jueves, 23 de julio de 2009

ANTIMATERIA ELECTORAL

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

El fenómeno del movimiento por la anulación del voto, por ejemplo, es un hecho que no puede ni debe pasar desapercibido.
Las elecciones pasaron y, como siempre, nos dejan una cauda de aprendizaje que corre el riesgo de quedarse en anécdota y memoria si no hacemos algo para convertirla en experiencia histórica y en corrección de caminos.
Frente a los hechos, hay muchas formas de reaccionar, desde las más inteligentes, que exploran lecturas de lo sucedido y asumen los hechos como ocurrieron, hasta las más disparatadas, por ejemplo, tratar de desvirtuar lo sucedido.
En materia de comicios, el electorado, como cuerpo difuso pero existente, desagregado aunque, poderoso, no se equivoca: elige. A algunos puede no gustarles la elección y, cada uno, como ciudadano, haber votado de manera diferente a la mayoría, pero aplicar la noción de error es un error en sí mismo. Errar presupone una forma correcta de hacer las cosas y, en materia de elecciones, no existen modelos adecuados, sino una historia que está por hacerse.
El fenómeno del movimiento para la anulación del voto, por ejemplo, es un hecho que no puede ni debe pasar desapercibido. Está ahí y, lo más importante, resultó muy superior en número a los de varios de los partidos que quedaron en el borde de perder su registro.
En una primera lectura, somera y prima facie, podemos decir que existen más ciudadanos convencidos de la poca eficacia de los partidos constituidos que quienes se consideran representados por el segmento menos favorecido en las preferencias electorales.
Esta es una llamada de atención que deja las cosas absolutamente claras: nuestro sistema representativo no está cumpliendo con las expectativas de un sector amplio de la población y se requiere estudiarlo, crear conciencia y trabajar en ese sentido. También es necesario decir que estas elecciones demostraron que la ciudadanía sigue avanzando y conquistando más terrenos de decisión, a contramano de los partidos, que no parecen a la altura de las circunstancias.
Me pregunto si, en el imaginario utópico de la política, no cabría añadir un recuadro más en las boletas electorales, uno en el que los electores, con independencia del partido que eligieran, pudieran señalar aquel que consideran que, por su desempeño y calidad, mereciera perder el registro.
No sería poca cosa y sí un interesante experimento para ver cómo los ciudadanos, fuera de las negociaciones opacas y transitorias, nos permitiéramos depurar nuestro sistema de partidos. Crear algo así como la “antimateria” electoral, pues si nuestro voto consolida partidos, válido es también que los desaparezca.
Imaginemos una campaña electoral regida, no por el deseo de conquistar el voto a cualquier precio, aun al de prometer lo que bien se sabe que no se puede cumplir, o más allá de las descalificaciones sino una campaña dominada por el terror al castigo del ciudadano. Imaginemos lindas purgas partidistas en las que los líderes de los partidos denunciaran a lo peor de su grey, a las promesas del “ahora me portaré mejor”, “ahora sabré escucharte”. Imaginemos a los partidos pasando las mismas penurias y preocupaciones que padecemos todos los ciudadanos cuando trabajamos y tratamos de que nuestro desempeño esté a la altura de nuestra institución, nuestros jefes o nuestros clientes. Si ellos no perdonan y no se tientan el corazón para censurarnos, ya vendría siendo tiempo de que nosotros tampoco lo hiciéramos con los partidos.
En fin, una notita más en el concierto electoral, al menos para ir pensando.

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