lunes, 9 de agosto de 2010

¿Y AHORA?

ROLANDO CORDERA CAMPOS

El grado de desprotección de los mexicanos crece con los días. No obstante los empeños inspirados en los manuales de autoayuda de los funcionarios gubernamentales encargados de la economía, la salud o el trabajo, los índices de desempeño hechos en México o en el exterior desembocan en un solo veredicto: la economía no va a crecer ni siquiera como se proyectaba a principios del año; la salud es pasto de buitres disfrazados de médicos privados o farmacéuticos y el peso del gasto de bolsillo, el de las familias y las personas, sigue por encima de los niveles internacionales. Y los empleos rescatados del mar de desempleo y subempleo que ensanchó la crisis mundial, son los peor pagados, más precarios y menos deseables, al grado de que muchas ofertas de ocupación son rechazadas por los jóvenes que prefieren la inactividad y engrosan las filas de la población económicamente inactiva. A su vez, el bálsamo americano tardará en llegar, aparte de que el presidente Obama apoya la producción interna de vehículos que podrían armarse en México.
Con la violencia, la pinza de una apuesta azarosa, que se mantuvo a pesar de indicios claros de que sus posibilidades se mermaban, se cierra ahora, cuando a coro el gobierno recita la Biblia. A contracorriente de los indicios más precisos e insistentes, tanto aquí como en el resto de la economía global, Calderón y sus fieles festejan el arribo pleno de la recuperación, dicen adiós a la crisis y reclaman a sus antiguos aliados, así como a los hipotéticos sostenes de su credo, lealtad y firmeza, cuando el suelo se mueve debajo de todos ellos y la perspectiva de una quiebra mayor, de la economía, pero también del proyecto que los inspiraba, se vuelve una probabilidad cercana, fatal.
En los primeros días de la semana se informó que los analistas económicos del sector privado consultados por el Banco de México se inclinaban por un desempeño económico menor para el segundo semestre. En ominosa coincidencia, los índices adelantados del Inegi hablan de lo mismo y las cifras sobre el empleo y la actividad económica en Estados Unidos apuntan a un alentamiento de la recuperación, el mantenimiento del desempleo y el estancamiento del consumo.
Mientras tanto, en Europa, los financieros públicos y privados, junto con los gobiernos, se dan a un extravagante festival de reducción de los estímulos fiscales y del déficit, hasta hacerle perder la calma a Robert Esquidelski, el célebre biógrafo de John Maynard Keynes, quien en la Cámara de los Lores replica al gobierno: el peligro principal para la economía no es el hoyo fiscal (¿suena familiar?) sino el hoyo de la economía.
El déficit y la deuda, añade, no tienen por qué ser una carga para las generaciones futuras. En cambio, si el déficit es recortado ahora, sin duda habrá una carga para la generación presente y las futuras. El ingreso y las ganancias disminuirán; los fondos de pensiones se reducirán; proyectos de inversión serán cancelados o pospuestos, y las escuelas no serán reconstruidas, con el resultado de que las generaciones futuras estarán peor, por no contar con activos que de otra forma habrían tenido.
Luego, en The Financial Times, Skidelsky resumiría: las futuras generaciones nos maldecirán por recortar en medio de una recesión (FT, 28/07/10).
El Banco de México insinuó hace unos días que tomaba nota de lo incierto de la recuperación global y algunos funcionarios de Hacienda hicieron lo propio, algunos desde Shanghai. Pero para terminar la semana, el acorazado de Los Pinos nos asestó otro recetario de autoayuda con maquillajes estadísticos, himnos a la estabilidad y convocatorias al heroísmo. ¿De qué se trata o de quieren que se trate esta vez?
Se dice que el gobierno ha instruido a las entidades del sector público federal a proyectar presupuestos para 2011 por debajo de lo que se espera gastar este año. Sin embargo, sabemos, todos o casi todos, que el subejercicio del presupuesto 2010 es mayúsculo y que la capacidad de gasto del Estado parece llegar a sus esquivos fondos. Además, no sólo sabemos, sino que sentimos que la demanda interna está frenada porque el empleo apenas crece, los salarios se estancan o caen y los inversionistas prefieren esperar.
Es decir, que todo conspira para contener al máximo el crecimiento que hoy sería posible si el gobierno se esforzara en invertir por su cuenta, ampliara los espacios y capacidades instaladas o fácilmente instalables en la infraestructura, la salud o la educación superior, y pusiera realmente a trabajar a la banca de desarrollo que queda en pie en proyectos factibles dirigidos a ensanchar nuestra raquítica base productiva vinculada a la exportación y al mercado interno. Podemos suponer, además, que es un conocimiento compartido del norte al sur y de la izquierda y la derecha. ¿De qué se trata, esta vez?
Podemos imaginar que es otra argucia calderoniana para actualizar su tristemente célebre del haiga sido como haiga sido y que, al final de cuentas, tengamos un presupuesto expansivo y un gobierno impetuoso, al estilo foxiano, para cerrarle la puerta al PRI en 2012. De todo puede haber aún en esta maltratada viña.
Pero jugar al nintendo financiero y a la cuija de las expectativas del capital puede mostrarse desastroso para el país, cuando no suicida para el propio régimen. De aquí la urgencia de que partidos y Congreso, empresarios y trabajadores, reclamen unos criterios de política económica y un proyecto de Presupuesto de Egresos que respondan a la realidad –real–, y no a las ensoñaciones subreales de quienes también llegaron tarde a las fantasías de un credo económico en franco desuso.

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