El ciudadano contempla estupefacto cómo se fugan de las cárceles del país los narcotraficantes o los secuestradores o los hampones que tanto daño han causado a la sociedad. Se sabe que los rufianes irán ahora por la venganza en contra de los valientes que los hubieran denunciado.
Los ciudadanos salen a la calle sin saber si regresarán vivos a su casa o si, días después, podrían ser velados en cualquier agencia funeraria ante la imposibilidad de la familia de pagar el rescate exigido por sus sanguinarios secuestradores. Los ciudadanos obviamente ignoran si al comenzar una nueva jornada de trabajo ésta podrían concluirla en un nosocomio con un orificio de bala en el estómago al haber sido asaltados en plena vía pública. El ciudadano es esquilmado a diario por una autoridad corrupta que le amenaza con todo género de castigos de no pagar el soborno exigido por los funcionarios públicos. Los pobres ciudadanos pagan sus impuestos sin que el gobierno cumpla con la obligación recíproca de garantizar su integridad física ni con la de impedir que sean despojados ilícitamente de su patrimonio. Los ciudadanos son azotados por una espiral inflacionaria que erosiona sus ingresos y sus ahorros reduciendo dramáticamente sus niveles de bienestar. Los ciudadanos tienen que pagar un impuesto como el IETU cuando carecen de recursos para pagar las nóminas dada la contracción de las ventas y de los mercados. Los ciudadanos contemplan atónitos los pleitos entre los partidos políticos ávidos de acaparar el poder mientras la palabra “patria” se desgasta sin motivar a los protagonistas de la función pública. ¿México..? Puede esperar… Los ciudadanos asisten al asesinato y la decapitación de los miembros del hampa en cafés y restoranes sin que puedan oponerse a esta pavorosa ola de delincuencia. Los ciudadanos pierden día con día sus empleos y sus esperanzas de superación familiar en tanto sufren los horrores de la impotencia al no poder hacer frente a las colegiaturas ni a las rentas ni a las hipotecas ni a los gastos hospitalarios. Pobres de los ciudadanos que observaron desde marzo de 2008 las primeras señales de la recesión de la economía, dieron la voz de alarma, sin que el gobierno tomara medidas precautorias para paliar los efectos de una parálisis previsible. Los ciudadanos contemplan hoy en día el escandaloso desplome del producto interno bruto sin que se construyan a toda velocidad las obras de infraestructura prometidas con sus consecuentes beneficios económicos. Los ciudadanos estudian el desplome de las divisas por exportación de crudo, el de las remesas enviadas por los inmigrantes, el de los ingresos por turismo, sin ocultar una grave preocupación por un nuevo cataclismo monetario. Los ciudadanos comprueban la irritante pasividad con la que se piensa estimular el mercado interno a través del gasto público, la pasmosa incapacidad para articular planes eficientes de rescate de la economía, mientras que la tripulación del buque insignia mexicano brinda a bordo, felicita al capitán, lo adula, se deshace en lisonjas, sin percatarse de que, de nueva cuenta, se acerca temeraria e imprudentemente a los arrecifes. El ciudadano cae sepultado en el escepticismo ante la evidente ausencia de figuras políticas que pudieran resolver este complejo entorno económico que amenaza el presente y el futuro de México. El ciudadano piensa en el porvenir a la luz de la realidad educativa del país en la que unos maestros reprobados no podrán capacitar a estudiantes fracasados. El ciudadano cae en el pánico al conocer la identidad de la mayoría de quienes pretenden obtener una curul en la Cámara de Diputados o encabezar una delegación en el DF. El ciudadano contempla estupefacto cómo se fugan de las cárceles del país los narcotraficantes o los secuestradores o los otros hampones que tanto daño han causado a la sociedad. Se sabe que los rufianes irán ahora por la venganza en contra de los ciudadanos valientes que los hubieran denunciado. Los ciudadanos conocen la precariedad financiera del sector salud que consume la mayor parte de sus recursos en el pago de pensiones y jubilaciones de los trabajadores del IMSS, en lugar de destinarlos a la compra de medicamentos y de equipos exigidos para atender los problemas de salud de la nación. Los ciudadanos comprueban la parálisis legislativa, la frustrante imposibilidad de llegar a acuerdos en el Congreso de la Unión, sin que se ejecuten las imprescindibles reformas estructurales, en tanto los legisladores incrementan cínicamente sus prestaciones con las que ofenden a 40 millones de mexicanos sepultados en la miseria.
La paciencia de los mexicanos que hacen colas interminables para transportarse o de los que esperan largas jornadas para ser atendidos por médicos públicos que escasamente aciertan en el diagnóstico o de los que han perdido su empleo o carecen de posibilidades para adquirir los artículos de primera necesidad o de enfrentar los gastos familiares, un día puede volver a agotarse… El desplome del producto interno bruto denuncia no solamente la ineficacia del gobierno para defender al país de la crisis global, sino que el dato preocupa gravemente de cara a la estabilidad política y social del país. Pobres ciudadanos…
Los ciudadanos salen a la calle sin saber si regresarán vivos a su casa o si, días después, podrían ser velados en cualquier agencia funeraria ante la imposibilidad de la familia de pagar el rescate exigido por sus sanguinarios secuestradores. Los ciudadanos obviamente ignoran si al comenzar una nueva jornada de trabajo ésta podrían concluirla en un nosocomio con un orificio de bala en el estómago al haber sido asaltados en plena vía pública. El ciudadano es esquilmado a diario por una autoridad corrupta que le amenaza con todo género de castigos de no pagar el soborno exigido por los funcionarios públicos. Los pobres ciudadanos pagan sus impuestos sin que el gobierno cumpla con la obligación recíproca de garantizar su integridad física ni con la de impedir que sean despojados ilícitamente de su patrimonio. Los ciudadanos son azotados por una espiral inflacionaria que erosiona sus ingresos y sus ahorros reduciendo dramáticamente sus niveles de bienestar. Los ciudadanos tienen que pagar un impuesto como el IETU cuando carecen de recursos para pagar las nóminas dada la contracción de las ventas y de los mercados. Los ciudadanos contemplan atónitos los pleitos entre los partidos políticos ávidos de acaparar el poder mientras la palabra “patria” se desgasta sin motivar a los protagonistas de la función pública. ¿México..? Puede esperar… Los ciudadanos asisten al asesinato y la decapitación de los miembros del hampa en cafés y restoranes sin que puedan oponerse a esta pavorosa ola de delincuencia. Los ciudadanos pierden día con día sus empleos y sus esperanzas de superación familiar en tanto sufren los horrores de la impotencia al no poder hacer frente a las colegiaturas ni a las rentas ni a las hipotecas ni a los gastos hospitalarios. Pobres de los ciudadanos que observaron desde marzo de 2008 las primeras señales de la recesión de la economía, dieron la voz de alarma, sin que el gobierno tomara medidas precautorias para paliar los efectos de una parálisis previsible. Los ciudadanos contemplan hoy en día el escandaloso desplome del producto interno bruto sin que se construyan a toda velocidad las obras de infraestructura prometidas con sus consecuentes beneficios económicos. Los ciudadanos estudian el desplome de las divisas por exportación de crudo, el de las remesas enviadas por los inmigrantes, el de los ingresos por turismo, sin ocultar una grave preocupación por un nuevo cataclismo monetario. Los ciudadanos comprueban la irritante pasividad con la que se piensa estimular el mercado interno a través del gasto público, la pasmosa incapacidad para articular planes eficientes de rescate de la economía, mientras que la tripulación del buque insignia mexicano brinda a bordo, felicita al capitán, lo adula, se deshace en lisonjas, sin percatarse de que, de nueva cuenta, se acerca temeraria e imprudentemente a los arrecifes. El ciudadano cae sepultado en el escepticismo ante la evidente ausencia de figuras políticas que pudieran resolver este complejo entorno económico que amenaza el presente y el futuro de México. El ciudadano piensa en el porvenir a la luz de la realidad educativa del país en la que unos maestros reprobados no podrán capacitar a estudiantes fracasados. El ciudadano cae en el pánico al conocer la identidad de la mayoría de quienes pretenden obtener una curul en la Cámara de Diputados o encabezar una delegación en el DF. El ciudadano contempla estupefacto cómo se fugan de las cárceles del país los narcotraficantes o los secuestradores o los otros hampones que tanto daño han causado a la sociedad. Se sabe que los rufianes irán ahora por la venganza en contra de los ciudadanos valientes que los hubieran denunciado. Los ciudadanos conocen la precariedad financiera del sector salud que consume la mayor parte de sus recursos en el pago de pensiones y jubilaciones de los trabajadores del IMSS, en lugar de destinarlos a la compra de medicamentos y de equipos exigidos para atender los problemas de salud de la nación. Los ciudadanos comprueban la parálisis legislativa, la frustrante imposibilidad de llegar a acuerdos en el Congreso de la Unión, sin que se ejecuten las imprescindibles reformas estructurales, en tanto los legisladores incrementan cínicamente sus prestaciones con las que ofenden a 40 millones de mexicanos sepultados en la miseria.
La paciencia de los mexicanos que hacen colas interminables para transportarse o de los que esperan largas jornadas para ser atendidos por médicos públicos que escasamente aciertan en el diagnóstico o de los que han perdido su empleo o carecen de posibilidades para adquirir los artículos de primera necesidad o de enfrentar los gastos familiares, un día puede volver a agotarse… El desplome del producto interno bruto denuncia no solamente la ineficacia del gobierno para defender al país de la crisis global, sino que el dato preocupa gravemente de cara a la estabilidad política y social del país. Pobres ciudadanos…
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