El pasado domingo el gobierno del Presidente Calderón sufrió una estrepitosa derrota. Digan lo que digan sus partidarios la verdad está allí, evidente. En su mensaje posterior a las elecciones el Presidente fue, cual se dice en esos casos, "institucional". Palabrita ésta chocante, tibia y nada comprometedora. Sea como sea reconoció el triunfo de la oposición. No le quedaba de otra. Un rumor incierto pero que no le quita al hecho su importancia es que el triunfo abrumador de la oposición, en concreto del PRI, se debió en gran parte a la ausencia del voto de los jóvenes. Pero a propósito de ausencia un dato sobresaliente es el del llamado voto nulo (cruzado), que se convirtió en la "quinta fuerza" (poco más de un millón y medio de electores cruzaron su voto). Tacharon su voto jóvenes y adultos, tachando así al gobierno, en una cantidad impresionante y mayor que la de algunos partidos chicos. Ahora bien, ¿cuál es la causa de la debacle? Yo la centro en la confluencia de dos vertientes, a saber, los ataques, impugnaciones, agresiones verbales y, desde luego, la inseguridad y violencia crecientes, en mucho impunes y obviamente inmunes. Lo primero es atribuible sin duda al presidente, salvo que se suponga ingenuamente que entre él y el líder de su partido -hoy renunciado- no hubo una estrategia política compartida y común. Lo segundo es responsabilidad exclusiva de Calderón. Ya se sabe: el ejército en las calles rebasando su estricta función constitucional, reformas penales inconsistentes y equivocadas a la Carta Magna, soslayamiento del estricto Estado de Derecho y de las garantías individuales, lucha infructuosa contra el narcotráfico y la delincuencia organizada. "¡Por allí no!", ha dicho el pueblo, "¡por allí no!". Y además de esto una campaña política sin ideas, repetitiva, de eslogans manidos. Sólo vimos estrategias, ubicaciones, maniobras. Pero el fondo, si lo hubo, estuvo oculto. Y como el mal es achacable a todos los partidos ¿por qué le dio el pueblo su preferencia al PRI? En términos generales habría que analizar con cuidado lo siguiente. Lo mismo la llamada extrema derecha que la extrema izquierda, reminiscencias ambas de lo que vivió dramáticamente el país en el siglo XIX, no han satisfecho al elector. Se conoce lo que son, lo que hacen. Turbulencias ideológicas (más que tendencias), desmanes fuera del verdadero tono político, inescrupulosidades mil. En cambio el PRI -¿hay acaso un novopri?- en medio de sus aciertos y errores, de sus desviaciones, no ha caído en eso. Tendrá otros defectos, pero le permite al elector situarse en un espacio de moderación democrática. La democracia, que nunca es perfecta, encuentra su mejor expresión en ese equilibrio que es la conciliación de intereses. Las pugnas, los choques, las fricciones partidistas, pueden conducir hacia la democracia pero en sentido riguroso no son ella. Sin embargo lo deseable es que la nueva Cámara de Diputados no trabaje exclusivamente para consolidar ambiciones políticas orientadas al 2012. Este es a mi juicio el gran peligro porque no es fácil conformar esas pretensiones con el esfuerzo legislativo al servicio de la Nación. Si sucede lo contrario se lograrán dos cosas: ingobernabilidad creciente -más de la que hay- y desconfianza al grado de traducirse en abstencionismo de plano alarmante o en graves focos de estallido social. El pueblo está harto, ahíto, del pan con más migaja que harina. Los diputados y senadores al Congreso de la Unión se ven desde afuera -no me refiero a cómo se ven ellos mismos- igual que marionetas movidas por un hilo oculto o invisible. O sea, se percibe a leguas que los manejan. Incluso cuando elaboran planes o proyectos serios y hasta benéficos para el país se siente que obedecen a un partido, a un Presidente o a un líder. El político auténtico, sincero consigo mismo, honesto con sus ideas, es una aguja en un pajar. Lo que digo, por supuesto, suena a idealismo. No obstante el pueblo lleva años de años, sexenios de sexenios, de sufrir esa andanada de mentiras, contradicciones, abusos, irreflexiones y torpezas. El mensaje del domingo 5 fue muy claro. Intérpretes, analistas y pseudo politólogos irán y vendrán. No importa. El mensaje es el de la crítica y el hastío. No nos satisface la manera en que estamos siendo gobernados, ni tampoco el agobiante peso de una economía maltratada y de una seguridad maltrecha. El discurso oficial sólo ha sido el de persistir en una lucha infructuosa contra el narcotráfico y la delincuencia organizada. Tal vez se trate de una hidra pero no ha aparecido el Hércules que le corte de un golpe las cabezas. Y lea usted a diario los periódicos, le salen más. En suma, la sociedad civil deberá estar como nunca antes atenta a lo que hagan los nuevos diputados. Y exigirles, exigirles, que cumplan con su obligación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario