miércoles, 19 de agosto de 2009

¡FUTBOL SÍ, MENTIRAS NO!

ALEJANDRO GERTZ MANERO

La euforia desatada por el segundo triunfo de la Selección Mexicana de futbol frente a la de Estados Unidos fue un refrendo nacional de la necesidad que tiene la inmensa mayoría de la población de incrementar su autoestima a través de éxitos comunitarios que nos devuelvan la fe y el orgullo que hemos perdido, en razón de tantos fracasos que no le pueden ser atribuidos a nuestra comunidad, que se halla indefensa frente a los abusos y las torpezas de quienes gobiernan o manejan los grandes rubros de la economía, del empleo, de la seguridad y de la educación.
Lamentablemente la fiesta se empañó con excesos y atropellos que también exhibieron el rencor acumulado y la necesidad compulsiva de ofender, como retaliación de tantas agresiones y de tantas humillaciones; pero la imagen de un pueblo hambriento de identidad y de orgullo debemos tenerla muy clara para no perder de vista que todos los factores de unión deben ser promovidos y los de división soslayados hasta el límite de lo posible.
En el aspecto específico de la seguridad y de la guerra contra la delincuencia, debemos insistir en todos los foros en la inutilidad de proyectos mal diagnosticados y peor ejecutados, que no quieren entender en dónde se encuentra el fenómeno delictivo y cómo es indispensable enfrentarlo para reducirlo y acotarlo sometiendo a la delincuencia a un control razonable y a un verdadero sistema de prevención y sanción que realmente funcione.
Al respecto y para que no existan dudas, la encuesta sobre criminalidad en 2008 del CIDE, que es una institución académica de amplísimo reconocimiento, nos señala en sus gráficas que en el área metropolitana y en su zona conurbada en el estado de México durante 2008 la incidencia delictiva “se ha elevado considerablemente” y “no hay cambios en el desempeño de las autoridades”.
El crecimiento de los delitos en todo ese territorio oscila entre 33% y 40% de aumento anual en el número de ilícitos, y los factores criminógenos más importantes son los del narcomenudeo y el desempleo juvenil, lo cual viene a echar por tierra la propaganda de las guerras ganadas.
El ICESI, que es otra institución ciudadana que tuvimos el privilegio de fundar y que vestá avalada por la UNAM y el Tec de Monterrey, nos indica que 86% de los delitos a nivel nacional son robos en sus diversas acepciones y connotaciones, y 95% de sus víctimas son obreros, trabajadores y jornaleros, lo cual quiere decir, en forma contundente, que es el robo el ilícito abrumador que está destruyendo la paz y la tranquilidad del país, y casi la totalidad de las víctimas se encuentran entre los sectores más pobres y más desprotegidos de la nación.
Frente a esta realidad, una guerra mediática permanente y una publicidad abrumadora llevan a la población al miedo y a la convicción de que hay una guerra que se está librando entre los grandes capos y las instituciones gubernamentales, en la cual se detiene a traficantes de drogas, que sólo ellos conocen, fundamentalmente a los exportadores a Estados Unidos, y con ello se habrá de ganar la paz y la tranquilidad para toda la comunidad.
Esa propuesta se halla muy lejos de la esencia del problema, ya que los números, que son implacables, y que no pueden ser modificados por la publicidad ni por el escándalo, nos llevan a la ubicación precisa de esta crisis que se encuentra en el robo cotidiano en todas sus acepciones y en una juventud sin educación y sin trabajo que está engrosando las filas del delito como consecuencia del narcomenudeo que sigue creciendo, mientras los pleitos entre los capos por los territorios sólo afectan los intereses de esos delincuentes y sus cómplices oficiales, sin que en ello se refleje ninguna consecuencia favorable para la población.
Hay que tener muy presente que lo peor que nos puede pasar es que esta guerra mediática y selectiva logre que los grandes capos y sus encubridores se pongan de acuerdo y en secreto se repartan los territorios del país, para que, entonces sí, los índices delictivos a los que hemos hecho referencia se afiancen e incrementen, convirtiéndolos en la base estructural de un estado paralelo en que los delincuentes obtendrán ya todo el poder y la población será una víctima colectiva aún más indefensa.

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