miércoles, 12 de agosto de 2009

GOBERNANTE Y ESTADISTA

MARÍA AMPARO CASAR

Hace casi tres años, el Tribunal Electoral aprobó por unanimidad el dictamen relativo al cómputo final de la elección presidencial y emitió la declaración de validez. El Presidente electo pudo por fin concentrarse en la toma de decisiones respecto al gobierno que encabezaría: la conformación del gabinete, la agenda legislativa a impulsar y los aliados a buscar.Pasada la elección y la renovación de la dirigencia del PAN Calderón se encuentra en una coyuntura similar. Es un buen momento, quizá el último, para lanzar una renovación. Para decirle a los mexicanos si seguirá actuando como hasta ahora o intentará un nuevo camino, si las lecciones de los primeros años fueron aprendidas, si sabe leer las necesidades y puede imaginar las soluciones.No hay evidencia sólida de que los sexenios terminen pasada la elección intermedia. Las segundas mitades pueden ser muy productivas: Salinas concretó el TLC en 1992; el desempeño de la economía mexicana fue mucho mejor en el segundo trienio de Zedillo. Calderón tiene tres años por delante. Urge una definición: bien trazada, bien operada y bien comunicada.Tiene restricciones insoslayables: una recesión económica de enormes proporciones, finanzas públicas muy disminuidas, necesidades sociales cada vez mayores y una composición adversa en la Cámara de Diputados.También hay ventajas: tres años de experiencia, conocimiento puntual de los límites del poder pero también de sus potencialidades, comprensión de las debilidades y fortalezas de su equipo, discernimiento sobre aliados y adversarios y su grado de compromiso. Sabe también que la popularidad no es instrumento de gobierno ni mucho menos garantía de éxito electoral. Este conocimiento puede ser ignorado o aprovechado a sabiendas de que son muchas las cosas que dependen de la voluntad y habilidad del Presidente: la agenda a impulsar, los cambios en el equipo y los aliados a escoger.De cara al futuro Calderón puede hacer dos apuestas. Una como gobernante y otra como estadista. Como gobernante urge un cambio de ruta, la reconsideración de los criterios para conformar su equipo y la revisión de las alianzas.Tres sugerencias para la ruta: a) sin abandonar la lucha contra el crimen, dar prioridad al fomento económico; b) replantear el equilibrio entre la agenda legislativa y la "administrativa" concentrándose en esta última; c) abandonar la idea de que es mejor una reforma pobre en contenido pero rica en votos que una de gran alcance, aprobada con apenas los votos necesarios.Una sugerencia respecto al equipo. Preocupan los rumores de que hay que empanizar al gobierno en todos sus niveles. La conformación del equipo gobernante no debe atender a un solo criterio. La facultad de nombramiento es un instrumento que sirve para diversos propósitos: fortalecer la unidad del partido, pagar favores, comprar lealtades y hacer alianzas. Que no se olvide el principal, gobernar con eficacia en función de los propósitos trazados.Dos más para la política de alianzas. Por todas sus desventajas el presidencialismo tiene la ventaja de que las alianzas no son necesarias para formar gobierno. Esto quiere decir que el Presidente y su partido no tienen por qué casarse con un solo aliado, que hay flexibilidad en función del asunto que se quiere negociar. No vendría mal usarla. Además, un Presidente no tiene por qué ceñirse a las alianzas políticas. Hay vida más allá de los partidos. La diversificación de alianzas debe incluir a sectores de la sociedad cuya cooperación puede ser mucho más productiva para el crecimiento y desarrollo económicos que un puñado de reformas de dudosa utilidad.La segunda apuesta es la de estadista. Aquí sí habría que ser más ambicioso. Asumirse como líder, reunir a las fuerzas políticas y sociales mínimas indispensables e intentar convencerlas y comprometerlas con una agenda de reformas de fondo para que el país dé el paso adelante o, al menos, no se siga rezagando. Trabajar en las reformas de fondo que se juzgan indispensables y de las cuales el Presidente ya no será beneficiario.Apostar por las dos pistas tiene sentido. Si nada más se avanza en la primera estaremos mejor que ahora y no seguiremos lamentándonos de que la falta de colaboración ha llevado a la parálisis. Si se avanza en la segunda, los partidos repartirían los supuestos costos electorales de reformas necesarias pero impopulares y quien quiera que gane en el 2012 tendrá un país más gobernable y un Estado más fuerte.

No hay comentarios: