jueves, 5 de agosto de 2010

INSENSIBLES A LA DESIGUALDAD

JOSÉ WOLDENBERG KARAKOSKY

Somos insensibles ante la desigualdad. Asumida como parte de nuestro paisaje no nos conmueve, estamos acostumbrados. La observamos como un hecho similar a la vegetación en la selva o al tránsito del día a la noche. No encuentro otro motivo para la escasa atención pública que recibió el seminario "igualdad y desarrollo" que organizaron conjuntamente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la UNAM el 28 y 29 de junio pasados.
Ya la CEPAL había puesto sobre el terreno del debate la necesidad de políticas capaces de construir "cohesión social", en sociedades como las latinoamericanas, convertidas en un archipiélago de identidades, situaciones sociales y capacidades para apropiarse de los derechos, que generan no sólo tensiones permanentes, sino un débil compromiso de vida en común.
Ahora, la CEPAL convoca a anudar desarrollo e igualdad y a no seguir insistiendo en políticas que primero quieren desatar el crecimiento económico para luego, como resultado del mismo, generar equidad. Nos recuerda -porque sí hace falta- que somos una de las regiones más desiguales del planeta. Así lo afirmó la secretaria ejecutiva Alicia Bárcena: "La desigualdad recorre cinco siglos de discriminación racial, étnica y de género, con ciudadanos de primera y segunda categoría y la peor distribución del ingreso del mundo. (Y) vuelve a golpearnos en décadas recientes con la exacerbación de la heterogeneidad de las oportunidades productivas de la sociedad, el deterioro del mundo del trabajo y el segmentado acceso a la protección social, y la volvemos a reconocer en las asimetrías frente a la globalización".
La CEPAL no niega los periodos de expansión económica como los que vivió la región entre 2003 y 2008 que lograron un incremento del empleo formal y una reducción del porcentaje de pobres, pero subraya que la crisis posterior tuvo un efecto demoledor en materia de generación de empleos, incremento del trabajo informal, disminución de remesas y aumento del número de pobres.
No es entonces -desde la perspectiva de la CEPAL- pertinente insistir en las políticas del pasado inmediato. Sus frutos aparecen como volátiles, pero sobre todo resultaron inequitativos. Dijo la secretaria ejecutiva: "La crisis da cuenta del colapso de un modelo de desarrollo que ha sido prevalente desde fines del siglo pasado. Un modelo que nos ha dicho que para tener sociedades más justas e igualitarias sólo basta hacer crecer la economía, que para ello hay que dejar que los mercados funcionen libremente y sin regulaciones, y que el Estado es un obstáculo para el crecimiento y la igualdad... Sostenemos con mucha responsabilidad que esa tesis es equivocada. El crecimiento es condición necesaria para igualar, pero no suficiente".
Se trata entonces de volver a pensar en la centralidad que tiene el Estado si se quiere reactivar el crecimiento económico y construir una sociedad donde las asimetrías no resulten abismales. Porque la inercia del mercado no sólo está generando ciclos muy inestables de crecimiento, sino millones de conciudadanos que no pueden acceder a un empleo formal y al ejercicio pleno de sus derechos.
La agenda para la igualdad, sigo a la CEPAL, debe desplegarse dentro de un orden democrático, fortaleciéndolo con "un pacto fiscal que procure una estructura y una carga tributaria con mayor impacto redistributivo", lo que supone, por supuesto "un uso eficiente, eficaz y transparente del gasto, sujeto a rendición de cuentas...", y cuyo horizonte sea la construcción de "una igualdad de derechos". Todo lo cual requiere y reclama pactos sociales inclusivos.
Se trata de trascender la ingenua o perversa tesis de que dejar hacer y dejar pasar es la solución para nuestros problemas, y diseñar políticas que nos permitan fomentar una industria innovadora, fortalecer nuestros débiles circuitos de generación y trasmisión de conocimientos y tecnologías, estimular la inversión productiva, abordar la "heterogeneidad territorial" que produce una ampliación de las desigualdades, construir políticas de empleo y acceso a la seguridad social. En fin, fórmulas que nos permitan crecer y promover la igualdad.
Es un llamado a todas luces pertinente, si uno no se encuentra cegado por la tradición, los intereses de corto plazo o un cuerpo ideológico para el cual las desigualdades son "naturales".
Tengo la impresión que no sólo la CEPAL está preocu- pada por el futuro inmediato de la región, que diferentes voces desde la política, la academia, las organizaciones sociales, las empresas, son sensibles a una realidad que no sólo genera exclusión, falta de oportunidades, pobreza, informalidad, migraciones masivas, jóvenes sin empleo ni opciones educativas, sino que además reproduce inequidades que edifican sociedades escindidas, recelosas, temerosas unas de las otras.
Y si ello se coloca en el centro de las agendas públicas a lo mejor en efecto ha llegado el momento de "crecer para igualar y de igualar para crecer". Ojalá.

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