jueves, 29 de octubre de 2009

¿MÉXICO UN MODELO? ¿PARA QUIÉN?

LORENZO MEYER

¿A quién le puede interesar nuestro ejemplo? El tamaño del fracaso político del México de hoy lo da el hecho de que nadie considere al actual proceso mexicano como un caso a imitar. Sin embargo, resulta que en algún lado a alguien le parece interesante reexaminar, de cara al futuro, el modelo anterior, ese que creíamos deslegitimado y superado: ¡el priista y autoritario! Lo anterior se desprende de una pequeña pero reveladora referencia aparecida en la prensa extranjera. En su tiempo, el México de la Revolución y su régimen fueron considerados fuente de inspiración por algunas corrientes nacionalistas y progresistas de América Latina. La post Revolución atrajo el interés del otro extremo, de la derecha, como resultado de la aparición de la Revolución Cubana. Entonces ciertos círculos norteamericanos vieron en el México de los 1960 una alternativa frente a Cuba, pues su sistema se presentó como revolucionario pero democrático, con una mezcla adecuada de economía de mercado y estatal y con una política exterior independiente. Hoy no hay nada semejante. Ni a la derecha ni a la izquierda o a lo que está entre ambas, les parece que haya algo original y positivo en un país que llegó tarde la transición democrática y que lo hecho a partir de entonces carece de calidad e incluso viabilidad. Actualmente, los mexicanos que se interesan en lo que sucede allende las fronteras tienen plena conciencia de que nuestro país ya no puede ser visto como paradigma por nadie y, en cambio, miran con interés y cierta envidia al proceso brasileño. En realidad, esa envidia mexicana que aflige desde a empresarios hasta ciudadanos de a pie frente al éxito brasileño ya se nota y mucho. Por ejemplo, The Economist, 17 a 23 de octubre, señala con algo de sorna que hoy "En México la envidia en relación a Brasil es más intensa que nunca". Y es que si bien el gigante sudamericano tiene muchos de los problemas que nosotros tenemos, en él domina el optimismo y un proyecto de futuro en tanto que acá campea el pesimismo y una sensación de ir a la deriva. La raíz de la diferencia de actitudes en Brasil y México se explica no es sólo porque mientras la economía del primero va hacia delante la nuestra retrocede, sino también porque Brasil cuenta con un liderazgo político de gran calidad y México no. En el reinicio de su vida democrática los brasileños se toparon con un gran fracaso llamado Fernando Collor de Melo, de derecha y corrupto, pero que pudo ser superado mediante su destitución en 1992. Luego, el par de presidentes que desde 1994 han habitado en el Palacio do Planalto, Fernando Henrique Cardozo y Luis Inacio Lula da Silva, han resultado excepcionales. El primero, un académico de fama mundial que se convirtió en hombre de acción; el segundo, un líder obrero sin educación formal pero con una personalidad y sensibilidad formidables que le permitieron llegar a una posición hasta entonces vedada a los de su clase. Ambos resultaron figuras a la altura de sus desafíos históricos. En contraste, los dos últimos jefes del Ejecutivo mexicano simplemente sorprenden por la mediocridad de su personalidad, su idea de la política y sus colaboradores, por su falta de sensibilidad social y su tolerancia de la corrupción e injusticia. En las condiciones actuales, nuestro País no puede ser interesante para nadie. Y sin embargo, el Financial Times, 19 de octubre, al abordar el caso de otro país que fue modelo para muchos pero que hoy ya no lo es, Rusia, señala que en ese enorme país al que actualmente lo mantiene a flote su riqueza petrolera y el duro puño de Vladimir Putin, hay quienes se interesan por estudiar el exitoso modelo chino, un partido comunista que mantiene el control total de la política y un sistema económico exitoso, mezcla de capitalismo salvaje y estatismo. Ahora bien, además del modelo chino, al círculo de Putin le interesan otros dos casos: Japón, donde un solo partido, el Liberal Democrático, dominó la escena política desde 1955 hasta hace apenas unas semanas y el México del PRI, donde también un solo partido dominó la vida política desde su creación en 1929 hasta el 2000. Se trata, como lo señala el diario británico, de un par de países donde, bajo una apariencia democrática, funcionó un sistema de partido único: ¡el ideal de Putin! Lo ejemplar de México: su autoritarismo. La pregunta del inicio: ¿quién se puede ocupar del modelo mexicano? tiene como respuesta: los interesados en el sistema que prevaleció en México hasta antes de 2000; ese viejo modelo aún despierta interés entre los autoritarios. Y es que el sistema priista fue uno de los no democráticos más longevos, y en ese sentido, más exitosos del Siglo 20. El grupo que crearía al PRI en 1929 llegó al poder 13 años antes, por la vía armada y montado en el triunfo del carrancismo. En virtud de lo anterior, se puede afirmar que monopolizó el poder por 84 años ininterrumpidos, hazaña no igualada en el siglo pasado por ningún otro grupo político en el mundo. Los bolcheviques rusos, por ejemplo, se hicieron del poder a fines de 1917, es decir, un poco después que los carrancistas y lo perdieron en 1991, nueve años antes que los herederos del carrancismo. Desde la perspectiva anterior, la longevidad del autoritarismo priista es mayor que la del totalitarismo soviético, de ahí el comprensible interés de algunos en el círculo de Putin por conocer la naturaleza del sistema político mexicano del siglo pasado. Y ese interés debería aumentar si los rusos toman en cuenta que, mientras el PC soviético dejó de existir al perder el poder, el PRI no, pues en más de la mitad de los estados ha sobrevivido intacto. Finalmente, los interesados en desentrañar los secretos de autoritarismos de carrera larga, se impresionarán más por el caso mexicano si toman en cuenta la recuperación del PRI en las elecciones de 2009 y, sobre todo, si el viejo partido creado por Plutarco Elías Calles recupera el poder en 2012. Y es aquí donde el tema cobra gran importancia ya no para los rusos sino para los mexicanos. ¿El PRI o el Pasado Como Futuro? Se comprende que en la Rusia actual se pueda considerar un avance pasar de la estabilidad totalitaria de Stalin o Breshnev a una posible estabilidad de corte autoritario, pero en México eso significaría un retroceso. Sin embargo, el triunfo electoral del PRI en las elecciones intermedias de este año, combinado con la debilidad de una izquierda dividida, abre la posibilidad de que una mayoría ciudadana, por ahora sólo relativa, decida reaccionar al fracaso panista aceptando como verdad un viejo proverbio conservador: "Más vale malo por conocido que bueno por conocer". Es posible que en las 10 elecciones estatales del año entrante el PRI avance en su recuperación. Sin embargo, lo verdaderamente dramático, y traumático, sería que esa circunstancia fuera el anuncio de que esa mayoría relativa dará su voto a quien gane la contienda interna priista en curso. Y es que a estas alturas todos los precandidatos del PRI para 2012, Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes, etcétera, fueron forjados en la antigua fragua antidemocrática. La derrota de 2000 no llevó al PRI a cambiar su esencia. El que fuera un partido de Estado sigue comportándose acorde a su naturaleza original. Una prueba de ello se tiene al examinar cómo procesaron sus crisis políticas los actuales gobiernos priistas de Puebla y Oaxaca. Mario Marín y Ulises Ruiz actuaron en sus respectivas coyunturas críticas de la misma manera en que lo hicieron antaño todos los gobiernos priistas. En Veracruz o el Estado de México, otro par de notables feudos priistas, la política cotidiana no presenta diferencias mayores respecto de lo que era la norma nacional antes de 2000. Es verdad que si dentro de tres años el PRI llegara a recuperar el poder a nivel nacional, su conducta como responsable del Gobierno ya no podría ser una exacta réplica del pasado porque tendría que actuar en un entorno político distinto al existente en la época del priismo clásico. Sin embargo, no hay que confiarnos. Las grandes instituciones de la democracia como el IFE o el IFAI ya no son lo que fueron: han perdido calidad. Y la sociedad mexicana, con una cultura política moldeada por una historia no democrática e influida por unos medios de información electrónicos de igual naturaleza, no necesariamente estaría en la posibilidad y con la voluntad de impedir el retorno de las prácticas tradicionales priistas, sobre todo si estas se le presentan como precondición para recuperar lo perdido: seguridad, empleo, estabilidad y proyecto de largo plazo.

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