martes, 14 de julio de 2009

USOS DE LA MAYORIA ABSOLUTA

JORGE ALCOCER VILLANUEVA

A reserva de las sentencias del TEPJF, el PRI tendrá 237 diputados en San Lázaro (47.4% de 500); el PVEM alcanza 22, que sumados a los del tricolor dan un total de 259, el 51.8% del total. ¿Para qué no sirve esa mayoría absoluta?No sirve para tener el control de la Junta de Coordinación Política (JCP) pues la ley exige mayoría absoluta de un partido, no de una coalición electoral o alianza legislativa. La JCP será presidida en forma anual y de manera escalonada por los coordinadores de los tres mayores grupos parlamentarios.No sirve para definir al presidente de la Mesa Directiva, pues la ley exige que sea electo por las dos terceras partes de los votos (333 de 500 diputados). Lo más probable es que la presidencia de la Mesa quede sujeta a la misma regla que la JCP.No sirve para quedarse con las presidencias y secretarías de las comisiones, pues la ley establece proporcionalidad en el reparto de las mismas.No sirve para superar el veto presidencial a la aprobación de leyes o decretos, pues la Constitución impone el voto calificado de las dos terceras partes para tal efecto (333).No sirve para la aprobación de reformas constitucionales, que requieren también del voto de las dos terceras partes. Incluso con una alianza más amplia (del tipo TUCAN = Todos Unidos Contra Acción Nacional) que obtuviese en San Lázaro las dos terceras partes, la minuta podría ser frenada en el Senado, donde el PAN sigue contando con 51 escaños (39.8% del total); sin sus votos no se alcanza la mayoría calificada.No sirve para elegir al secretario general de la Cámara de Diputados, pues éste debe ser electo por el voto de las dos terceras partes de los diputados presentes.No sirve para elegir a los tres consejeros electorales del Consejo General del IFE, que deberán renovarse en octubre de 2010, pues también se requiere del voto de las dos terceras partes.¿Para qué sirve sumar 259 diputados?Para aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación, con el riesgo de que, en ausencia de los votos del PAN, el Ejecutivo vete el decreto aprobado y la mayoría tenga que aceptar modificaciones, o que al final prevalezca la propuesta original del Presidente.Para aprobar nuevas leyes, o reformar las ya existentes. Pero en ausencia de los votos de los demás grupos parlamentarios se provocará el rechazo de las respectivas minutas en el Senado, en el que la suma del PRI y el PVEM alcanza 38 votos, frente a 90 de todos los demás grupos.En pocas palabras, que el PRI forme mayoría absoluta con el PVEM en San Lázaro rinde muy poco -o nada- y en cambio puede traer aparejados costos muy elevados. El primero de ellos es asumir los compromisos que, de manera casi abierta, el PVEM ha establecido con las dos empresas televisoras, que dispondrán en la bancada verde de sus propios representantes.Otro costo es que el uso de la mayoría absoluta, en contra del resto de los grupos parlamentarios (PAN, PRD, PT, PNA y Convergencia), conduzca al PRI al callejón de los pleitos, exhibiéndolo en el retorno de una de las prácticas más detestables de antaño: el mayoriteo.Un costo adicional sería dañar la relación que en el Senado han logrado establecer, a lo largo de la LX Legislatura, los tres mayores grupos parlamentarios. El mayoriteo en San Lázaro tendrá igual respuesta en Xicoténcatl, colocando a la bancada senatorial del PRI en una situación no sólo incómoda, sino insostenible. El caldo verde sale más caro que las albóndigas.El PRI puede leer los resultados del 5 de julio como una parcial y condicionada devolución de confianza por parte de la mayoría -relativa- del electorado; como un mandato para encabezar la construcción de acuerdos y encauzar soluciones en ambas Cámaras, junto con otros partidos y grupos parlamentarios. Como un aval para negociar, no para imponer.Los electores no entregaron a nadie mayoría absoluta; imponerla a partir de una alianza con el PVEM, sin más principios que la suma aritmética de curules, sería un mal augurio, una fuga a la nada.

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