miércoles, 15 de julio de 2009

¿JÓVENES CON VOCACIÓN DEMOCRÁTICA O SIMPLE ESTRATEGIA MERCADOTÉCNICA

JESÚS CANTÚ

Uno de los seis gobernadores electos en la elección del pasado domingo 5 de julio tiene apenas 36 años de edad, tendrá 37, en octubre próximo, cuando asuma el poder
Uno de los seis gobernadores electos en la elección del pasado domingo 5 de julio tiene apenas 36 años de edad, tendrá 37, en octubre próximo, cuando asuma el poder, y, al menos, 10 alcaldes o jefes delegacionales electos tienen entre 25 y 35 años de edad, esto podría reflejar una profunda transformación política o simplemente una estrategia mercadotécnica para responder a la conformación del padrón electoral, donde el 42 por ciento de los ciudadanos y ciudadanas registradas tienen menos de 34 años. En una información publicada, en la edición del pasado 6 de julio, el periódico regiomontano El Norte destacó que el próximo Gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, tiene apenas 36 años de edad y entre los candidatos ganadores a alcaldes y jefes de gobierno se encuentran, entre otros: Alejandra del Moral, de 25 años, postulada por el PRI para la alcaldía de Cuautitlán Izcalli, Estado de México; de 28, Adrián Ruvalcaba, panista, en Cuajimalpa, Distrito Federal; de 31, Manuel Martínez Garrigós, en Cuernavaca, Morelos e Ivonne Álvarez, en Guadalupe, Nuevo León, ambos priistas; de 33, el priista Alfredo del Mazo, en Huixquilucan, Estado de México y el perredista Alejandro Peña, en la delegación Venustiano Carranza, Distrito Federal; de 34, el panista Carlos de la Fuente, en San Nicolás de los Garza, Nuevo León; y de 35, los tricolores Clara Luz Flores, en Escobedo, Nuevo León, y Jorge Aristóteles Sandoval, en Guadalajara, Jalisco, así como, el perredista Eduardo Santillán, que ocupará la delegación Álvaro Obregón en el DF. Algunas de las primeras reflexiones que surgen del análisis de este grupo son que el PRI postuló al candidato a gobernador menor de 40 años y a 6 de los 10 alcaldes menores de 35, mientras el PAN y el PRD postularon a dos cada uno. Entre los candidatos se encuentra uno de los cachorros de la revolución, Alfredo del Mazo, hijo del ex Gobernador del Estado de México, ex Secretario de Estado durante el Gobierno de Miguel de la Madrid y ex precandidato priista a la Presidencia de la República del mismo nombre. En este caso, es decir, hijos de los dirigentes o militantes distinguidos de los distintos partidos políticos, se incrementa si se incluyen los diputados electos, donde hay varios de ellos. Y, aunque seguramente la lista de los jóvenes es mucho mayor, la elaborada por el diario regiomontano, muestra que la presencia de un gobernador o un candidato a gobernador joven sí puede influir en la presencia de jóvenes en el resto de las candidaturas, pues en Nuevo León, donde el candidato ganador tiene 36 años, hay tres menores de 35 y, en el Estado de México, donde el actual gobernador cumple este mes 43 pero llegó a la gubernatura de 39, hay otros dos. Y esto parece ser válido no únicamente en su partido, sino también en otros partidos y bien puede deberse a la necesidad de competir en igualdad de circunstancias. Sin embargo, más allá de estas primeras reflexiones lo más importante es identificar las razones y consecuencias del cambio generacional. En cuanto a las razones, resulta interesante tratar de identificar si éstas son únicamente cosméticas e instrumentales, es decir, proyectar las imágenes y el lenguaje de los jóvenes para tratar de captar más votos de ese segmento poblacional, que hoy reúne a casi la mitad del padrón electoral; o bien, además, responde a una exigencia social, es decir, también atiende las demandas y reclamos de una juventud inconforme y descontenta con el México que les tocó vivir y para corregirlo les abren las puertas de los partidos políticos, para convertirlos en actores de la transformación. Las consecuencias de alguna manera van de la mano con las razones del cambio, aunque en algunas de las ocasiones a pesar de que el origen no sea el ideal, el resultado puede ser positivo, es decir, aunque hayan sido postulados por razones cosméticas y mercadotécnicas una vez que llegan al poder, realmente transforman su ejercicio, incorporan nuevas prácticas y muestran su compromiso con la transformación institucional. Pero en general, aquellos que llegaron por las primeras razones, fundamentalmente llegarán a perpetuar prácticas y vicios; y quiénes llegaron por las segundas, deberían encabezar la tan anhelada transición a la democracia. Aunque es más difícil de identificar, también es importante conocer cuáles son las motivaciones en los mismos candidatos, es decir, sí lo que los mueve es el afán de poder y/o de lucro o una verdadera vocación de servicio público. Los primeros llegan a servirse del puesto; los segundos, a servir. Los primeros se convertirán simplemente en funcionarios públicos que vivirán del presupuesto; los segundos, serán auténticos servidores públicos preocupados por el bienestar de la comunidad. Así, tan o más importante que la edad son sus competencias, es decir, el que cuenten con los conocimientos, las habilidades, los valores y las actitudes para poder encauzar positivamente su energía y compromiso con la construcción de la democracia. Por lo mismo, también es importante cómo llegaron a esas posiciones, pues ese hecho en sí mismo empieza a definir su perfil; habrá diferencias entre quienes llegaron producto de las viejas y viciadas prácticas políticas mexicanas, del dedazo, hoy extendido a todas las fuerzas políticas con sus diferentes matices y denominaciones, la complicidad y el influyentismo y los que lo hicieron a través de procesos democráticos, incluyentes, abiertos, transparentes y donde contó su propuesta, esfuerzo, energía, competencias y, desde luego, carisma. Más allá del relevo generacional, que en México no ha significado nada, lo importante es que los jóvenes tengan un compromiso con la construcción de un México más justo, más libre y más democrático, lo cual implica empezar por su propia casa, es decir, llegar a través de procedimientos democráticos y, por lo mismo, rebelarse contra los procedimientos de toma de decisiones cupulares, excluyentes y oscuros, incluso cuando éstas les beneficien directamente y, desde luego, movidos por el afán de servicio y no de poder o lucro. El cambio generacional en sí mismo no garantiza absolutamente nada; lo que lo garantizaría sería la emergencia de una generación con una cultura política democrática, que se traduzca precisamente en la construcción de las instituciones que permitan gobernar a través de procedimientos y procesos incluyentes, abiertos, transparentes y auditables. Transitar del ejercicio autoritario del poder, que hoy todavía prevalece en prácticamente todas las instancias de gobierno, a un ejercicio democrático, que contemple el diseño e implantación de un sistema de reglas de juego, claras y aceptadas por todos, que permitan a todos los individuos adultos participar, en forma igualitaria, en la discusión y la toma de decisiones de los asuntos que le afectan.

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