sábado, 4 de julio de 2009

LOS HUERTA MODERNOS

FRANCISCO MARTIN MORENO

En estos días y, desde luego en otra escala política, López Obrador, un “Huertita” de nuestros tiempos, trata también de “chicanear”, en este caso, una sentencia del TEPJF, por medio de la cual impidió competir a la candidata de aquél por la Jefatura Delegacional de Iztapalapa.
A Ulises Schmill, el eterno maestro.
Durante los días ciertamente negros de la “Decena Trágica”, a lo largo de los cuales fueron privados de sus elevadas investiduras políticas tanto el presidente Francisco I. Madero como el vicepresidente Pino Suárez, para ser, acto seguido, brutalmente asesinados por Victoriano Huerta, vinculado en claro contubernio criminal con Henry Lane Wilson, embajador acreditado de Estados Unidos en México, no sólo se cometió un doble magnicidio que cambió para siempre el destino de México, sino que se violentó el orden jurídico a través de maniobras “legales” que permitirían el arribo al máximo poder mexicano precisamente de Huerta, el golpista, el chacal, el militar medio hombre y medio bestia.
Una vez depuesto el presidente Madero de su cargo y después de haber renunciado a la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, decisión que fue aprobada ignominiosamente por el Congreso de la Unión, pero que jamás debería haber tomado de modo que los asesinos se mancharan las manos con la sangre de un presidente en funciones y no con la de un ex funcionario de gran jerarquía, Huerta decidió que su acceso a la Presidencia de la República debería conducirse por la vía de la legalidad para no parecer, en ningún caso, como un golpista, sino un militar escrupulosamente respetuoso de las instituciones nacionales que él acaba de destruir…
De acuerdo a lo anterior, el plan para darle la vuelta a la ley y vestir de legalidad el acceso del chacal al poder se ejecutó de la siguiente manera: la Constitución de 1857 vigente en aquellos tiempos establecía que, a falta del Presidente de la República, el secretario de Relaciones Exteriores, en este caso Pedro Lascuráin, ocuparía la presidencia interina, en la inteligencia de que la misma Carta Magna contenía mecanismos que regulaban la sucesión automática a falta también del canciller. En este orden de ideas, Lascuráin accedió a la presidencia solamente por 25 minutos, los necesarios para nombrar al general Huerta como su secretario de Gobernación, en realidad el único nombramiento que hizo en relación a su gabinete. A continuación renunció a la presidencia para que el inmundo magnicida lo sucediera “legalmente” en el cargo. La llegada de Victoriano Huerta al poder debe ser etiquetada como una maniobra legaloide para legitimar el golpe de Estado que había asestado en contra de las instituciones de la República.
En estos días y, desde luego en otra escala política, López Obrador, un “Huertita” de nuestros tiempos, trata también de “chicanear”, en este caso, una sentencia del Tribunal Electoral, por medio de la cual impidió competir a la candidata de aquél por la Jefatura de la delegación de Iztapalapa. La mecánica supuestamente legal que urdieron López Obrador y su pandilla para burlar la resolución judicial emitida por el Tribunal Electoral, comparable en una escala bastante menor con la diseñada por Huerta para “cumplir” con las disposiciones constitucionales, fue la siguiente: Se pidió al electorado que votara por el candidato del Partido del Trabajo, de tal manera que si este último llegara a ganar las elecciones, procediera a renunciar de inmediato a favor precisamente de la candidata descalificada por el Tribunal Electoral, la misma que no reunió los requisitos para competir, ahora sí legalmente, para encabezar dicha delegación. De la misma manera que Huerta le advirtió a Lascuráin que no se creyera el cargo de Presidente de la República, el mismo que tan sólo ostentaría durante 25 minutos, López Obrador le advirtió igualmente al candidato del Partido del Trabajo para que, una vez nombrado delegado, tampoco se la creyera y le entregara el cargo a quien el Tribunal había descalificado para dichos efectos.
La burla es clara, el desprecio a la sociedad es inadmisible, ¿el electorado votará por un sujeto que finalmente no será quien gobierne? Franz Kafka no tenía imaginación… Esta farsa debe inscribirse en el contexto de aquella declaración histórica de “váyanse al diablo con sus instituciones…”
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¿Sabía usted que si en una casilla se encuentra más de 20% de votos nulos hacen nula la casilla? ¿Sabía usted que 20% de las casillas nulas hacen nulo el Distrito? ¿Sabía usted que 20% de los distritos nulos hacen nula toda la elección? He ahí la importancia de concurrir a las elecciones y anular el voto, tachando toda la planilla. Esta situación sin precedentes obligaría a realizar una nueva elección en la que la sociedad impondría finalmente sus condiciones, como la de poder reelegir a los legisladores, permitir las candidaturas independientes, obligar a la rendición de cuentas, incorporar el plebiscito, el referéndum, la revocación del mandato, entre otras modalidades con las que dejaríamos de ser un país secuestrado por los partidos políticos y entonces y sólo entonces, a partir de una severa crisis política, podríamos aspirar a tener el país con el que todos soñamos…

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