martes, 28 de julio de 2009

EN LA VICTORIA Y EN LA DERROTA

MARIA AMPARO CASAR
No debería sorprender que la democracia en México sea incapaz de procesar institucionalmente las diferencias propias de la pluralidad si los partidos no pueden hacerlo en su vida interna. Tampoco la falta de acuerdos entre las distintas fuerzas políticas si no los hay entre miembros del mismo partido.Hemos pasado más de un año padeciendo y reflexionando sobre las barbaridades que ocurren al interior del PRD. El PAN se le quiere parecer: zancadillas entre precandidatos, judicialización de los pleitos, fuego amigo, boicot de los procesos internos...No se trata de tener una visión idílica de los partidos. Es obvio que como en cualquier otra organización hay una lucha por el poder. Se entiende que diferentes grupos quieran apoderarse de una organización política que con todo y crisis recogió 28% de la votación, tendrá 143 diputados, 51 senadores, 7 gubernaturas y la Presidencia. Una organización que recibe un presupuesto de cerca de 800 millones de pesos, goza de espacio en los medios y tiene a su disposición miles de puestos que repartir. Se trata del real politik. Por eso mismo extraña que manejen de manera tan torpe sus conflictos internos.Adjudicar los problemas del PAN a la derrota electoral es ignorar la historia reciente. Los pleitos internos han sido la norma desde que el PAN se hizo del gobierno federal. Lo fueron con Fox durante todo el sexenio. Lo han sido con Calderón: en la victoria (2006) y en la derrota (2009). El PAN está en crisis porque hay una lucha por el poder que los panistas no han podido procesar. Porque a nueve años de ocupar la Presidencia no pueden resolver la relación partido/gobierno.Cuando Fox, los panistas decían que las cosas se dificultaban porque el Presidente no era uno de ellos, porque había llegado al poder con una estructura paralela y porque no había llenado de azules al gobierno. Decían que daba prioridad al PRI en la negociación, que no los consultaba, que se enteraban por los medios de las medidas tomadas por su Presidente, que no respetaba los principios de Acción Nacional. Decían que quería que el partido fuera un apéndice sin vida propia y sumiso ante la voluntad presidencial.Cuando el presidente Calderón llegó a la Presidencia, las críticas fueron similares. Es cierto que él es panista de cepa pero sus propios correligionarios lo han acusado de conductas semejantes a las que practicó Fox: insuficiencia de militantes en el gabinete, no repartir todas las delegaciones federales entre los panistas, negociar con el PRI, aliarse con Elba Esther Gordillo y querer mandar sobre el partido.No hay mejor muestra de la absoluta confusión en la que sigue viviendo el partido en el gobierno que uno de los titulares del periódico Reforma: Exigen a Calderón manos fuera del PAN (21 de julio).No piden que el presidente Calderón se abstenga de utilizar prácticas ilegales para inclinar el sentido de la elección. No. Simplemente le piden que no intervenga, que no tenga preferencias, ni cabildee a favor de su candidato, ni busque ganar posiciones en el partido. Como si el Presidente no tuviera ese derecho, como si no fuera fundamental para él tener un aliado en la dirigencia, como si debiera ser indiferente ante quien dirija el partido.Esto no exime de responsabilidad al presidente Calderón en la generación y reproducción de la crisis de su partido. Es válido que quiera tener un partido alineado que le sirva de soporte. Pero por eso mismo entre sus obligaciones está la de velar por mantener su unidad. Un partido dividido no le será útil, le causará problemas que lo alejen de su principal tarea que es la de gobernar y demostrará sus deficiencias como líder.Es igualmente válido que otros grupos se opongan a quien es ostensiblemente el candidato del Presidente. Oponerse no es declararle la guerra a él o a su programa de gobierno. Lo que es cuestionable son los métodos utilizados. Reventar el quórum o promover la anulación para evitar la elección de un nuevo dirigente no es lo más sensato. Podrán lograr su propósito pero lo harán a costa del partido con el que se pretenden quedar. Lo harán a costa de debilitar a su gobierno y de fortalecer a sus adversarios.Queda claro pues que, por segunda vez consecutiva, los panistas no han podido cumplir con su anhelo de ganar el gobierno sin perder el partido.

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