sábado, 1 de agosto de 2009

LA CAJA NEGRA

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

Hay legislaturas que son bisagra histórica, como la que se instaló en 1997, que en un acto de concertación y valentía arrebató al gobierno el control político, material y comunicacional del Congreso. Otras han sido espacio para transacciones vergonzantes en olvido de reformas esenciales, como la que está a punto de concluir.
La que iniciaremos el 1 de septiembre es depositaria de las alternativas posibles en el corto plazo. Nadie podría esperar que el Ejecutivo convocara a atacar los problemas más urgentes mediante la suma de todos los actores. No lo ha hecho hasta ahora y dilapidó su oportunidad cuando rehusó el recuento de los votos.
Carece además de capacidad de rectificación y de independencia respecto de los poderes fácticos. Tratará de sobrevivir mientras el barco hace agua. Más que un “pato rengo” es ya un pato náufrago. Como en un laboratorio de ciencia política, ejemplificará la tontería que entraña disociar la mayoría política del ejercicio del gobierno sin tener siquiera el correctivo de la revocación de mandato.
Su propio partido le reclama autonomía de vuelo: situarse lo más lejos de la catástrofe para poder trasladar sus bártulos a la próxima embarcación. El PRI seguirá practicando, con mayor intensidad, la táctica exitosa de la extorsión política, ayudarlo lo suficiente para no cargar con el muerto, pero no tanto para resucitarlo. Erigirse a la vez en árbitro condescendiente y en mal imprescindible.
Es probable que la cámara se convierta en escenario convencional y receptáculo de los votos que se negocien en otros ámbitos. Dentro de la mayoría combinada estarán las terminales de televisoras, grandes empresas, gobernadores y aspirantes. El cabildeo ha sido reemplazado por el injerto: la implantación parlamentaria de los intereses reales. Lo demás es oratoria.
Las izquierdas no deberían desdibujarse en el mercadeo de las pequeñas concesiones, menos en la rijosidad cavernaria. Representamos intereses que nos rebasan: los del pueblo y la nación. Innumerables gentes de bien se ven reflejadas en nosotros y nos creen capaces de acciones heroicas y prodigios parlamentarios.
Nuestra tarea esencial es acrecentar los vínculos entre sociedad y Congreso. Hacer acopio de recursos mediáticos para asegurar una comunicación de dos sentidos. Incorporar en el debate los agentes económicos, sociales e intelectuales y multiplicarlo en universidades, organizaciones civiles y sindicatos. Refundar la polis, en una palabra.
Aspiramos a trasladar el Frente Amplio Progresista a la cámara, blindarlo contra infidencias y dotarlo de un proyecto común. Hemos conformado un consejo consultivo integrado ya por más de un centenar de especialistas y acabamos de distribuir una Agenda Básica para la Reforma del Estado que recoge y actualiza los avances conceptuales precedentes.
Algunos nos tachan de “maximalistas” y otros de intentar recuperar ejercicios fallidos. Estamos obligados a trazar el mapa de las reformas necesarias para la recuperación del país —muchas ya consensuadas—, puesto que los diversos problemas están conectados entre sí y no hay escapatoria más nociva que los parches mal pegados. Las iniciativas de coyuntura encierran casi siempre propaganda para ocultar retrocesos y arreglos clandestinos. Es indispensable presentar a la opinión pública opciones claras y cerrar las rendijas al disimulo. Las instituciones están carcomidas y el ciclo neoliberal terminado. Esos son los hechos.
Presentamos un programa ordenado para el salvamento de México. Nuestros objetivos: la restauración de la República, el nuevo pacto económico y la recuperación de la soberanía y el patrimonio nacionales. Las propuestas son explícitas y debieran ser debatidas por todos.
La próxima Legislatura será sin duda una caja de sorpresas, esperamos que abierta a la sociedad. Podría ser también la caja negra que diera testimonio de un accidente fatal: el desplome irremisible del país.

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