miércoles, 20 de mayo de 2009

DESEMPLEO: CAER SIN RED

CIRO MURAYAMA

La cifra de desempleo abierto del INEGI para el primer trimestre de 2009 confirmó e incluso superó las previsiones más negativas: 2 millones 288 mil personas quieren trabajar y buscan activamente un empleo pero no lo consiguen. El dato es inusual porque México jamás había registrado un desempleo tan masivo. Se trata de más del doble de los desocupados que se contaron al principio de la década (un millón 290 mil adicionales, 130%), y de 540 mil por encima de los que encontró a su inicio esta administración federal. En lo que va del gobierno el número de desempleados creció en 31%.
La tasa de desempleo se sitúa en 5.1% de la Población Económicamente Activa, mayor a la del primer trimestre de 2008, de 3.5%. Aun así, la tasa de desempleo dista de expresar con claridad lo que pasa en el campo del empleo en México: basta con que una persona haya laborado una hora a la semana previa a la encuesta de INEGI para que se le considere “ocupado”.
De esta forma, actividades como lavar ropa ajena, cuidar coches en la vía pública o ayudar en la venta en un tianguis durante el fin de semana bastan para que un individuo no se contabilice como desempleado. Por tanto, cuando se habla de desempleo no se toma en cuenta a los trabajadores informales o en situación laboral muy precaria, de tal suerte que la situación de las familias en México y la fragilidad de sus ingresos son más crudas que lo que alcanza a reflejar la tasa de desempleo.
De ningún consuelo sirve entonces que la tasa de desocupación nacional sea menor a las de países desarrollados; además, esas naciones suelen contar con seguro de desempleo, por lo que existe una red institucional construida para amortiguar los efectos negativos de las recesiones.
En nuestro caso, sin seguro de desempleo y con bajo ingreso familiar, quedar en una situación de desempleo en las estadísticas es paradójicamente más difícil que en el mundo desarrollado, pues aquí la gente antes de ello ha de ganarse la vida a través cualquier actividad.
Los desempleados abiertos que se reconocen oficialmente representan 16% de los trabajadores formales asegurados en el IMSS, lo que ofrece un indicador alternativo del peso real de la desocupación formal.
De cualquier forma, la proliferación del desempleo abierto indica que la economía mexicana es incapaz de generar ocupación y, peor, que en los meses recientes destruye puestos de trabajo a ritmo veloz.
Tan es así que el desempleo no sólo afecta a los miles de jóvenes que llegan a la edad de trabajar y requieren contribuir al ingreso familiar, sino que en buena medida atañe a personas con experiencia en el mercado de trabajo (de los 2.3 millones de desempleados, 2.08 millones, 91%, cuenta con experiencia laboral). De ellos, un millón 217 mil perdieron su empleo o terminó su contrato (53% del total), y en 108 mil casos se trata de gente que se vio orillada a cerrar su propio negocio.
La situación de desempleo no se compadece con la escolaridad. El 31% de los desocupados abiertos, 700 mil, tiene estudios medio superiores o superiores, mientras que los desempleados que no culminaron siquiera la primaria son 10% del total (227 mil). Casi dos quintas partes de los desempleados (870 mil), son personas que tienen la secundaria terminada.
Estos datos confirman que en situaciones de crisis de empleo, como la que vivimos, se empieza a eliminar ocupación en las áreas más dinámicas de la economía, aquellas en las que el perfil educativo del trabajador puede ser más relevante al momento de la contratación. Pero también indica que en momentos de destrucción generalizada de puestos de trabajo, la escolaridad no llega a ser un escudo individual lo suficientemente sólido para asegurar la permanencia en el empleo.
A los añejos problemas de informalidad y precariedad se les suma ahora un desempleo abierto extendido. Según el secretario de Hacienda la economía ya frenó la caída libre, lo cual aún está por verse; pero lo cierto es que al fondo no hay red alguna de protección.

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