La coyuntura nacional, recesión económica y crisis de inseguridad, era la peor para celebrar elecciones para un partido en el gobierno, así que era previsible la pérdida de participación electoral del PAN
La coyuntura nacional, recesión económica y crisis de inseguridad, era la peor para celebrar elecciones para un partido en el gobierno, así que era previsible la pérdida de participación electoral del PAN. Sin embargo, los resultados de los comicios del domingo pasado arrojaron peores resultados de los esperados para el blanquiazul y mejores para el PRI y el PVEM. Para esto se conjugaron varios factores que incluyen los errores de azules y amarillos y los aciertos de tricolores y verdes. La división interna del PRD y la intransigencia de su ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, ya lo habían dejado fuera de cualquier posibilidad de cosechar, al menos una parte, de los votos que perdiera el partido gobernante. Es decir, si de inicio se sabía que en la actual situación necesariamente habría un traslado de votos del partido gobernante hacia la oposición, la deplorable coyuntura interna del partido del sol azteca, en lo particular, y la izquierda en lo general, lo sacaban en automático del reparto. Así el PRD se preocupó más por tratar de contener su propia caída, más que de incrementar su participación. PT y Convergencia, que participaron en la Coalición por el Bien de Todos, en cambio simplemente se preocupaban por conservar su registro y, obviamente, a costa de restarle votos al PRD, no al resto de los partidos, es decir, modificar el reparto de votos dentro de la izquierda, pero no sumar votos. En este sentido el resultado muestra con claridad el desplome de la izquierda, los tres partidos apenas sumaron, de acuerdo a los resultados del Programa de Resultados Electorales Preliminares, 6.25 millones de votos, que es prácticamente la mitad de lo que habían alcanzado hace apenas tres años, cuando la CPBT recibió 12.01 millones de votos. Y el PRD, en lo individual, recibió 3.4 millones menos que en 1997 y medio millón menos que en 2003. Por su parte, los blanquiazules perdieron el 31.2 por ciento de los votos con respecto a la elección de 2006, siempre comparando las elecciones de diputados, aunque obtuvieron 1.3 millones más que hace seis años y casi 2 millones más que en 1997. Sin embargo, la debacle blanquiazul realmente se consumó en las elecciones locales, donde se perdieron todos los corredores azules. A nivel de gubernatura perdieron Querétaro y San Luis Potosí que se consideraban sus bastiones; y a nivel de alcaldías Naucalpan, Huixquilucan, Cuautitlán Izcalli y Toluca, en el Estado de México; Guadalajara, en Jalisco; y Cuernavaca, en Morelos, entre otras. En este caso, al menos una buena parte del problema se ubica en la mala selección de sus candidatos y el caso más emblemático es el de San Luis Potosí, pues el candidato panista fue impuesto por el Presidente Felipe Calderón y el dirigente nacional, Germán Martínez, lo que provocó rupturas internas y, finalmente, se tradujo en la derrota en los comicios constitucionales. Pero en Nuevo León también hubo conflictos que jamás se pudieron superar. Pero esta ha sido la regla en las elecciones estatales, el PAN ha venido perdiendo una tras otras las gubernaturas, por las imposiciones nacionales, como fue el caso también muy sonado de Yucatán, y realmente la única excepción es Sonora, donde de último momento, y según la percepción generalizada, gracias a la tragedia de la guardería, el candidato panista logró sacar el triunfo y salvar el honor del panismo, que rescató una de las 6 gubernaturas. Vale la pena recordar que en la última reforma a los estatutos del PAN se estableció, como una vía para la nominación de candidatos, la designación directa por parte del Comité Ejecutivo Nacional y ésta fue la vía que se siguió en la gran mayoría de las candidaturas. Así que a la mala coyuntura nacional se le sumaron sus errores y los candidatos a gobernador en lugar de ayudarles a sumar votos para los diputados, les hicieron perder otros más, con el consiguiente impacto en la conformación de la Cámara de Diputados. Mientras tanto, del lado de la coalición ganadora, PRI-PVEM, entre los dos lograron incrementar su votación con respecto al 2006 en poco más de tres millones de votos, que representan un incremento de 26.5 por ciento. Así mientras sus opositores disminuían sus votos, ellos los aumentaban. Y con relación al 2003, los incrementaron en casi 5 millones de votos y el PRI, superó en un millón de votos los obtenidos en 1997 y se quedó a 1.4 millones de alcanzar la votación que logró en el año 2000, última elección en la que participó solo. Pero el PVEM muestra una situación similar, pues aumentó en 114 por ciento los votos que obtuvo por sí mismo en 2003. Así su estrategia mediática nuevamente les funcionó en esta ocasión ofreciendo reformas imposibles de implementar, como la pena de muerte, los vales para medicinas y las becas para estudiantes, pero que como partido de vocación minoritario puede hacerlo, pues nunca estará en posición de que los electores se lo reclamen. Mientras tanto, en el PRI la apuesta de Beatriz Paredes fue la de delegar todo a los gobernadores priistas, tanto la facultad de designar, o al menos vetar, a los candidatos, particularmente en las cuatro entidades gobernadas por los tricolores en las que se elegía gobernador; como la responsabilidad de sacarlos adelante. En los casos en los que el PRI era oposición recurrió a cuadros probados de su partido. Esa fue la vía para el arrollador regreso priista que lo deja con alrededor de 235 diputados y que junto con los alrededor de 20 que obtendrá el PVEM, lo sitúan en mayoría absoluta de la Cámara de Diputados; mientras el PAN se queda con poco más de 140 diputados, por debajo de la tercera parte de los diputados; y el PRD, con poco más de 70, muy por debajo de los 97 que obtuvieron en 2003. El resultado coloca a Calderón en el peor de los escenarios posibles, pues tendrá necesariamente que negociar en condiciones de debilidad con el PRI, pues lo necesita irremediablemente para aprobar las reformas legales. Y, obviamente, el presidente no tendrá poder de veto del presupuesto, única atribución del Congreso que es facultad exclusiva de la Cámara de Diputados, pues su partido no alcanzó los 167 diputados que como mínimo requiere para garantizar que la oposición no alcanza las dos terceras partes necesarias para revertir un veto. Calderón tiene dos opciones: cogobernar con el PRI o, en los hechos, concluir anticipadamente su sexenio y dedicarse a sobrellevar los tres años restantes. Este escenario también coloca al PRI en una posición privilegiada para dirigir el presupuesto en beneficio de sus gobernadores y, obviamente, los más favorecidos serán aquéllos que cuenten con bancadas más grandes: Estado de México y Veracruz, entre otros. Así aunque las elecciones presidenciales y las intermedias son totalmente distintas, la carrera por la sucesión de 2012 inicia con una clara ventaja para los tricolores, particularmente por el desplome de sus principales contendientes.
La coyuntura nacional, recesión económica y crisis de inseguridad, era la peor para celebrar elecciones para un partido en el gobierno, así que era previsible la pérdida de participación electoral del PAN. Sin embargo, los resultados de los comicios del domingo pasado arrojaron peores resultados de los esperados para el blanquiazul y mejores para el PRI y el PVEM. Para esto se conjugaron varios factores que incluyen los errores de azules y amarillos y los aciertos de tricolores y verdes. La división interna del PRD y la intransigencia de su ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, ya lo habían dejado fuera de cualquier posibilidad de cosechar, al menos una parte, de los votos que perdiera el partido gobernante. Es decir, si de inicio se sabía que en la actual situación necesariamente habría un traslado de votos del partido gobernante hacia la oposición, la deplorable coyuntura interna del partido del sol azteca, en lo particular, y la izquierda en lo general, lo sacaban en automático del reparto. Así el PRD se preocupó más por tratar de contener su propia caída, más que de incrementar su participación. PT y Convergencia, que participaron en la Coalición por el Bien de Todos, en cambio simplemente se preocupaban por conservar su registro y, obviamente, a costa de restarle votos al PRD, no al resto de los partidos, es decir, modificar el reparto de votos dentro de la izquierda, pero no sumar votos. En este sentido el resultado muestra con claridad el desplome de la izquierda, los tres partidos apenas sumaron, de acuerdo a los resultados del Programa de Resultados Electorales Preliminares, 6.25 millones de votos, que es prácticamente la mitad de lo que habían alcanzado hace apenas tres años, cuando la CPBT recibió 12.01 millones de votos. Y el PRD, en lo individual, recibió 3.4 millones menos que en 1997 y medio millón menos que en 2003. Por su parte, los blanquiazules perdieron el 31.2 por ciento de los votos con respecto a la elección de 2006, siempre comparando las elecciones de diputados, aunque obtuvieron 1.3 millones más que hace seis años y casi 2 millones más que en 1997. Sin embargo, la debacle blanquiazul realmente se consumó en las elecciones locales, donde se perdieron todos los corredores azules. A nivel de gubernatura perdieron Querétaro y San Luis Potosí que se consideraban sus bastiones; y a nivel de alcaldías Naucalpan, Huixquilucan, Cuautitlán Izcalli y Toluca, en el Estado de México; Guadalajara, en Jalisco; y Cuernavaca, en Morelos, entre otras. En este caso, al menos una buena parte del problema se ubica en la mala selección de sus candidatos y el caso más emblemático es el de San Luis Potosí, pues el candidato panista fue impuesto por el Presidente Felipe Calderón y el dirigente nacional, Germán Martínez, lo que provocó rupturas internas y, finalmente, se tradujo en la derrota en los comicios constitucionales. Pero en Nuevo León también hubo conflictos que jamás se pudieron superar. Pero esta ha sido la regla en las elecciones estatales, el PAN ha venido perdiendo una tras otras las gubernaturas, por las imposiciones nacionales, como fue el caso también muy sonado de Yucatán, y realmente la única excepción es Sonora, donde de último momento, y según la percepción generalizada, gracias a la tragedia de la guardería, el candidato panista logró sacar el triunfo y salvar el honor del panismo, que rescató una de las 6 gubernaturas. Vale la pena recordar que en la última reforma a los estatutos del PAN se estableció, como una vía para la nominación de candidatos, la designación directa por parte del Comité Ejecutivo Nacional y ésta fue la vía que se siguió en la gran mayoría de las candidaturas. Así que a la mala coyuntura nacional se le sumaron sus errores y los candidatos a gobernador en lugar de ayudarles a sumar votos para los diputados, les hicieron perder otros más, con el consiguiente impacto en la conformación de la Cámara de Diputados. Mientras tanto, del lado de la coalición ganadora, PRI-PVEM, entre los dos lograron incrementar su votación con respecto al 2006 en poco más de tres millones de votos, que representan un incremento de 26.5 por ciento. Así mientras sus opositores disminuían sus votos, ellos los aumentaban. Y con relación al 2003, los incrementaron en casi 5 millones de votos y el PRI, superó en un millón de votos los obtenidos en 1997 y se quedó a 1.4 millones de alcanzar la votación que logró en el año 2000, última elección en la que participó solo. Pero el PVEM muestra una situación similar, pues aumentó en 114 por ciento los votos que obtuvo por sí mismo en 2003. Así su estrategia mediática nuevamente les funcionó en esta ocasión ofreciendo reformas imposibles de implementar, como la pena de muerte, los vales para medicinas y las becas para estudiantes, pero que como partido de vocación minoritario puede hacerlo, pues nunca estará en posición de que los electores se lo reclamen. Mientras tanto, en el PRI la apuesta de Beatriz Paredes fue la de delegar todo a los gobernadores priistas, tanto la facultad de designar, o al menos vetar, a los candidatos, particularmente en las cuatro entidades gobernadas por los tricolores en las que se elegía gobernador; como la responsabilidad de sacarlos adelante. En los casos en los que el PRI era oposición recurrió a cuadros probados de su partido. Esa fue la vía para el arrollador regreso priista que lo deja con alrededor de 235 diputados y que junto con los alrededor de 20 que obtendrá el PVEM, lo sitúan en mayoría absoluta de la Cámara de Diputados; mientras el PAN se queda con poco más de 140 diputados, por debajo de la tercera parte de los diputados; y el PRD, con poco más de 70, muy por debajo de los 97 que obtuvieron en 2003. El resultado coloca a Calderón en el peor de los escenarios posibles, pues tendrá necesariamente que negociar en condiciones de debilidad con el PRI, pues lo necesita irremediablemente para aprobar las reformas legales. Y, obviamente, el presidente no tendrá poder de veto del presupuesto, única atribución del Congreso que es facultad exclusiva de la Cámara de Diputados, pues su partido no alcanzó los 167 diputados que como mínimo requiere para garantizar que la oposición no alcanza las dos terceras partes necesarias para revertir un veto. Calderón tiene dos opciones: cogobernar con el PRI o, en los hechos, concluir anticipadamente su sexenio y dedicarse a sobrellevar los tres años restantes. Este escenario también coloca al PRI en una posición privilegiada para dirigir el presupuesto en beneficio de sus gobernadores y, obviamente, los más favorecidos serán aquéllos que cuenten con bancadas más grandes: Estado de México y Veracruz, entre otros. Así aunque las elecciones presidenciales y las intermedias son totalmente distintas, la carrera por la sucesión de 2012 inicia con una clara ventaja para los tricolores, particularmente por el desplome de sus principales contendientes.
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