sábado, 24 de octubre de 2009

INDIGNACIÓN SOCIAL

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

Las grandes crisis sociales son la resultante de un conjunto de inconformidades acumuladas que terminan erosionando el sustento institucional de un régimen. Expresan la pérdida de legitimidad de un gobierno que deja de representar, así sea simbólicamente, a todo grupo significativo del país.


Don Luis Cabrera, en Las causas del conflicto, resume la simultaneidad de reclamos que desataron el estallido revolucionario. Habla de “peonismo”, o sumisión de los campesinos a los hacendados; “fabriquismo”, o explotación de los obreros industriales; “caciquismo”, o despotismo de las autoridades regionales; “extranjerismo”, o entrega de la economía a capitales externos; y “cientificismo”, o la supuesta infalibilidad de los tecnócratas.


Ese cúmulo de agravios que desmoronó un sistema de poder determinó distintas vertientes ideológicas, programáticas, regionales y militares del conflicto y lo prolongó durante largo tiempo. El nuevo orden constitucional que después se instauró no podía ser sino un ensayo de síntesis de esos reclamos.


Asistimos a una coagulación semejante de inconformidades, sumadas a la indecible voracidad y torpeza de los gobernantes. Con la diferencia de que entonces reinaba un poder fuerte, que gozaba de prestigio en amplios sectores de la comunidad nacional y en el escenario político mundial.


Transitamos de un sistema de partido hegemónico a la aparente hegemonía de los partidos, que apenas esconde la superioridad del dinero y de un Estado autoritario a una entelequia política que sólo dispone de los saldos represivos del antiguo sistema y de complicidades oligárquicas dispuestas a asociarse con un protector más seguro.


Es necia la discusión respecto de la primacía política del reclamo social contra el paquete fiscal sobre la indignación de la izquierda por el atraco a la compañía de luz y la disolución de su sindicato. Ambas son caras de una misma moneda; si bien aquélla afecta mayor número de intereses, ésta es más reveladora del pillaje privatizador y golpea a núcleos más organizados y combatientes.


Por añadidura, la responsabilidad objetiva del “paquetazo” es compartida por el gobierno y sus aliados del PRI, a quienes el PAN trató de trasladar la culpa, con la consecuente reacción de los aludidos, que ahora intentarán lavarse la cara en el Senado. Una comedia de enredos que daña aún más al sistema de componendas.


Sufrimos la contradicción entre gobiernos de inspiración neoliberal por lo que hace a la transferencia de poder al mercado y al adelgazamiento del Estado, con la negación palmaria de los principios en que se funda la ideología que invocan. Su estrategia consiste en derrotar al mercado por los privilegios oligopólicos y la disminución del poder de compra de los habitantes.


Contrario sensu de los verdaderos neoliberales, que disminuían los impuestos para alentar la producción y recortaban el gasto público, aquí incrementan los gravámenes y dejan intacto un aparato burocrático dispendioso. Aquéllos se lanzaron al dominio del mercado exterior por el ajuste de sus monedas, mientras éstos sostienen artificialmente el peso mediante créditos internacionales impagables.


El círculo vicioso no tiene salida, ya que todos los factores de crecimiento están colocados en el exterior, y cuando comience a repuntar la economía estadounidense será muy tarde para nosotros. La profundización de la crisis en los próximos meses arrollará los endebles asideros del gobierno y la única solución política será su reemplazo por un Ejecutivo interino de unidad nacional.


El hambre y el desempleo masivo serán factores detonantes de una insurgencia social larvada. Se expande la conciencia de una situación límite y los llamados a la revolución se propalan. Es hora de recuperar la dignidad del Congreso y vincularlo a la ciudadanía. Su deber esencial es atajar las tropelías de un régimen en extinción y construir, junto con una agenda válida, un nuevo gobierno.

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