En memoria de Pablo Latapí Sarre, Grande de México.
La entrevista ocuparía un lugar distinguido en cualquier antología del discurso falacioso y mañoso. Fue concedida por José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que aspira a ser ministro de la Suprema Corte.
Liliana Alcántara y Thelma Gómez le hicieron al doctor Soberanes una larga entrevista (El Universal, 3 de agosto del 2009). En ella se presenta como paladín de la objetividad porque cuando habla, dice, tiene un "expediente" respaldándolo. "No puedo actuar por ocurrencias, imaginaciones, creencias o suposiciones". Sin embargo, sus afirmaciones están preñadas de imprecisiones.
Pongo, como ejemplo, el papel que se atribuye en la respuesta oficial a la tragedia de los desaparecidos. "En un año sacamos una recomendación que nadie había hecho en 10 años. Se hizo la investigación y después emitimos la recomendación" de la cual nació, el 27 de noviembre del 2001, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp). Falso. Manipula las fechas. Soberanes fue nombrado en noviembre de 1999 y reactivó la investigación sobre las desapariciones cuando Reforma publicó, en julio del 2001, un reportaje sobre el abandono en el que la CNDH tenía ese programa.
La Femospp fracasó y Soberanes la puso como ejemplo de la "negligencia" y la impunidad. Al asegurarlo, las reporteras le preguntaron por qué tardó tanto en hacer esa crítica. Su respuesta fue: "porque he estado esperando a ver si había resultados". Una excusa absurda, ya que Felipe Calderón desapareció a la Femospp en marzo del 2007; en otras palabras, se esperó dos años y cinco meses.
Para enaltecer su gestión, descalifica a los otros. Sobre los organismos de la sociedad civil que lo critican dice: "a ellos no les preocupan las violaciones a los derechos humanos, sino cómo hacerse de esta Comisión. Ahora están muy preocupados por el relevo, y quieren influir, ser los grandes electores, tomar la decisión y uno de ellos hacerse de mi silla".
Después arrasa con todas las "di- recciones..., subsecretarías y subprocuradurías" del gobierno federal dedicadas a los derechos humanos; las acusa de servir "de tapadera" y de ser "como los gatitos" que "entierran sus porquerías". Desbocado, culpa a "la Defensa Nacional" de "hacer una campaña en contra de nosotros"; tacha al procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, de ser "el caso más patético"; y a la Secretaría de Relaciones Exteriores la califica de "vergüenza". Es posible que Soberanes tenga algo de razón, pero un ombudsman no lanza afirmaciones tan graves sin sustentarlas.
Es, además, inconsistente. Después de su desahogo contra el gobierno federal, baja el tono y ronronea cuando enjuicia a Felipe Calderón; confiesa tener "sentimientos encontrados. Por un lado, sí lo apoyo; por otro, sí hay muchas cosas que podría hacer mejor". Tanto recato, tanta mesura, podrían deberse a sus aspiraciones: "por supuesto que me gustaría llegar a la [Suprema] Corte, pero eso no depende de mí. Depende del Presidente y de los senadores. Si el Presidente no quiere, no llego".
Podría seguir hilvanando párrafos sobre los casi 10 años de Soberanes; prefiero subrayar la urgencia de una evaluación que revise la forma en que manejó el dinero público recibido. Entre el 2000 y el 2008 la CNDH casi duplicó su presupuesto en términos reales. Cuando se revisan las partidas, brinca el incremento en el pago de estímulos a funcionarios: la partida estaba en ceros antes de que llegara al cargo y en el 2008 repartió 92.3 millones de pesos, el 11 por ciento del presupuesto ejercido. Ese año, la CNDH estuvo entre las seis dependencias federales más generosas con sus funcionarios.
José Luis Soberanes lanza exabruptos sin sustento, maneja como quiere sus presupuestos y manosea los derechos humanos, porque no tiene quien lo controle. El Consejo Ciudadano de la CNDH se caracteriza por la mansedumbre con el titular, y cuatro de sus 10 consejeros arrastran un déficit de legalidad: rebasaron su periodo porque la comisión senatorial respectiva ¡no se reúne desde noviembre del 2007! La displicencia del Senado es tan notable, que jamás le han hecho una auditoría integral. El pasmo de la Cámara alta se debe, para algunos, a la ineptitud de la Comisión de Derechos Humanos presidida por la izquierda; otros aseguran que es el resultado de las complicidades entre el PAN, el PRI y Soberanes.
En unos meses Soberanes será finalmente sustituido. He seguido durante 10 años su desempeño y tengo evidencia para asegurar que ha sido un ombudsman caro e inútil. Ahora bien, si incluimos en la ecuación la mediocridad y mezquindad de nuestra clase política, tal vez esos atributos lo califiquen para que Felipe Calderón y la mayoría del Senado lo coloquen, a finales de este año, como nuevo integrante de la Suprema Corte. Así andamos.
La entrevista ocuparía un lugar distinguido en cualquier antología del discurso falacioso y mañoso. Fue concedida por José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que aspira a ser ministro de la Suprema Corte.
Liliana Alcántara y Thelma Gómez le hicieron al doctor Soberanes una larga entrevista (El Universal, 3 de agosto del 2009). En ella se presenta como paladín de la objetividad porque cuando habla, dice, tiene un "expediente" respaldándolo. "No puedo actuar por ocurrencias, imaginaciones, creencias o suposiciones". Sin embargo, sus afirmaciones están preñadas de imprecisiones.
Pongo, como ejemplo, el papel que se atribuye en la respuesta oficial a la tragedia de los desaparecidos. "En un año sacamos una recomendación que nadie había hecho en 10 años. Se hizo la investigación y después emitimos la recomendación" de la cual nació, el 27 de noviembre del 2001, la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp). Falso. Manipula las fechas. Soberanes fue nombrado en noviembre de 1999 y reactivó la investigación sobre las desapariciones cuando Reforma publicó, en julio del 2001, un reportaje sobre el abandono en el que la CNDH tenía ese programa.
La Femospp fracasó y Soberanes la puso como ejemplo de la "negligencia" y la impunidad. Al asegurarlo, las reporteras le preguntaron por qué tardó tanto en hacer esa crítica. Su respuesta fue: "porque he estado esperando a ver si había resultados". Una excusa absurda, ya que Felipe Calderón desapareció a la Femospp en marzo del 2007; en otras palabras, se esperó dos años y cinco meses.
Para enaltecer su gestión, descalifica a los otros. Sobre los organismos de la sociedad civil que lo critican dice: "a ellos no les preocupan las violaciones a los derechos humanos, sino cómo hacerse de esta Comisión. Ahora están muy preocupados por el relevo, y quieren influir, ser los grandes electores, tomar la decisión y uno de ellos hacerse de mi silla".
Después arrasa con todas las "di- recciones..., subsecretarías y subprocuradurías" del gobierno federal dedicadas a los derechos humanos; las acusa de servir "de tapadera" y de ser "como los gatitos" que "entierran sus porquerías". Desbocado, culpa a "la Defensa Nacional" de "hacer una campaña en contra de nosotros"; tacha al procurador general de la República, Eduardo Medina Mora, de ser "el caso más patético"; y a la Secretaría de Relaciones Exteriores la califica de "vergüenza". Es posible que Soberanes tenga algo de razón, pero un ombudsman no lanza afirmaciones tan graves sin sustentarlas.
Es, además, inconsistente. Después de su desahogo contra el gobierno federal, baja el tono y ronronea cuando enjuicia a Felipe Calderón; confiesa tener "sentimientos encontrados. Por un lado, sí lo apoyo; por otro, sí hay muchas cosas que podría hacer mejor". Tanto recato, tanta mesura, podrían deberse a sus aspiraciones: "por supuesto que me gustaría llegar a la [Suprema] Corte, pero eso no depende de mí. Depende del Presidente y de los senadores. Si el Presidente no quiere, no llego".
Podría seguir hilvanando párrafos sobre los casi 10 años de Soberanes; prefiero subrayar la urgencia de una evaluación que revise la forma en que manejó el dinero público recibido. Entre el 2000 y el 2008 la CNDH casi duplicó su presupuesto en términos reales. Cuando se revisan las partidas, brinca el incremento en el pago de estímulos a funcionarios: la partida estaba en ceros antes de que llegara al cargo y en el 2008 repartió 92.3 millones de pesos, el 11 por ciento del presupuesto ejercido. Ese año, la CNDH estuvo entre las seis dependencias federales más generosas con sus funcionarios.
José Luis Soberanes lanza exabruptos sin sustento, maneja como quiere sus presupuestos y manosea los derechos humanos, porque no tiene quien lo controle. El Consejo Ciudadano de la CNDH se caracteriza por la mansedumbre con el titular, y cuatro de sus 10 consejeros arrastran un déficit de legalidad: rebasaron su periodo porque la comisión senatorial respectiva ¡no se reúne desde noviembre del 2007! La displicencia del Senado es tan notable, que jamás le han hecho una auditoría integral. El pasmo de la Cámara alta se debe, para algunos, a la ineptitud de la Comisión de Derechos Humanos presidida por la izquierda; otros aseguran que es el resultado de las complicidades entre el PAN, el PRI y Soberanes.
En unos meses Soberanes será finalmente sustituido. He seguido durante 10 años su desempeño y tengo evidencia para asegurar que ha sido un ombudsman caro e inútil. Ahora bien, si incluimos en la ecuación la mediocridad y mezquindad de nuestra clase política, tal vez esos atributos lo califiquen para que Felipe Calderón y la mayoría del Senado lo coloquen, a finales de este año, como nuevo integrante de la Suprema Corte. Así andamos.
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