jueves, 21 de mayo de 2009

VOTAR Y VETAR

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

Las cosas pintan muy mal para el elector del 5 de julio. En términos generales la actividad política es una cloaca donde se revuelven las aguas sucias del escándalo, de la inescrupulosidad, del oportunismo cínico. Por más que se nos inste a votar y que la misma Iglesia Católica acaricie la idea absolutamente equivocada y absurda del pecado de la abstención electoral, el panorama es lamentablemente sombrío y pobre. No hay personalidades eminentes (salvo contadas, contadísimas excepciones) sino sólo individuos coyunturales, circunstanciales, en la búsqueda de lo que mejor les convenga. La mediocridad de las ideas y de los programas (otra vez salvo contadísimas excepciones) salta a la vista con sólo abrir un poco, muy poco, los ojos, o aguzar el oído. Por eso yo sostengo que el voto del 5 de julio será más de intereses (interés es lo que aprovecha, lo que brinda utilidad o ganancia) que de convicciones (convicción es una idea a la que se está fuertemente adherido). ¿Dónde hay ideas, en qué parte, en medio de constantes ataques y vituperios? ¿Por qué, por quién, por quiénes votaremos? Ahora bien, el voto razonado y razonable, que no en las condiciones precedentes, tiene una salida. Me explico. En la Iglesia Católica, por ejemplo, se dice que los sacerdotes no deben hacer proselitismo, pero inmediatamente se añade que la misma Iglesia no sancionará al sacerdote que lo haga; aparte de que deba responder ante la autoridad civil correspondiente. Y yo me pregunto si no es ésta una invitación velada a votar por una determinada ideología de partido. Y si leemos los periódicos, vemos la televisión o escuchamos la radio, nos lleva consigo una marea de información que única y exclusivamente favorece a un partido y a un grupo. Porque en medio de lo mal que anda todo, es por lo menos el partido y el grupo, dicen, que se esfuerza por arreglarlo. Y claro, si a esto se agregan la cloaca, las revueltas aguas sucias del escándalo, las noticias que son bomba o que hacen temblar al país entero, entonces queda en pie, o medianamente en pie, nada más un partido. ¿Pero es suficiente lo anterior para votar por ellos? Razonémoslo. Esfuerzo incruento razonar así, ya lo sé. Sin embargo hay que hacerlo. Lo perjudicial y negativo para la democracia sería dejarse llevar por esa marea de información harto sospechosa; pues todo indica, si empezamos a razonar, que es manipulada o aprovechada. Por lo tanto el voto razonado y razonable tiene la salida de la atenta observación, de la conjetura inteligente. A río revuelto ganancia de pescadores, reza el refrán. Y es cierto. El río está muy revuelto y los políticos son los pescadores que echan sus redes en las aguas convulsas, a ver qué sacan. No tienen vocación de servicio, no aman al país. Reman frenéticamente sin saciarse nunca porque sus aspiraciones son torvas. Cambian de partido como quien cambia de traje. Gregorio López y Fuentes, notable novelista y periodista que fuera durante años director de "El Universal", escribió un libro magnífico y revelador, "Acomodaticio, Político de Convicciones". Hay que leerlo. La ironía es fina y contundente. Esa clase de tipo político presume de una convicción gelatinosa, con la consistencia de un suspiro pasajero. Da grima. Ya se sabe que nos ha caído encima una roca muy pesada, difícil de levantar. La delincuencia organizada, el narcotráfico, la crisis económica, la influenza llamada humana que muchos influyentes han aprovechado para llevar agua a su molino. Son los descorbatados del momento con el tapabocas al cuello como un lucidor "gazné". Pero la lucha es feroz entre los memoriados y los desmemoriados. El país luce lleno, repleto de propaganda política. Son millones de pesos los que se han gastado en esto. Se dice que es la deuda de la democracia con el pueblo. Pobre pueblo y rica democracia. ¿Qué nos queda? ¿La resignación? ¿La desesperanza? ¿El desprecio? Yo creo que lo subsistente, lo salvable, es el voto razonado y razonable, de convicción. No el voto inducido por los políticos desesperados, oportunistas, hambrientos de poder y del maleficio, que para ellos es beneficio, del oro de Midas. Démosles una lección y en medio del desastre que vivimos, superable si somos inteligentes y generosos, demostremos que el pueblo conoce siempre la verdad.En conclusión, un sí al voto de convicción y un veto al inducido o de interés.

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