miércoles, 5 de agosto de 2009

CULTO A LA RAZÓN

SERGIO AGUAYO QUESADA

En memoria de Kristian Bernal.
Y sin embargo cambiamos. La tupida red de intereses creados tiene resquicios, por los que la razón cumple con su labor de zapa civilizatoria.A lo largo de la semana pasada, Ignacio Alvarado y Evangelina Hernández publicaron en El Universal una investigación sobre los programas federales de subsidios al campo. Las revelaciones de que Procampo ha venido subsidiando a personas ligadas a los cárteles, a políticos y a parientes de poderosos fueron las que tuvieron el mayor impacto.Pero, lo verdaderamente escandaloso, fue el mensaje sobre la inequidad y opacidad de los programas federales que benefician, principalmente, a los agricultores más ricos (acorde con www.subsidiosalcampo.org.mx, 1 por ciento de los beneficiarios de Procampo e Ingreso Objetivo han recibido el 23 por ciento del dinero de 1994 a 2008) y a entidades con agricultura de exportación. En resumen, las políticas oficiales no han mitigado la pobreza; han fortalecido la desigualdad en la distribución de la riqueza, porque han sido atrapadas por los grupos de interés político y económico que dominan al país.
La información es poder y la difusión del conocimiento muestra una saludable democratización. Hace más de una década ni siquiera conocíamos los ingresos de los presidentes, y ahora brotan por doquier los borbotones de cifras y nombres. Para que la información sea social y políticamente significativa debe ser procesada y traducida, lo que conduce a otra lección, dejada por la serie antes mencionada.
En el monitoreo de los programas federales de subsidio al campo, se ha conformado una alianza informal de académicos eruditos, organismos civiles comprometidos y grupos campesinos. Entre otros, Libby Haight y Miguel Pulido de Fundar, Víctor Suárez de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y Jonathan Fox de la Universidad de California, Santa Cruz; el equipo de Gesoc, los investigadores Antonio Yunez de El Colegio de México y Mauricio Merino y John Scott del Centro de Investigación y Docencia Económicas. Su mérito está en aprovecharse de la mayor transparencia en la información del gobierno federal para recuperar, analizar y ofrecer estudios bien fundamentados, con el propósito explícito de informar e influir en las políticas públicas.
También se advierte un cambio en las actitudes. En lugar de quedarse a esperar que algún funcionario iluminado rescate de las bibliotecas el producto de su trabajo, los académicos y activistas promueven su visión a los medios de comunicación. Con frecuencia tienen éxito, porque algunos medios están trascendiendo a ese periodismo arcaico basado en declaraciones y se arriesgan a invertir en reportajes sobre temas complejos y áridos. Es hasta cierto punto inevitable que los medios todavía busquen el ángulo más golpeador; el escándalo es un género gustador.
El impacto sobre la realidad es limitado, porque quienes gobiernan hacen lo posible por negar o evadir las realidades que les resultan incómodas; un ejemplo notable es Alberto Cárdenas, actual secretario de Agricultura. Lo hacen porque su formación es defectuosa y desigual y porque hay una resistencia enorme a reconocer los errores; en este caso los programas fueron mal diseñados y han estado mal instrumentados. Pero la razón de fondo está en esa barrera infranqueable, formada por la red de intereses creados, que han encontrado en el control de los presupuestos una forma de incrementar su riqueza. Y entre los guardianes más feroces de esta muralla estaría un buen número de gobiernos estatales, que se destacan por su ineficacia y opacidad.
Uno de los rasgos de la Ilustración fue la exaltación de la razón, porque con ella se desmontaría lo arcaico y se construirían la igualdad y la libertad. Los revolucionarios franceses llegaron al extremo de crear el culto a la razón y hasta se inventaron a una deidad femenina con ese nombre. Desde entonces, lo racional se ha convertido en el principal legitimador de la vida pública. Desafortunadamente, el ejercicio del poder frecuentemente se construye sobre la sinrazón, y Bárbara Tuchman, para demostrarlo, ha escrito un espléndido libro (The March of Folly: From Troy to Vietnam).
Vistas así las cosas, México está fracturado por el lugar que debe tener la razón. Quienes empujamos transformaciones a fondo nos aferramos al poder de convencimiento asociado al conocimiento sustentado en hechos y acontecimientos. Quienes se oponen recurren a diversos métodos que tienen, en su base, la defensa de los intereses creados. El cambio verdadero llegará cuando uno de los grandes partidos o las fuerzas sociales en construcción sustituyan, en el diseño de las políticas públicas, la adoración de la mediocridad y la mentira con el culto a la razón.Colaboraron con esta columna Alberto Serdán Rosales y Stalin Muñoz. Incluí en mi página un estudio de Mauricio Merino y la liga a la página de Fundar.

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