En el Presupuesto de Egresos en el año 2006, 86% correspondió al gasto corriente, es decir, al pago de sueldos y honorarios de millones y más millones de burócratas, uno más ineficiente que el otro, al servicio del Estado.
Es bien sabido que las empresas mexicanas monopólicas o cuasi monopólicas pagan impuestos escandalosamente bajos si se toma en cuenta el nivel de ingresos obtenidos de fuentes nacionales e internacionales. ¿Evasión fiscal? No, por supuesto que no…, se trata de una bien urdida estrategia de elusión tributaria para pagar cantidades insignificantes de impuestos de cara a la ley… Si además de lo anterior tomamos en cuenta que existen 12.5 millones de mexicanos en la economía informal y que, por lo mismo, escasamente contribuyen al financiamiento del gasto público, sin olvidar a las decenas de miles de empresas pequeñas o medianas que practican a gran escala una abierta evasión fiscal, es claro que los impuestos recaudados por México en proporción al PIB son alarmantemente bajos si se les compara con algunos países del Cono Sur. La base de contribuyentes ha registrado crecimientos insignificantes en los últimos años, lo cual evidencia una falta de controles administrativos para detectar los ingresos obtenidos por contribuyentes, registrados o no, como acontece en otros países en donde cada operación comercial es captada por sofisticados sistemas administrativos de control de obligaciones fiscales, que anteriormente existían en México hasta que los técnicos fueron sustituidos por políticos ajenos a la carrera civil hacendaria.
Lo anteriormente expuesto adquiere tintes de verdadera preocupación si a la insignificante recaudación tributaria, se suma el hecho de la incapacidad del gobierno para gastar inteligentemente los escasos ingresos recaudados. Baste dejar en claro que en el Presupuesto de Egresos en el año 2006, 86% correspondió al gasto corriente, es decir, al pago de sueldos y honorarios de millones y más millones de burócratas, uno más ineficiente que el otro, al servicio del Estado. “Es evidente que el gasto no se canaliza a los llamados bienes de capital, es decir a las obras de construcción y al aumento y mejoramiento de la maquinaria y el equipo esenciales para alcanzar un mayor crecimiento económico” (ver México, crisis social de un modelo económico. José Luis de la Cruz Gallegos, Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México). ¿Cómo hablar de crecimiento económico cuando el Presupuesto federal de Egresos es consumido por el gasto corriente, por las aberrantes prestaciones burocráticas y por la deuda pública que reclama aproximadamente el uso de 182 mil millones de pesos (el doble del presupuesto de ingresos estimados para el Distrito Federal en 2006), de los cuales 172 mil millones corresponden a intereses, mil 700 millones a comisiones y siete mil 800 millones a gastos? Aún hay más, “debe puntualizarse que más de 16 mil millones de dólares anuales del presupuesto federal se están destinando tan sólo al pago de los intereses de la deuda, es decir, con 182 mil millones de pesos al año ni siquiera se espera una reducción del monto del endeudamiento: esos recursos financieros únicamente cubren los intereses.” (ídem) ¿Cuándo acabaremos de pagar sobre esta base? ¿Y la construcción de obras de infraestructura y la inversión de bienes de capital..?
Por si lo anterior fuera insuficiente, el presupuesto contempla 37 mil millones de pesos al año destinados al rescate bancario derivado del quebranto económico de 1995, miles de millones que, por supuesto, no están canalizados al sector productivo ni impulsarán el crecimiento económico ni se destinarán a la construcción y el equipamiento de tecnológicos a lo largo y ancho del país, estrategia que fue una de las claves del meteórico desarrollo económico asiático. El Presupuesto de Egresos no está diseñado para crecer económica y culturalmente, sino para sepultarnos en el inmovilismo y, por ende, en la desesperante mediocridad…
En síntesis, si la recaudación es insignificante en relación con el PIB, y la crisis tributaria que se acentúa porque el Congreso se niega a universalizar e incrementar el IVA con todas sus evidentes ventajas y, por otra parte, 95% del presupuesto se destina a gasto corriente, al sueldo de los burócratas, incluidas las escandalosas prestaciones de los legisladores, a la deuda externa y la interna, ¿de dónde vamos a sacar los recursos para generar el crecimiento económico que el país demanda a gritos cada día más audibles y desesperados?
Una de las soluciones se encuentran en la apertura audaz e inteligente de la industria petrolera y la eléctrica. Los estudios actuales confirman que con la sola apertura petrolera, como acontece en 99.99% de los países del orbe, se captarían 600 mil millones de dólares en tan sólo ocho años, con lo cual se podrían amortizar las deudas y utilizar el Presupuesto federal de Egresos en una herramienta colosal para rescatar de la miseria a millones de mexicanos y cancelar la posibilidad de una efervescencia social previsible en el corto plazo.
De un presupuesto devorado por la deuda, por los salarios burocráticos, por los subsidios, por el IFE, por el costo de las campañas electorales, sólo podemos esperar la inmovilidad económica y de ahí todas las consecuencias sociales de las que nadie quiere acordarse…
Es bien sabido que las empresas mexicanas monopólicas o cuasi monopólicas pagan impuestos escandalosamente bajos si se toma en cuenta el nivel de ingresos obtenidos de fuentes nacionales e internacionales. ¿Evasión fiscal? No, por supuesto que no…, se trata de una bien urdida estrategia de elusión tributaria para pagar cantidades insignificantes de impuestos de cara a la ley… Si además de lo anterior tomamos en cuenta que existen 12.5 millones de mexicanos en la economía informal y que, por lo mismo, escasamente contribuyen al financiamiento del gasto público, sin olvidar a las decenas de miles de empresas pequeñas o medianas que practican a gran escala una abierta evasión fiscal, es claro que los impuestos recaudados por México en proporción al PIB son alarmantemente bajos si se les compara con algunos países del Cono Sur. La base de contribuyentes ha registrado crecimientos insignificantes en los últimos años, lo cual evidencia una falta de controles administrativos para detectar los ingresos obtenidos por contribuyentes, registrados o no, como acontece en otros países en donde cada operación comercial es captada por sofisticados sistemas administrativos de control de obligaciones fiscales, que anteriormente existían en México hasta que los técnicos fueron sustituidos por políticos ajenos a la carrera civil hacendaria.
Lo anteriormente expuesto adquiere tintes de verdadera preocupación si a la insignificante recaudación tributaria, se suma el hecho de la incapacidad del gobierno para gastar inteligentemente los escasos ingresos recaudados. Baste dejar en claro que en el Presupuesto de Egresos en el año 2006, 86% correspondió al gasto corriente, es decir, al pago de sueldos y honorarios de millones y más millones de burócratas, uno más ineficiente que el otro, al servicio del Estado. “Es evidente que el gasto no se canaliza a los llamados bienes de capital, es decir a las obras de construcción y al aumento y mejoramiento de la maquinaria y el equipo esenciales para alcanzar un mayor crecimiento económico” (ver México, crisis social de un modelo económico. José Luis de la Cruz Gallegos, Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México). ¿Cómo hablar de crecimiento económico cuando el Presupuesto federal de Egresos es consumido por el gasto corriente, por las aberrantes prestaciones burocráticas y por la deuda pública que reclama aproximadamente el uso de 182 mil millones de pesos (el doble del presupuesto de ingresos estimados para el Distrito Federal en 2006), de los cuales 172 mil millones corresponden a intereses, mil 700 millones a comisiones y siete mil 800 millones a gastos? Aún hay más, “debe puntualizarse que más de 16 mil millones de dólares anuales del presupuesto federal se están destinando tan sólo al pago de los intereses de la deuda, es decir, con 182 mil millones de pesos al año ni siquiera se espera una reducción del monto del endeudamiento: esos recursos financieros únicamente cubren los intereses.” (ídem) ¿Cuándo acabaremos de pagar sobre esta base? ¿Y la construcción de obras de infraestructura y la inversión de bienes de capital..?
Por si lo anterior fuera insuficiente, el presupuesto contempla 37 mil millones de pesos al año destinados al rescate bancario derivado del quebranto económico de 1995, miles de millones que, por supuesto, no están canalizados al sector productivo ni impulsarán el crecimiento económico ni se destinarán a la construcción y el equipamiento de tecnológicos a lo largo y ancho del país, estrategia que fue una de las claves del meteórico desarrollo económico asiático. El Presupuesto de Egresos no está diseñado para crecer económica y culturalmente, sino para sepultarnos en el inmovilismo y, por ende, en la desesperante mediocridad…
En síntesis, si la recaudación es insignificante en relación con el PIB, y la crisis tributaria que se acentúa porque el Congreso se niega a universalizar e incrementar el IVA con todas sus evidentes ventajas y, por otra parte, 95% del presupuesto se destina a gasto corriente, al sueldo de los burócratas, incluidas las escandalosas prestaciones de los legisladores, a la deuda externa y la interna, ¿de dónde vamos a sacar los recursos para generar el crecimiento económico que el país demanda a gritos cada día más audibles y desesperados?
Una de las soluciones se encuentran en la apertura audaz e inteligente de la industria petrolera y la eléctrica. Los estudios actuales confirman que con la sola apertura petrolera, como acontece en 99.99% de los países del orbe, se captarían 600 mil millones de dólares en tan sólo ocho años, con lo cual se podrían amortizar las deudas y utilizar el Presupuesto federal de Egresos en una herramienta colosal para rescatar de la miseria a millones de mexicanos y cancelar la posibilidad de una efervescencia social previsible en el corto plazo.
De un presupuesto devorado por la deuda, por los salarios burocráticos, por los subsidios, por el IFE, por el costo de las campañas electorales, sólo podemos esperar la inmovilidad económica y de ahí todas las consecuencias sociales de las que nadie quiere acordarse…
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