Se acabaron las excusas. O las izquierdas mexicanas empiezan a reformarse pronto o seguirán deslizándose por el resbaladero de la irrelevancia. Como en Italia.
La Asociación de Académicos Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México organizó un ciclo de conferencias con líderes de los tres principales partidos. Por la emergencia sanitaria se pospuso el ciclo de "¿A dónde va la izquierda?" hasta después de las elecciones de julio en las que, como sabemos, se desplomó el Partido de la Revolución Democrática (PRD). El proyecto ya se reinició y aunque sólo han hablado Cuauhtémoc Cárdenas y Jesús Ortega ya hay bastante material para un comentario que contextualice y enmarque lo que sucede en esta parte de la geometría política.
Cárdenas y Ortega hicieron, cada uno a su estilo, una disección a fondo del PRD que coincide, en líneas generales, con lo escuchado de otros dirigentes. Se reconfirmó la desorganización de un partido que ni siquiera sabe cuántos militantes tiene; la carencia de un programa alternativo que atraiga y entusiasme a los jóvenes y a las múltiples expresiones de la izquierda; los enfrentamientos por diferencias de fondo, por cargos y presupuestos o por las secreciones de hígados descuidados. En síntesis, fue la descripción de un organismo achacoso y desorientado por haber ingerido usos y costumbres de lo que alguna vez combatió.
Hay causas objetivas para la introspección autocrítica. Cada elección se está convirtiendo en un suplicio que puede convertirse en agonía porque en el horizonte se avizora la amenaza de un PRI que, desde el estado de México, prepara el asalto a la capital, la joya de la corona perredista. En algunas delegaciones la batalla será tan brutal como lo que sucederá en el 2010.
Reaparecen las promesas de enmiendas. Además de los planteamientos hechos en las dos conferencias mencionadas me han llamado la atención los refrescantes planes que tiene Clara Brugada para Iztapalapa (entrevista con Alejandro Almazán en emeequis, 12 de octubre del 2009), lo aprobado durante el encuentro del fin de semana de Nueva Izquierda y la iniciativa del Frente Amplio anunciada la semana pasada. Se reunifican el PRD, el PT y Convergencia para competir juntos en los comicios electorales de aquí al 2012. No sólo eso, sino que prometen acercarse a intelectuales, universidades, profesionistas, organizaciones sociales y empresarios.
Me gustaría que el Frente Amplio tuviera éxito porque una parte de la sociedad es de izquierda, porque revitalizaría una democracia alicaída y porque mis impulsos masoquistas me hacen coquetear con la idea de volver a cruzar un emblema de esa corriente (este año anulé mi voto). En las condiciones actuales veo casi imposible que las intenciones de voto por el candidato a la Presidencia que postulen alcancen, en enero del 2012, aquel 40 por ciento que seis años antes tuvo Andrés Manuel López Obrador. Pero más allá de las cifras, es inaplazable destrabar los nudos que impiden el desarrollo de la izquierda mexicana. Menciono tres de los más importantes.
Las izquierdas partidistas son vulnerables por su divorcio con la ética pública. Resulta inconcebible que un partido que promete defender las libertades civiles, la justicia social y el medio ambiente tenga una adicción tan fuerte por el dinero público. Resulta lastimoso ver cómo se despedazan algunas tribus y dirigentes por los presupuestos o los cargos, o la forma majadera en que exigen empleos públicos para alimentar a clientelas con frecuencia mediocres.
Vendría luego la urgente elaboración de un programa que contemple una mejoría en su gestión gubernamental y el retiro de esa naftalina que impregna una política internacional más propia del baúl de los recuerdos. Seguimos esperando una mezcla de teoría y práctica para el siglo XXI; es decir, una propuesta atractiva y convincente para todos aquellos sectores que fueron distanciándose de partidos que se fueron degradando o que no lograron convertirse en alternativa.
Dejo para el final el asunto más espinoso: la permanente tensión entre el liderazgo carismático e institucional. Un contraste clarísimo es la exitosa experiencia del Partido de los Trabajadores brasileño. ¿Cómo reconciliar a Andrés Manuel y su movimiento con la izquierda institucional existente y con los actores que en teoría debieran incorporarse? La respuesta tal vez esté en que se creen las condiciones para que se experimenten diferentes respuestas a las expectativas y a los retos actuales.
No hay fórmulas mágicas pero un dilema clarísimo. Ya no basta la evocación del heroísmo pretérito, lo que cuenta es la respuesta concreta a las necesidades del hoy y al mañana. De eso dependerá el inicio de una auténtica refundación o la autorreclusión en las mazmorras de la irrelevancia.
En www.sergioaguayo.org pueden dejar comentarios, leer la entrevista a Clara Brugada y ver los videos con las presentaciones hechas en El Colegio de México (ya está disponible la de Cárdenas).
La Asociación de Académicos Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México organizó un ciclo de conferencias con líderes de los tres principales partidos. Por la emergencia sanitaria se pospuso el ciclo de "¿A dónde va la izquierda?" hasta después de las elecciones de julio en las que, como sabemos, se desplomó el Partido de la Revolución Democrática (PRD). El proyecto ya se reinició y aunque sólo han hablado Cuauhtémoc Cárdenas y Jesús Ortega ya hay bastante material para un comentario que contextualice y enmarque lo que sucede en esta parte de la geometría política.
Cárdenas y Ortega hicieron, cada uno a su estilo, una disección a fondo del PRD que coincide, en líneas generales, con lo escuchado de otros dirigentes. Se reconfirmó la desorganización de un partido que ni siquiera sabe cuántos militantes tiene; la carencia de un programa alternativo que atraiga y entusiasme a los jóvenes y a las múltiples expresiones de la izquierda; los enfrentamientos por diferencias de fondo, por cargos y presupuestos o por las secreciones de hígados descuidados. En síntesis, fue la descripción de un organismo achacoso y desorientado por haber ingerido usos y costumbres de lo que alguna vez combatió.
Hay causas objetivas para la introspección autocrítica. Cada elección se está convirtiendo en un suplicio que puede convertirse en agonía porque en el horizonte se avizora la amenaza de un PRI que, desde el estado de México, prepara el asalto a la capital, la joya de la corona perredista. En algunas delegaciones la batalla será tan brutal como lo que sucederá en el 2010.
Reaparecen las promesas de enmiendas. Además de los planteamientos hechos en las dos conferencias mencionadas me han llamado la atención los refrescantes planes que tiene Clara Brugada para Iztapalapa (entrevista con Alejandro Almazán en emeequis, 12 de octubre del 2009), lo aprobado durante el encuentro del fin de semana de Nueva Izquierda y la iniciativa del Frente Amplio anunciada la semana pasada. Se reunifican el PRD, el PT y Convergencia para competir juntos en los comicios electorales de aquí al 2012. No sólo eso, sino que prometen acercarse a intelectuales, universidades, profesionistas, organizaciones sociales y empresarios.
Me gustaría que el Frente Amplio tuviera éxito porque una parte de la sociedad es de izquierda, porque revitalizaría una democracia alicaída y porque mis impulsos masoquistas me hacen coquetear con la idea de volver a cruzar un emblema de esa corriente (este año anulé mi voto). En las condiciones actuales veo casi imposible que las intenciones de voto por el candidato a la Presidencia que postulen alcancen, en enero del 2012, aquel 40 por ciento que seis años antes tuvo Andrés Manuel López Obrador. Pero más allá de las cifras, es inaplazable destrabar los nudos que impiden el desarrollo de la izquierda mexicana. Menciono tres de los más importantes.
Las izquierdas partidistas son vulnerables por su divorcio con la ética pública. Resulta inconcebible que un partido que promete defender las libertades civiles, la justicia social y el medio ambiente tenga una adicción tan fuerte por el dinero público. Resulta lastimoso ver cómo se despedazan algunas tribus y dirigentes por los presupuestos o los cargos, o la forma majadera en que exigen empleos públicos para alimentar a clientelas con frecuencia mediocres.
Vendría luego la urgente elaboración de un programa que contemple una mejoría en su gestión gubernamental y el retiro de esa naftalina que impregna una política internacional más propia del baúl de los recuerdos. Seguimos esperando una mezcla de teoría y práctica para el siglo XXI; es decir, una propuesta atractiva y convincente para todos aquellos sectores que fueron distanciándose de partidos que se fueron degradando o que no lograron convertirse en alternativa.
Dejo para el final el asunto más espinoso: la permanente tensión entre el liderazgo carismático e institucional. Un contraste clarísimo es la exitosa experiencia del Partido de los Trabajadores brasileño. ¿Cómo reconciliar a Andrés Manuel y su movimiento con la izquierda institucional existente y con los actores que en teoría debieran incorporarse? La respuesta tal vez esté en que se creen las condiciones para que se experimenten diferentes respuestas a las expectativas y a los retos actuales.
No hay fórmulas mágicas pero un dilema clarísimo. Ya no basta la evocación del heroísmo pretérito, lo que cuenta es la respuesta concreta a las necesidades del hoy y al mañana. De eso dependerá el inicio de una auténtica refundación o la autorreclusión en las mazmorras de la irrelevancia.
En www.sergioaguayo.org pueden dejar comentarios, leer la entrevista a Clara Brugada y ver los videos con las presentaciones hechas en El Colegio de México (ya está disponible la de Cárdenas).
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