Democratizar a los sindicatos oficiales podría parecer una tarea farónica de imposible ejecución. Puede ser que lo sea, sin embargo, la hoja de ruta a seguir, si bien puede implicar severos desafíos, también es cierto que, a través de la política, se podrían alcanzar los objetivos en el muy corto plazo.
Uno de los pilares en que se apoyó la “dictadura perfecta” para impedir la alternancia del poder en nuestro país durante 70 años, sin duda alguna, se encuentra en los sindicatos oficiales creados con la idea de aglutinar a la inmensa mayoría de la clase trabajadora en el puño de la mano del presidente priista en turno. La labor más importante, entre otras, de los llamados líderes charros, consistía en sumar la mayor cantidad de sindicatos privados a sus gigantescas centrales obreras, desde las que ejercían un control férreo en el sector obrero. Es evidente que Luis Napoleón Morones, el brazo armado de Elías Calles, heredó esta escuela sindical a través de la famosa CROM, cuyas siglas significaban, según el populacho: Cómo Robó Oro Morones… La historia no es nueva. Si algún despistado se negaba a formar parte de dichos sindicatos, simplemente desaparecía de los escenarios laborales o bien, aparecía con un tiro de .45 en el centro de la frente. ¿Quién se iba a negar?
Sólo que quien aglutinaba a las fuerzas obreras para el PNR y después para el PRI, exigía a cambio curules en el Congreso de la Unión, puestos clave en el gobierno federal o en las entidades federativas, acceso a concesiones oficiales de toda naturaleza o hasta la facilidad de disponer impúnemente del tesoro público, con tal de que las negociaciones de los contratos colectivos de trabajo se llevaran a cabo en un ambiente de paz, sin marchas obreras ni huelgas ni peticiones absurdas que pudieran “lesionar la economía nacional”. Se embotelló entonces a la fuerza obrera del país al estilo decantado de Morones. Su alumno más destacado fue Fidel Velázquez, quien logró reunir a tres millones de trabajadores en su CTM, organización dictatorial e intolerante, un auténtico motivo de orgullo para las causas priistas más retardatarias.
Los líderes petroleros, los de maestros, los electricistas, los burócratas, en los que cabían los médicos al servicio del Estado, vendieron caro su favor. Aprovecharon su imposición a sangre y fuego en el cargo para enriquecerse, claro está, además de exigir escandalosos privilegios para ganarse la admiración y el respeto de las bases de sus respectivos sindicatos, prestaciones injustificadas que pagaría finalmente el dolorido pueblo de México, consolidando así el poder de esa cáfila de bandidos que formaban parte vital de la familia revolucionaria.
En lugar de que los trabajadores del gobierno o de empresas privadas pagaran voluntariamente sus cuotas sindicales a las respectivas tesorerías de sus organizaciones, se estableció en la ley la obligación de que los patrones retuvieran dichas cuotas para ser enteradas al sindicato. De esta suerte se centralizaron y se canalizaron enormes cantidades de dinero a los sindicatos oficiales, cuyos dirigentes recibían cheques mensuales multimillonarios, cuyo destino escapaba y escapa al control y al escrutinio de las masas obreras. ¿A dónde van a dar finalmente las cuotas mensuales de más de un millón de maestros de la SEP o las de los empleados de Pemex o las de CFE o las del IMSS? ¿Quién audita o se atreve a auditar a dichos sindicatos o a sus líderes? ¿El fisco? ¡Ja! ¿Organizaciones autónomas de trabajadores? Otro ¡Ja..!
La solución para democratizar a los sindicatos oficiales se encuentra en la derogación de las disposiciones que obligan al patrón, léase el gobierno, a retener las cuotas sindicales a cargo de los trabajadores. Divide y vencerás. Si cada maestro, electricista, médico o petrolero pudiera decidir a qué organización entregar su cuota, exigiría más transparencia en el manejo de sus recursos, demandaría legitimidad en sus representantes, participaría con más eficiencia hasta como integrante de las planillas, influiría en los órganos de vigilancia, pero, sobre todo: al privar a los líderes charros de sus cheques mensuales multimillonarios se desmantelará la base de su poder. En síntesis: para diluir y atomizar a los sindicatos públicos se debe lograr que sus agremiados paguen voluntariamente sus cuotas a los líderes que ellos hubieran escogido libremente… Es la hora de la democracia, ¿no..? Hagamos la prueba…
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