En un acto que hace años no veíamos, dirigentes de partidos, coordinadores en la Asamblea Legislativa y el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, firmaron de consuno una iniciativa de reforma a la Constitución, con el objetivo de dotar a esta ciudad de la suya propia, que permitiría, a quien la gobierna, contratar deuda pública sin requerir la autorización del Congreso, así como designar de manera directa -sin intervención del Presidente- al jefe de la policía y al procurador capitalinos. La Asamblea Legislativa pasaría a formar parte del llamado Órgano Reformador de la Constitución. En las delegaciones, la propuesta llevaría a la conformación de un remedo de cabildo municipal. Digo que es un "remedo" porque ni las delegaciones pasarían a ser municipios, ni esos "concejos" tendrían las facultades que el artículo 115 otorga a los mismos.Frente a los objetivos de sus autores, lo primero que salta a la vista es que estamos ante mucho ruido y pocas nueces, y de las pocas, la mayoría son de dudoso beneficio para quienes habitamos en este territorio llamado "Distrito Federal".No habrá beneficio, para los capitalinos, de que el jefe de Gobierno contrate deuda solamente con el aval de la Asamblea Legislativa, sin pasar por el Congreso de la Unión. Es cierto que esa situación proviene de la etapa previa, y que ninguna otra entidad federativa tiene esa condición; pero también lo es que ninguna de las otras entidades es la capital de México, que recibe y goza de los enormes beneficios que tal condición tiene aparejada.Si se permite al jefe de Gobierno endeudar a la ciudad, muy pronto las finanzas capitalinas entrarán en una crisis mayor a la que actualmente se encuentran. Que el Presidente intervenga en la designación del jefe de la policía, y del procurador, parece natural para un territorio en el que reside el propio Ejecutivo. Tal situación es reconocida por los autores de la iniciativa, que admiten que el Ejecutivo debe mantener la potestad de destituir a esos dos funcionarios, sin pasar por el jefe de Gobierno.Que la Asamblea participe en las reformas a la Constitución es casi simbólico; sería una de 32. Si la queja es que de Aguascalientes a Zacatecas intervienen, por esa vía, en asuntos del DF, pues lo seguirán haciendo.En cambio, es pésima la propuesta de crear "concejos delegacionales"; mientras no exista una nueva distribución de competencias entre el gobierno central y las delegaciones, que permita y obligue a las segundas a atender la prestación de servicios básicos, no tiene sentido alguno crear más burocracia; detrás de cada concejal vendrá la cauda de asesores, secretarias, choferes, viáticos, y otras prebendas.Repetir la idea de la minusvalía de los ciudadanos del DF es retórica que no se compadece de la realidad. Es falso que somos "ciudadanos de segunda"; elegimos al Presidente, a los diputados y senadores; votamos por el jefe de Gobierno, diputados locales y jefes delegacionales. Ejercemos, como en ningún otro lado, las libertades y derechos, incluso a costa de los demás, como lo padecemos a diario por marchas y bloqueos.Quienes aquí habitamos requerimos disponer del conjunto de nuevas leyes que darían sustento al cambio que se pretende. Creer que una constitución propia, y más burocracia local, dará mayores derechos ciudadanos, elevará la calidad de vida y mejorará la seguridad pública, es una quimera. Los problemas que agobian a los capitalinos no provienen de la naturaleza jurídica de nuestra ciudad. Más aún, perder la condición de ser la capital de todos los mexicanos podría traer aparejado, en el corto plazo, más y peores problemas.El debate sobre la ciudad trasciende las mitologías del pasado; las consignas que se quedaron sin materia; las visiones de corto plazo que sólo miran al 2012; los problemas de fondo están a la vista: inseguridad galopante; deterioro del equipamiento urbano y la infraestructura; agotamiento de los recursos naturales -en primerísimo lugar el agua-; contaminación desbordada; desquiciado y desquiciante tráfico vehicular; trasporte público; basura; y en la raíz, la corrupción, que ha extendido su fuero a múltiples ámbitos y niveles del gobierno capitalino, sin distingo de partido.Ésos son los problemas; no si somos de primera o de segunda.
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