viernes, 7 de agosto de 2009

KRISTIAN BERNAL

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

El 30 de julio, manos anónimas privaron de la vida al maestro Jorge Kristian Bernal Moreno. Sin razón, sin causa real, porque no la hay...
Nada hay más terrible para una sociedad que convertir en lugar común aquello que debería ser extraordinario. Los mexicanos llevamos ya muchos años luchando contra la costumbre de la violencia. Reunimos todas nuestras reservas morales para decirnos, a nosotros mismos, que el asesinato, el robo, el secuestro y la extorsión no son cosas normales, que no están bien y no vamos a terminar por habituarnos a ellas. Hoy, hablar del amigo que perdió la vida en un hecho criminal resulta ya cosa de todos los días y, sin embargo, no hay nada que irrumpa más brutalmente en nuestra realidad ni nada que nos haga sentir más humillados y más desposeídos. Porque los mexicanos no estamos dispuestos a aceptar que esto es algo con lo que debamos conformarnos.
El 30 de julio, manos anónimas privaron de la vida al maestro Jorge Kristian Bernal Moreno. Sin razón, sin causa real, porque no la hay para un hecho como éste, segaron la vida de un joven académico, catedrático de carrera de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor invitado en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México quien, en la brevedad de sus 33 años, había ya acumulado un cuerpo de conocimiento y experiencia que comenzaba a convertir en reflexiones útiles para nuestra sociedad, particularmente en una de las áreas que más merece nuestra atención: el derecho electoral.
Uno puede decirse, al reflexionar sobre estas cosas, que ya son muchos los que, como él, en la plenitud de la vida, nos han sido arrebatados. Uno puede pensar que, desde luego, cada vida es valiosa y la espiral de violencia en que vivimos nos iguala a todos bajo el manto obscuro de la muerte, como si nada pudiera ya decirse y, sin embargo, es ahora cuando hay que decir las cosas. Con Kristian perdimos a uno de nuestros ciudadanos comprometidos, la UNAM a uno de sus académicos más jóvenes y que constituía una promesa de educación de calidad para miles de estudiantes en los años por venir; el gobierno federal, a un servidor público leal y prudente y, nosotros, quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, a un amigo entrañable y, todos, a un hombre de excepción.
Tenemos que resistirnos a pensar que el futuro de este país no lo construirán los más comprometidos o los más inteligentes, no los más preparados ni los más cultos, sino los sobrevivientes. Que deberemos construir la próxima generación sobre los acres recuerdos de la ausencia de quienes nos fueron robados sin motivo y sin consecuencia. En el futuro, porque nadie debe tener la cobardía para pensar que no lo habrá, pensaremos en estas décadas como en una época soterrada, de temor y de odio. Aún así, no debemos educar a la próxima generación sobre tumbas que no recibirán el reposo de que los culpables paguen las consecuencias de sus actos, sino sobre la esperanza de que sabremos también vencer a este enemigo invisible. Mientras tanto, el vacío que Kristian Bernal ha dejado es la representación del vacío en el que ha vivido toda una generación de mexicanos, el símbolo de la descomposición de nuestra sociedad, el símbolo de la más absurda de las violencias: la de la cobardía.
Como universitario, Kristian tenía el hábito de expresar lo que pensaba, siempre con respeto y conocimiento. Lo respetábamos por eso, por su trabajo a conciencia donde otros improvisan o ignoran, pero lo queríamos por su sentido humano, su don de gentes y su forma de pasar la vida ayudando y apoyando. No podemos saber quién será el próximo de nosotros que pase por este horrendo trance, sabemos, sí, que serán muchos aún quienes dejen el corazón de sus amigos y familiares destrozado por la desesperanza.
Hoy, al final del día, de ese lugar común que es la muerte, debemos levantarnos todos, con la fuerza de la moral, y exigir que se diga la verdad sobre todos los crímenes que nos ofenden. Recordar, en los miles ya de Kristian Bernal, hombres buenos y honestos, que han perdido la vida en la obscuridad y el silencio. Que no puedan decir las generaciones que vienen que fuimos cobardes, porque nos asesinaron a un amigo y no hicimos nada al respecto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ya han pasado varios años desde que sucedió este lamentable hecho, sin embargo, lo seguimos extrañando ya que fue una persona que destacó en varios ámbitos de la vida, yo tuve la fortuna de ser su alumno y puedo decir que es una pena que su trabajo haya quedado inconcluso ya que fue un analista con gran objetividad, atreviéndose a expresar lo que muchos callan y señalando con bases y de forma justificada en extensas investigaciones a las autoridades que hasta el día de hoy siguen siendo intocables. Es una desafortunada coincidencia que falleciera el mismo día en que se publicó su artículo, de la manera más cruel y cobarde, y más aún que gente brillante como él siga perdiendo la vida, en fin, lo seguiremos recordando por su gran labor...