clandestina del Partido, que es su hábitat amoroso y carcelario, que es su universo político y privado, llegará el obrero metalúrgico apodado Ciudad Juárez, que borracho y con un ramo amarillo de zempasúchitl, será capaz de demostrar la piedad, el cariño y la empatía que Fidel es incapaz de expresar.La frialdad, la distancia anímica es sinónimo de inhumanidad.
3
Bautista y Rosendo son dos militantes del Partido. Actúan en la clandestinidad. Su misión consiste en repartir propaganda. Bautista ve a Fidel “como el sacerdote de una pavorosa religión escalofriante”, y recuerda su encuentro en la “oficina ilegal” que al mismo tiempo es su casa. Compartieron “el apresurado olor a muerte que ya se desprendía de Bandera”, que había fallecido de hambre, pero cuando Bautista afirma que “el periódico podía esperar”, aludiendo a que ese dinero bien debería servir para el entierro de la niña, Fidel responde: “La que puede esperar es ella, porque está muerta”. A Bautista le recorre un escalofrío. La insensibilidad de Fidel lo confunde y petrifica.Pero para Rosendo esa misma escena representa un ejemplo. Se trata de un símbolo “del desinterés y el sacrificio con los que era necesario recorrer el áspero y tormentoso camino de la lucha revolucionaria”. “¿Qué debe importar la consunción y acabamiento de los propios hijos, si a cambio de ello se lucha por un mundo donde no exista el hambre, ni el dolor ni la muerte para ningún niño de la tierra?”.Bautista es un militante curtido, experimentado, y por ello cercano al desencanto. Rosendo se inicia en el activismo clandestino y todo lo fascina. Y es la propia clandestinidad la que deja su impronta en las relaciones entre ellos. La información, por seguridad, no puede circular con libertad. Saber el nombre de alguien, la ubicación de un local, la fecha de una cita puede resultar peligroso, y por ello conocer es un privilegio que se obtiene junto a la confianza.Cuando Bautista dice frente a otros de dónde viene y a quiénes vio, Fidel golpea con el puño el escritorio y lo reconviene: “Cuida tus palabras, camarada Bautista… ¡Estás desconspirando!”. Las relaciones son de camaradería, pero por necesidad están teñidas de duda, de precaución. Bautista piensa: “Proceder siempre como si se estuviera rodeado de provocadores. No sólo el delirio de persecución organizado como un sistema consciente y como una norma, sino la más infinita soledad del alma como régimen único de convivencia”.La clandestinidad puede ser heroica pero deja su sello. Las relaciones son de complicidad y reserva. Y la estructura jerárquica tiende a semejarse a la del ejército o la Iglesia. Los secretos son parte del lenguaje oficial y ello cohesiona y separa a las personas en una pirámide de rangos y grados.
4
La muerte es una presencia constante en Los días terrenales. Si la de Bandera devela la frialdad de Fidel, la del cacique Macario Mendoza, jefe de los Guardias Blancas, descubre la pasión oscura y recíproca de Gregorio y la prostituta Epifania. Ella lo había matado, “porque si no él te mata a ti”, le dice a Gregorio. El acto criminal puede ser comprendido en ese espacio de política primitiva y de pasiones elementales y fundamentales y bárbaras, pero Gregorio sabe que el Comité Central lo condenará como anarquista o peor aún, lo verá como un “asunto personal”, de faldas. “Y no por falta de honradez… sino porque simplemente no podían ver las cosas a través del complejo tejido de fórmulas en que estaban envueltos: no podían razonar sino dentro de una aritmética atroz que aplicaban a la vida”.Se imagina al “seminarista rojo” de Fidel pontificando: “Gravísimo error, el empeño por suplantar la lucha de masas por el atentado personal”. Puede ver su rostro endurecido, “la mirada fulgurante y ansiosa, el dedo pulgar erecto y tenso…”. Ante esa muerte, que no puede ser asimilada y comprendida por la dirección del Partido, Gregorio sabe que volverá a aparecer “una ordenada álgebra de sentimientos estratificados, dentro de un sistema frío, simple y espantoso”.La vida está cargada de pasión, pero el filtro que sirve al Comité Central para ordenarla resulta chato, previsible, geométrico, y por ello repugnante.
5
Hay en Revueltas una profunda visión pesimista de la condición humana. Incluso quienes se encuentran en el bando “bueno” parecen preferir el “bien abstracto” de servir a una causa, que el “bien concreto” del día a día. La relación de Fidel y Julia está marcada por los celos retrospectivos de él. La conoció en una fábrica en Jalapa, y sabía que Julia había tenido una relación previa con Santos Pérez, el líder “amarillo” del sindicato que también es asesinado (de nuevo la presencia omnipotente de la muerte). En alguno de los primeros momentos Fidel preguntó a Julia si ella y Santos Pérez “¿tuvieron relaciones sexuales?”. Y ella, en un gesto de sinceridad, le contestó que sí. Y por esa puerta, ahora lo veía con claridad, se había colado el fantasma de la duda y los celos.Quizá Fidel creía que Bandera no era su hija sino de Santos Pérez. No había podido olvidar esa relación de Julia. Y “¿qué culpa tenía ella de que las relaciones humanas fueran tan imperfectas y equívocas?”. Julia abandonará a Fidel. Y lo hace con un “hermoso odio infinito”. Las relaciones están teñidas de una tensión insuperable: amor-odio, cariño-repugnancia, solidaridad-competencia, presente-pasado. Al parecer, no hay escapatoria.
6
La vida privada es inexistente para los miembros del PC. Esa dimensión que al socializarse se degrada es otra de las causantes del desaliento de Revueltas.Rebeca, mujer de Bautista, “se había acostado con Gregorio”. “Un conflicto absurdo, estúpido”. Pero que al ser develado ante los camaradas de Partido adquiere una dimensión patética. Cito en extenso porque la escena es expresiva:"Las palabras de Bautista habían salido en aquella ocasión como de un gramófono lejano y muy antiguo con un tono débil y chillante, de involuntaria pero también de inevitable lacrimosidad, que hubiera sido para reírse, de no ser el mismo tono de voz con que se habla de un hijo muerto. ‘Si los compañeros Gregorio y Rebeca lo hicieron por amor —fueron sus palabras— yo no tengo ningún empeño en ser un obstáculo entre ellos, pues la consecuencia lógica sería entonces que continuaran sus relaciones —había clavado los ojos en su mujer como si la acariciara con la tristeza más grande del mundo—; la camarada Rebeca está en completa libertad de escoger’. Una pausa larga y vacía, en que hubo un silencio espantoso. ‘Ahora que si los compañeros —Bautista se pasó un gigantesco trago de saliva— Gregorio y Rebeca lo hicieron por divertirse —el verbo divertirse había resultado singularmente trágico—, yo quiero decir aquí, con toda honradez, que Rebeca puede estar segura que sabré olvidar y en adelante nada turbará la tranquilidad de nuestra vida’ ".No es necesario transcribir la respuesta de Rebeca. El Partido como tribunal que todo lo puede, todo lo ve, todo lo juzga. El colectivo que desgarra la privacidad y humilla, queriendo o no, a los expuestos. La intuición de que hay asuntos que al ser tocados por la luz pública se vuelven grotescos, groseros. La imposibilidad de reservarse para uno mismo lo que sólo a uno mismo incumbe. Esa atmósfera es la que vuelve opresiva a la vida.Y algo similar sucederá con Fidel y Julia. Cuando su relación termine.
7
Hay algo más que repele a Revueltas: la autoproclamada superioridad moral de los militantes comunistas. A pesar de los diferentes episodios en los que la insensibilidad gobierna las relaciones, Revueltas, a través de Bautista, explora otra dimensión: “Los jóvenes comunistas de aquí o de no importa qué país de la tierra… con irreflexiva jactancia, se juzgaban capaces de ser distintos al resto de los hombres y capaces de no abrigar en su inmaculado e ingenuo corazón ninguna de las pasiones que son el tormento de los demás”. Era su misión, su entrega, su compromiso, lo que los hacía diferentes, mejores.La fidelidad a una causa superior resulta conmovedora, “como la de los primeros cristianos”. Pero —siempre un pero—, Bautista observa el despliegue de un “comunismo cristiano”, plagado de “sacrificios gratuitos e inútiles, sin ningún otro sentido que la propia y egoísta edificación moral”. Ese no estar atado a los hijos, a la pareja, a los camaradas, generaba la anulación de la vida “personal, íntima, privada”, y construía un sinsentido repugnante: una finalidad abstracta y futura sacrificaba el presente y sus posibilidades.La frase de Fidel: “La que puede esperar es ella, porque está muerta”, le develaba a Bautista una contradicción lacerante: el inhumanismo no podía construir un futuro promisorio. El laberinto de las relaciones humanas impedía su tratamiento a través de fórmulas preestablecidas y rígidas. Tal como Gregorio se lo había dicho a Fidel: “En tanto que usted conoce al hombre, ignora casi en absoluto lo que son los hombres vivos que lo rodean, y pretende entonces manejarlos como entidades abstractas, sin sangre, sin pasiones, sin testículos, sin semen".Pero la observación o crítica de Gregorio no ofrece salida. Concluye: "Si usted llegase a obtener el poder, ¡y Dios nos libre de ello!, se convertirá en un tirano espantoso, y sí, por otra parte, llegase a mirar a los hombres un poquito más humanamente, terminaría, a mi juicio con muy buen criterio, por pegarse un tiro".Gregorio vive y observa una existencia trágica, sin salida. Un tupido bosque que ofrece siempre opciones para el mal.
8
El arquitecto Jorge Ramos es otra víctima de la situación. Rico y exitoso, presta su casa para que ahí se reúna el Comité Central del Partido en la clandestinidad. Vive una esquizofrenia funcional: sigue la línea del Partido pero sabe que sus mejores textos son los que se alejan de ella. No desea ser mal visto por sus colegas y amigos de izquierda que eran incapaces de pensar el arte fuera de la política, pero le hubiese gustado "preservar de toda contaminación partidista sus ideas sobre el arte". La noción utilitaria, instrumental, de la creación le resulta incómoda, mentirosa; pero el arte enclaustrado, sujeto a su propia lógica, también le parece inasible.Vive "la heroica tristeza del pensador incomprendido". "Con frecuencia se ve en la necesidad de someterse a una cierta ‘razón de Estado’ ideológica, y exaltar obras sin ningún mérito pero de las que, por otra parte, no era posible decir que no fueran útiles a la Revolución. Su moral de crítico, así, entraba en conflicto con su moral política".Esa escisión es el combustible de un malestar sordo, permanente, que en ocasiones puede trascender, despojándose del lenguaje muerto y predecible de la crítica "comprometida". Su posición es oscilante. Sigue entonces los postulados oficiales y también, en algunas ocasiones, rompe con ellos. “La vida no era sino una cadena de transacciones”. Y la libertad una noción evanescente.Ramos y Revueltas: intelectuales en la cuerda floja; sujetos a dos fuegos.
9
Fidel encabeza la crítica contra Gregorio en el Comité Central. Logra que sea removido de sus tareas y trasladado a otras. Y cuando ambos se encuentran, Gregorio-Revueltas ve en Fidel una imagen perturbadora: “Fidel era un hombre… Más que un hombre, un esquema, un fenómeno de deformación, de esquematismo espiritual… junto a ese ‘esquematismo’ tenía virtudes verdaderamente excepcionales… lleno de abnegación y generosidad, lleno de pureza, ciego, criminal y santo. Una máquina, Dios mío, una máquina de creer”.Revueltas mezcla los adjetivos y los conjuga para ofrecer una visión multidimensional del funcionario del Partido. No es luz o sombra, sino luz y sombra. Sus cualidades se trastocan en defectos y sus vicios acompañan a sus virtudes.Y Gregorio se revela —aunque sea introspectivamente— contra las fórmulas elementales que encarna Fidel. Sobre todo contra la pretensión infantil de buscar la "estúpida felicidad del género humano". Para Gregorio, el hombre es lo más bello de la naturaleza, es "materia que piensa", y por eso le pregunta a Fidel: "¿Por qué quieres rebajarlo a la condición de un hermoso cerdo feliz?". El pensamiento y la angustia invariablemente entrarán en contradicción con vivir enajenado y feliz. Se trata de antípodas que no pueden ser armonizadas: "Sí, lo asombroso no es la inexistencia de verdades absolutas, sino que el hombre las busque y las invente con ese afán febril, desmesurado, de jugador tramposo, de ratero de alta escuela". Y Gregorio llega más lejos: "Hay que decirlo a voz en cuello: el hombre no tiene ninguna finalidad, ninguna ‘razón’ de vivir. Debe vivir en la conciencia de esto para que merezca llamarse hombre. En cuanto descubre asideros, esperanzas, ya no es un hombre sino un pobre diablo empavorecido…".El desencanto de Revueltas, entonces, no se reduce a la política y menos aún al comportamiento de un Partido, sino a la vana expectativa de un ideario que utópicamente pretende construir una sociedad "de hombres felices" y sin conflictos. Parece decir: la sociedad sin clases puede, eventualmente, ser construida; pero los hombres no dejarán de portar la incertidumbre vital.
10
Fidel asiste a la reunión del Comité Central en casa del arquitecto Ramos. Él vive en un cuarto-oficina minúsculo mientras el anfitrión goza de una situación económica boyante. Observa los cuadros y adornos, los enormes sillones y el decorado exquisito, la chimenea y el librero. El contraste está a la vista. Fidel se piensa como misionero de una causa superior y ve con desprecio a quienes sólo son aliados de esa causa. Presiente quizá lo que años después describirá Howard Fast en El dios desnudo, cuando al abandonar al Partido Comunista de los Estados Unidos, como reacción al informe secreto que Jrúschov presenta al XX Congreso del PC de la Unión Soviética, será víctima de las descalificaciones más agrias por parte de los "compañeros de viaje" del PC. Fidel es incapaz de sentir alguna estima por los otros, por los que no son exactamente iguales a él mismo. Quisiera un ejército de cruzados modelados a su imagen y semejanza, y por ello “sentía un gran desprecio por todas esas personas a quienes el Partido denominaba simpatizantes. Se trataba de elementos de cierta posición económica y ‘social’ —algunos hasta con relaciones entre altos personajes del Gobierno— que reducían los deberes de su conciencia política a simples donativos monetarios. Era como si comprasen su confort, su tranquilidad, mientras los demás comunistas arrostraban todos los peligros. Gentuza”.Ni aun los "simpatizantes" le merecen estimación. Se trata de instrumentos útiles, pero desechables; convenientes pero despreciables.
11
La prostituta Epifania contagia a Gregorio "de una enfermedad". Al parecer, sífilis. Gregorio acude a un dispensario para recibir las primeras atenciones. Es un viaje al infierno y a la expiación. El trato despótico, mecánico, humillante que recibe, en una atmósfera donde flota "una pequeña peste turbia de ácido fénico, de yodoformo, de orines, de mugre, de saliva, de vinagre, que más bien parecía provenir de las gentes ahí reunidas como si cada una la llevase consigo, con su triste humanidad…", es un mural de las rutinas de la degradación y la deshonra.Su relación sexual había sido un acto de amor y quizá una búsqueda también de la muerte. Pero para el médico y las enfermeras sólo hay una fila interminable de varones calientes y estúpidos. Otra vez, los desencuentros naturales entre los hombres, otra vez una maquinaria inerte que hace pedazos la dignidad de los seres humanos.
12
Es la condición humana, parece decir Revueltas, la que no tiene remedio. Ante la seguridad dogmática de que la historia tiene estaciones de paso y un final asegurado, es ese amasijo de pasiones, inseguridades, virtudes, pretensiones, al que llamamos humanidad, el que es incapaz de construir un desenlace venturoso.Es la soledad el auténtico destino de los hombres. Y no asumirla es lo que lleva a la necesaria y fea asociación con otros. "Dejarse vencer era transigir, corromperse, dejar de ser solo, asociarse en la complicidad de los hombres, en sus vicios, en sus mentiras, en sus vergüenzas…", piensa Gregorio. Le sublevaba la noción pueril de un "hombre nuevo" y las ilusiones vanas a que daba pie. "No esperaba ninguna transformación sustancial en el hombre, ni menos aún creía en la causalidad infantil… que presupone un hombre nuevo en un mundo nuevo”.Gregorio no desea ser un "soñador social" y menos impregnarse de ese ideario meloso que supone al hombre "sin mancha, libre del mal". Por el contrario, quería pensar "en el único hombre que existe, en el hombre contemporáneo, real, esencialmente sucio, esencialmente innoble, ruin, despreciable". De él había que ser solidario y comprensivo. Cambiar el mundo, sí. Pensaba que era posible. Pero existiría siempre una dimensión irreductible: las grandes masas "idiotamente felices", "entregadas al deporte o a algún otro tóxico análogo", acabarían "ebrias de dicha" por ajusticiar a esa minoría de seres humanos que se "tortura por la incertidumbre… de los porqué y los para qué".No se podía ser optimista. Salvo los crédulos y los dogmáticos como Fidel. El desencanto entonces resulta completo. Revueltas está poseído de un desaliento vital. Cree haber descubierto el rostro verdadero de los hombres y ello le impide hacerse ilusiones en un futuro armónico y bueno. No hay escape. No obstante, José Revueltas siguió militando en la izquierda, a pesar de sus convicciones más profundas. ¿De dónde sacó esas fuerzas? No es fácil entenderlo.
13
Gregorio termina golpeado, torturado en una mazmorra policiaca. "La marcha del hambre" que ha encabezado acaba en una sangrienta represión. Y no son los golpes o los puntapiés, las torturas y las vejaciones lo que lo conmueven, sino los rostros de los hombres "que ninguna bestia puede tener".Gregorio, parece decir Revueltas, es un nuevo Jesús. Y así termina Los días terrenales: " ‘Soportar la verdad —se le ocurrió de pronto— pero también la carencia de cualquier verdad’."En esos momentos el ruido de la cerradura, en la puerta de hierro, lo hizo volverse. La puerta se abrió con estrépito y una ráfaga de luz hirió el interior de la celda. Ahí estaban otra vez los verdugos. Gregorio no se movió."Lo conducirían a otro sitio, sin duda, para torturarlo nuevamente. Para crucificarlo."Ésa era la verdad. Estaba bien".
1 Álvaro Ruiz Abreu, José Revueltas: los muros de la utopía, Cal y arena, México, 1992, pp. 225-243.2 Entrevista realizada por María Josefina Tejera, “Literatura y dialéctica”, en El Nacional (Caracas), 1 de septiembre de 1968, en Andrea Revueltas y Philippe Cheron (compiladores), Conversaciones con José Revueltas, Era, México, 2001, 219 pp.
3 Todas las citas son del libro de José Revueltas: Los días terrenales, Era, México, segunda edición, 1976, 232 pp.
4 Entrevista realizada por Adolfo A. Ortega, “El realismo y el progreso de la literatura mexicana”, en La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre!, 6 de mayo de 1977, en Andrea Revueltas… op. cit. p. 118.
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