jueves, 26 de agosto de 2010

LOS PROBLEMAS POLÍTICOS DE ESPAÑA Y MÉXICO

NÉSTOR DE BUEN

Todo el mundo anda de cabeza. Pero hay, claro está, los mundos que interesan menos y los que interesan más. Por supuesto que, en mi caso, son dos: México y España. Y no puede quedar duda de que ambos están complicados. En España, la muerte de Franco dio oportunidad al establecimiento de la democracia y al juego de los partidos políticos. Surgieron figuras entre las que, sin duda alguna, destaca sobre todas las demás la de Felipe González, secretario general del PSOE y quien repitió, mientras quiso, al frente del gobierno. Del otro lado, los saldos del franquismo no han permanecido quietos. La figura que más lo representa ha sido sin duda José María Aznar, presidente del gobierno por dos períodos, sin olvidar a Rajoy, al frente del Partido Popular, cuya ambición de regreso al poder es cada vez más notable. Hay otras fuerzas importantes como sin duda lo es la ETA, de lamentable creación, y en un sentido diferente, los catalanes hoy con la ambición de tener una Constitución para ellos solos en la que destaca la pretensión de ser tratados como nación. Ya la vigente Constitución española creó el concepto de autonomías que habrían de atribuirse, en principio, a las provincias con características propias, de manera particular un idioma exclusivo. Así las autonomías pudieron corresponder al País Vasco, a Cataluña y a Galicia, pero el concepto asumió un valor político y también le tocó la oportunidad a Andalucía, que tiene un mismo idioma pero dicho con mucho más salero. Hoy, cerca de unas elecciones sobre la sucesión en el gobierno en las que parece ocupar una situación preferente la derecha, el mundo político está agitado. Dentro del PSOE, inclusive, la pretensión de gobernar Madrid se la pelean dos notables candidatos. Sin embargo, es zona difícil para los socialistas. Madrid ha sido gobernado por la derecha desde hace mucho tiempo, lo que no deja de ser sorprendente si uno recuerda que Madrid fue el centro de la mayor resistencia de la República durante la guerra civil. En México estamos metidos de lleno, con mucha anticipación, en el cambio político. Quizá estemos todos de acuerdo en algo: el PAN lo ha hecho tan mal que sus perspectivas son muy negativas. Lo ha hecho mal y cada vez lo hace peor. El problema son las alternativas. Mi simpatía permanente ha sido por el PRD, pero después del desastre de sus elecciones internas, a lo que se agrega la inconcebible alianza con el PAN en las recientes elecciones, sus posibilidades son mínimas. Asumen más importancia los personajes que los partidos y el PRD tiene la ventaja de que uno de sus posibles candidatos, el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, cada vez tiene más presencia, sin necesidad de la publicidad descarada del gobernador del estado de México. Desde luego que Andrés Manuel López Obrador cuenta y cuenta mucho. Lleva, prácticamente, cuatro años de campaña, que no es poca cosa. Y aún podrían surgir candidatos de presencia notable, como podría ser, si se anima a serlo, Juan Ramón de la Fuente. El problema es la presencia de fuerzas sociales sin ideología, pero con una presencia abrumadora. El narcotráfico se ha convertido en un ente protagonista, mal combatido por el Estado pero que tiene el descaro suficiente para fijar reglas de juego y que le funcionen. A lo que se agregan los recursos económicos infinitos con los que cuenta. En este momento resulta difícil imaginar quién podría ser candidato del PAN. Nadie del partido, aunque se postulen prematuramente como Manuel Espino, se ve con posibilidades. Tal vez Santiago Creel, y en alguna medida, si se remedia su situación, Diego Fernández de Cevallos, lo que no parece fácil. En el PRI suenan varios candidatos, pero yo tendría una cierta inclinación por su presidenta, Beatriz Paredes, quien ha rescatado a su partido de una posición muy incómoda. La verdad es que los antecedentes del PRI no le resultan nada favorables. No hay que olvidar, por supuesto, a la Iglesia católica, hoy en imprudente conflicto con el Gobierno del Distrito Federal y la Suprema Corte de Justicia. Pero la metida de pata del cardenal Juan Sandoval Íñiguez parece que le quita fuerza. Sin embargo, la Iglesia está tomando en México una notable participación que recuerda sus tiempos mejores que ojalá no vuelvan. Tendremos un año político complicado. Y aunque ya deberíamos estar acostumbrados a las complicaciones, tengo la impresión de que estas, las políticas, serán nefastas. Ojalá me equivoque.

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