A Manuel Reguera: el abogado laboral por definición.
La mayor parte de la sociedad —sólo los sectores podridos y atenazados por intereses inconfesables se oponen— demanda a gritos la liquidación de Luz y Fuerza, empresa que ha devorado y devora el ahorro de los mexicanos. ¿Para qué volver a enumerar los privilegios de que disfrutan los trabajadores de dicha compañía, ciertamente aberrantes, si se les compara con las prestaciones a que tienen acceso los empleados de empresas privadas? Baste decir que LyF es un gigantesco pozo sin fondo, una asociación delictuosa de líderes venales que succionan, a placer y sin piedad, las ubres esqueléticas de la empresa.
Javier Lozano está ejerciendo las facultades que le concede la ley y demostrando una marcada audacia política desconocida lamentablemente en casi todo el gabinete calderonista. He criticado en este mismo espacio al secretario del Trabajo, sin embargo, dentro de un ejercicio de objetividad, reconozco que Lozano está poniendo al gobierno de Calderón en una posición de vanguardia que, de ser bien operada sin ignorar la presencia aviesa de enemigos evidentes y potenciales, bien podría lanzar a México a un estadio de desarrollo y de higiene política, con el que hemos soñado a partir de las medidas expropiatorias suicidas que se ejecutaron irresponsablemente durante el siglo XX. Ahí están los resultados. LyF es tan sólo un caso…
Creo que, dentro de la actual política orientada a desarmar a uno de los sindicatos oficiales que tienen secuestrado a nuestro país, debe existir una meticulosa estrategia que contemple las posibles alianzas que pudiera llegar a trabar el sindicato de LyF en el momento en que se dicte la liquidación definitiva de la empresa. Si Calderón se declaró dispuesto a su propia inmolación para rescatar a la patria, ha llegado su gran oportunidad. La coyuntura ideal se ha presentado de nueva cuenta, sí, pero sobre la base de no perder de vista el escenario en su conjunto. El problema no se reduce al hecho de liquidar al sindicato de LyF, así se indemnice a sus trabajadores en términos legales, no: el conflicto bien puede extenderse a otras uniones de obreros con mucho más poder que el de dicha empresa. ¿O ya se nos olvidó cuando el sindicato de petroleros amenazó al presidente De la Madrid con aquello de que, si se hunde Pemex, se hunde su gobierno y se hunde México?
Quiero pensar que Calderón, Guillermo Galván Galván, Lozano, Gómez Mont, así como los directivos de las instituciones nacionales de inteligencia, llevan mucho tiempo analizando y perfeccionando las estrategias para arrancar a estas enormes sanguijuelas gelatinosas del cuello de las principales empresas públicas mexicanas. Quiero pensarlo: no deseo ni imaginar que se trate de una política aislada todavía no consensuada con las diferentes fuerzas políticas, en particular, claro está, con el PRI… Supongo que ya existe un frente político sólido e inexpugnable, para soportar la feroz embestida que se avecina, obviamente, no sólo encabezada por LyF… Ahí está el sindicato de la UNAM, el de Pemex, el de la CFE, el de la SEP, el del IMSS, entre otros tantos secuestradores más de México, sin contar al sector fascista del PRD o del PT… Entre ellos se brindarán protección: ¡Cuidado!
Otra estrategia jurídico-política para desintegrar a dichos sindicatos consiste en la posibilidad de que el gobierno, previas modificaciones legales en alianza con el PRI, dejara de retener las cuotas sindicales a cargo de los trabajadores. A partir de ese hecho, los empleados pagarían voluntaria y directamente a la respectiva tesorería de su organización, sus cuotas, es decir, el sindicato podría pulverizarse, dividirse entre otros tantos más y, sobre todo, al privar a sus líderes de recursos multimillonarios, se les privaría de toda fuerza política, por lo que, de ahí a su desintegración, bastarían muy pocos pasos… ¡Que pague “quien quiera hacerlo” al sindicato de su preferencia —¿por qué sólo a uno?— pero que sus cuotas tengan un destino claro, democrático y transparente! Que se politicen los sindicatos y que estos mismos administren sus propios recursos. ¿Por qué el gobierno tiene que entregarle las cuotas sindicales a líderes venales, con representación ilegítima, para que aquéllos compren casas de lujo, yates, condominios y ranchos en México y en el extranjero? Usted dirá, querido lector: ¿Es mejor atrapar a la víbora por la cola o por la cabeza..?
La mayor parte de la sociedad —sólo los sectores podridos y atenazados por intereses inconfesables se oponen— demanda a gritos la liquidación de Luz y Fuerza, empresa que ha devorado y devora el ahorro de los mexicanos. ¿Para qué volver a enumerar los privilegios de que disfrutan los trabajadores de dicha compañía, ciertamente aberrantes, si se les compara con las prestaciones a que tienen acceso los empleados de empresas privadas? Baste decir que LyF es un gigantesco pozo sin fondo, una asociación delictuosa de líderes venales que succionan, a placer y sin piedad, las ubres esqueléticas de la empresa.
Javier Lozano está ejerciendo las facultades que le concede la ley y demostrando una marcada audacia política desconocida lamentablemente en casi todo el gabinete calderonista. He criticado en este mismo espacio al secretario del Trabajo, sin embargo, dentro de un ejercicio de objetividad, reconozco que Lozano está poniendo al gobierno de Calderón en una posición de vanguardia que, de ser bien operada sin ignorar la presencia aviesa de enemigos evidentes y potenciales, bien podría lanzar a México a un estadio de desarrollo y de higiene política, con el que hemos soñado a partir de las medidas expropiatorias suicidas que se ejecutaron irresponsablemente durante el siglo XX. Ahí están los resultados. LyF es tan sólo un caso…
Creo que, dentro de la actual política orientada a desarmar a uno de los sindicatos oficiales que tienen secuestrado a nuestro país, debe existir una meticulosa estrategia que contemple las posibles alianzas que pudiera llegar a trabar el sindicato de LyF en el momento en que se dicte la liquidación definitiva de la empresa. Si Calderón se declaró dispuesto a su propia inmolación para rescatar a la patria, ha llegado su gran oportunidad. La coyuntura ideal se ha presentado de nueva cuenta, sí, pero sobre la base de no perder de vista el escenario en su conjunto. El problema no se reduce al hecho de liquidar al sindicato de LyF, así se indemnice a sus trabajadores en términos legales, no: el conflicto bien puede extenderse a otras uniones de obreros con mucho más poder que el de dicha empresa. ¿O ya se nos olvidó cuando el sindicato de petroleros amenazó al presidente De la Madrid con aquello de que, si se hunde Pemex, se hunde su gobierno y se hunde México?
Quiero pensar que Calderón, Guillermo Galván Galván, Lozano, Gómez Mont, así como los directivos de las instituciones nacionales de inteligencia, llevan mucho tiempo analizando y perfeccionando las estrategias para arrancar a estas enormes sanguijuelas gelatinosas del cuello de las principales empresas públicas mexicanas. Quiero pensarlo: no deseo ni imaginar que se trate de una política aislada todavía no consensuada con las diferentes fuerzas políticas, en particular, claro está, con el PRI… Supongo que ya existe un frente político sólido e inexpugnable, para soportar la feroz embestida que se avecina, obviamente, no sólo encabezada por LyF… Ahí está el sindicato de la UNAM, el de Pemex, el de la CFE, el de la SEP, el del IMSS, entre otros tantos secuestradores más de México, sin contar al sector fascista del PRD o del PT… Entre ellos se brindarán protección: ¡Cuidado!
Otra estrategia jurídico-política para desintegrar a dichos sindicatos consiste en la posibilidad de que el gobierno, previas modificaciones legales en alianza con el PRI, dejara de retener las cuotas sindicales a cargo de los trabajadores. A partir de ese hecho, los empleados pagarían voluntaria y directamente a la respectiva tesorería de su organización, sus cuotas, es decir, el sindicato podría pulverizarse, dividirse entre otros tantos más y, sobre todo, al privar a sus líderes de recursos multimillonarios, se les privaría de toda fuerza política, por lo que, de ahí a su desintegración, bastarían muy pocos pasos… ¡Que pague “quien quiera hacerlo” al sindicato de su preferencia —¿por qué sólo a uno?— pero que sus cuotas tengan un destino claro, democrático y transparente! Que se politicen los sindicatos y que estos mismos administren sus propios recursos. ¿Por qué el gobierno tiene que entregarle las cuotas sindicales a líderes venales, con representación ilegítima, para que aquéllos compren casas de lujo, yates, condominios y ranchos en México y en el extranjero? Usted dirá, querido lector: ¿Es mejor atrapar a la víbora por la cola o por la cabeza..?
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