Si algún partido se siente triunfador frente al 63% de los ciudadanos de este país que no votó o anuló el sufragio, su caso debe ser llevado a algún siquiatra o cuando menos a un doctor brujo para que le explique lo que es una catástrofe política y las consecuencias que evidentemente habrá de tener este fenómeno que ahora pretenden disfrazarlo como éxito, cuando la mayoría abrumadora de los votantes expresó su repudio a un sistema oligopólico sustentado en acarreos, compra de votos, publicidades desmesuradas para partidos sostenidos únicamente por impactos mediáticos y telenoveleros, mientras los caminos para los ciudadanos son cada vez más estrechos y más difíciles de transitar.
En esta masacre política, el primer gran perdedor es evidentemente el gobierno federal y su partido, que no pudieron aterrorizar suficientemente a la ciudadanía con el truculento voto del miedo que tanto promueven los “asesores publicitarios” españoles como fórmulas supuestamente infalibles para abrumar a la borregada, que en esta ocasión no se dejó amedrentar, saliendo a expresar su repudio expreso o tácito de una manera que no deja lugar a dudas sobre el fracaso gubernamental.
Una economía en que la Presidencia del empleo suena verdaderamente a broma de pésimo gusto, cuando más de un millón de puestos de trabajo se han perdido, más los que se acumulen a diario durante los próximos años, es otro de los factores que están demoliendo el apoyo de los mexicanos a su gobierno; y por ello, creer que el triunfo aplastante del PRI es un signo positivo para ese partido es no entender las características de un “voto de castigo” que es el verdadero mensaje de lo que ocurrió en las urnas el pasado domingo.
Las vendettas implacables dentro de las filas de la “izquierda mexicana” han sido otro ejemplo demoledor de la falta de una verdadera ideología nacionalista y progresista, que le es ajena a esas feroces tribus de trepadores y oportunistas montados en ideologías que ni creen ni viven, ya que en el fondo y en la forma no son más que adoradores del poder, de la corrupción y del dinero fácil, sustentado todo ello en la manipulación de los grupos clientelares del comercio informal, el transporte irregular, la manipulación de la basura, la invasión de predios, la operación de giros negros y toda la gama de delitos y trinquetes, que hasta donde todos entendemos no tienen ni color ni ideología, y solamente cuentan para los efectos del botín y el latrocinio.
Las posibilidades de los grupos ciudadanos han quedado prácticamente reducidas a un mínimo simbólico, y por ello se expresó de alguna manera el rechazo de grupos intelectuales a esta cerrazón a través del voto nulo, que en la ciudad de México llegó a casi 11% y en el resto del país a poco más de 6%, lo cual no es nada desdeñable si se le agrega a la enorme abstención que se expresó en las urnas.
Si algún alma inocente piensa que los tiburones del poder van a entender los mensajes de repudio de la inmensa mayoría de los mexicanos, esa fantasía se va a enfrentar a una realidad desgarradora en los próximos meses y años, cuando veamos que no hay ni la menor intención de tocar los cimientos de la dictadura perfecta, que lo mismo puede ser de derecha que de izquierda o de todo lo contrario, mientras haya algún territorio de abuso y de enriquecimiento ilícito que pueda ser fruto para esos “próceres” de la vida pública.
La única opción real que existe en nuestro país es que la ineptitud y la corrupción de este sistema político se amalgamen a la crisis económica más grave que ha enfrentado México en los últimos 70 años, para que así los dueños del botín nacional tengan que ceder sus territorios de abuso infinito en la misma forma que ocurrió en los países de la cortina de hierro, cuando los gobiernos de la Unión Soviética y sus satélites quebraron estrepitosamente en su modelo económico y tuvieron que devolverle a la sociedad civil y a la ciudadanía los ámbitos de libertad económica y política que les habían arrebatado.
Esperemos que esa situación llegue lo más pronto posible para que el daño al país y a los mexicanos sea el menor.
En esta masacre política, el primer gran perdedor es evidentemente el gobierno federal y su partido, que no pudieron aterrorizar suficientemente a la ciudadanía con el truculento voto del miedo que tanto promueven los “asesores publicitarios” españoles como fórmulas supuestamente infalibles para abrumar a la borregada, que en esta ocasión no se dejó amedrentar, saliendo a expresar su repudio expreso o tácito de una manera que no deja lugar a dudas sobre el fracaso gubernamental.
Una economía en que la Presidencia del empleo suena verdaderamente a broma de pésimo gusto, cuando más de un millón de puestos de trabajo se han perdido, más los que se acumulen a diario durante los próximos años, es otro de los factores que están demoliendo el apoyo de los mexicanos a su gobierno; y por ello, creer que el triunfo aplastante del PRI es un signo positivo para ese partido es no entender las características de un “voto de castigo” que es el verdadero mensaje de lo que ocurrió en las urnas el pasado domingo.
Las vendettas implacables dentro de las filas de la “izquierda mexicana” han sido otro ejemplo demoledor de la falta de una verdadera ideología nacionalista y progresista, que le es ajena a esas feroces tribus de trepadores y oportunistas montados en ideologías que ni creen ni viven, ya que en el fondo y en la forma no son más que adoradores del poder, de la corrupción y del dinero fácil, sustentado todo ello en la manipulación de los grupos clientelares del comercio informal, el transporte irregular, la manipulación de la basura, la invasión de predios, la operación de giros negros y toda la gama de delitos y trinquetes, que hasta donde todos entendemos no tienen ni color ni ideología, y solamente cuentan para los efectos del botín y el latrocinio.
Las posibilidades de los grupos ciudadanos han quedado prácticamente reducidas a un mínimo simbólico, y por ello se expresó de alguna manera el rechazo de grupos intelectuales a esta cerrazón a través del voto nulo, que en la ciudad de México llegó a casi 11% y en el resto del país a poco más de 6%, lo cual no es nada desdeñable si se le agrega a la enorme abstención que se expresó en las urnas.
Si algún alma inocente piensa que los tiburones del poder van a entender los mensajes de repudio de la inmensa mayoría de los mexicanos, esa fantasía se va a enfrentar a una realidad desgarradora en los próximos meses y años, cuando veamos que no hay ni la menor intención de tocar los cimientos de la dictadura perfecta, que lo mismo puede ser de derecha que de izquierda o de todo lo contrario, mientras haya algún territorio de abuso y de enriquecimiento ilícito que pueda ser fruto para esos “próceres” de la vida pública.
La única opción real que existe en nuestro país es que la ineptitud y la corrupción de este sistema político se amalgamen a la crisis económica más grave que ha enfrentado México en los últimos 70 años, para que así los dueños del botín nacional tengan que ceder sus territorios de abuso infinito en la misma forma que ocurrió en los países de la cortina de hierro, cuando los gobiernos de la Unión Soviética y sus satélites quebraron estrepitosamente en su modelo económico y tuvieron que devolverle a la sociedad civil y a la ciudadanía los ámbitos de libertad económica y política que les habían arrebatado.
Esperemos que esa situación llegue lo más pronto posible para que el daño al país y a los mexicanos sea el menor.
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