sábado, 23 de mayo de 2009

¿SOLUCIONES? ¡LAS TENEMOS TODAS!

FRANCISCO MARTÍN MORENO

La apertura petrolera, la creación de empleos, la generación de riqueza social, son los mejores antídotos para vacunar al país en contra del populismo de López Obrador y de su cáfila de rufianes que apuestan a la quiebra de México para acceder al poder.
El secretario de Hacienda dio a conocer la caída histórica del producto interno bruto, un desplome económico que no se veía desde 1995, según publicó el día de ayer Excélsior en su primera plana. Debe subrayarse que Carstens reconoce con estas declaraciones la madurez de una buena parte de la nación mexicana para administrar esta información sin que se produzca una escandalosa fuga de capitales a la voz de sálvese el que pueda… El secretario de Hacienda reveló a la luz pública las dimensiones de la nueva crisis económica, ésta, importada, y que habremos de poder sortear los mexicanos, tal como hemos podido superar otras tantas a lo largo de nuestra dilatada historia.
Si bien es cierto que la contracción económica trimestral rebasó los cálculos más pesimistas tanto de autoridades financieras como de analistas, y es inclusive mayor a la que presentaron en el mismo periodo otros países afectados por la crisis financiera internacional, si bien es cierto todo lo anterior, no es menos válido afirmar que México cuenta con enormes posibilidades y recursos para salir en un plazo mucho menor que los establecidos por los expertos de esta turbulencia, que bien puede amenazar la estabilidad del país y provocar una volcadura hacia el populismo en las elecciones intermedias de julio, volcadura que no haría sino lanzarnos a una nueva involución económica de consecuencias imprevisibles.
Una de las herramientas de las que sin duda se debería echar mano para captar cientos de miles de millones de dólares en el corto plazo consiste, sin duda alguna, en lograr la apertura petrolera de México al mundo entero, como lo han hecho la totalidad de los países productores de crudo y han incrementado exponencialmente sus reservas en dólares hasta niveles insospechados. Si México copiara la legislación vigente en Inglaterra o en Noruega o en Cuba para controlar a las empresas petroleras extranjeras, en un periodo aproximado de ocho años lograríamos hacernos de 600 mil millones de dólares, recursos más que suficientes para echar a andar el país y, sobre todo, desmantelar millones de bombas de tiempo, las de los millones de mexicanos sepultados en la miseria. La apertura petrolera, la creación de empleos, la generación de riqueza social, son los mejores antídotos para vacunar al país en contra del populismo de López Obrador y de su cáfila de rufianes que apuestan a la quiebra de México para acceder al poder. El Congreso de la Unión que, como bien lo decía Santa Anna a mediados del siglo XIX: “Con este Congreso no esperemos progreso”, tiene una grave responsabilidad histórica, desde que la instrumentación de medidas legislativas orientadas al desarrollo del sector energético, no se ha podido votar, en perjuicio del pueblo de México. Es evidente que el Congreso es el gran responsable de la parálisis legislativa y de la catástrofe social que se avecina y bien podría evitarse de ejecutarse, sin tardanza alguna, la reforma energética que requiere el país como un enfermo terminal la mascarilla de oxígeno. ¿Qué hacer con un Congreso que renuncia a la utilización de instrumentos con los que se podría rescatar a México de una debacle inminente?
Además de la reforma petrolera también se debe promover la apertura de la CFE para promover la expansión del sector eléctrico mexicano con la mínima inyección de 25 mil millones de dólares que no sólo desplomarían el costo de la energía eléctrica, sino que nos haríamos más competitivos de cara al comercio exterior.
Soluciones ante la contracción económica las hay, sólo que se requiere valentía, nacionalismo e información industrial y económica y, además, capacidad de maniobra legislativa para llevar a cabo estas medidas transformadoras que evidentemente habrán de traducirse en bienestar para todos nosotros en el corto plazo.
Además de instrumentar la reforma petrolera y la eléctrica, resulta urgente autorizar, con las debidas reglas internacionales del caso, la apertura de casinos por todo el país, decisión que implicaría el arribo de una inversión por más de 10 mil millones de dólares. ¿Vamos acaso a esperar la muerte del “coma-andante” Castro para que el nuevo gobierno, esperemos que democrático, otorgue concesiones a casinos en la mayor de las Antillas y nos arrebate para entonces un millonario flujo de turistas de Estados Unidos y canadienses que preferirían Cuba, en vez de financiar el desarrollo turístico de México?
Otro objetivo importante consiste en convencer a nuestros socios del TLC, de modo que los cientos de miles de millones de dólares que tanto Estados Unidos como Canadá envían anualmente a Asia en busca de un menor costo de la mano de obra, vengan a México en donde subsisten sepultados en la miseria prácticamente 50 millones de mexicanos y que trabajarían por cantidades similares o inferiores con tal de erradicar el hambre que azota a nuestros semejantes. ¿Los representantes populares son miopes o traidores?

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