jueves, 26 de agosto de 2010

¿GUERRA O FENÓMENO SOCIAL?

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Hemos pasado ya casi un lustro en una guerra desesperada, una guerra sin cuartel y a veces sin rostro que ha tocado las fibras más íntimas de la sociedad mexicana; una guerra, en fin, que parece haber dividido a la sociedad mexicana en dos bandos antagónicos e irreductibles: aquellos que están a favor de la ley y de la vida civilizada y aquellos otros que se han declarado enemigos de la sociedad y que han hecho del crimen su modo de vida. Una guerra que, según cifras oficiales, suma ya 28 mil muertos y que supera, con mucho, las pérdidas en lugares tradicionalmente llamados de conflicto como el Oriente Medio. Esta polarización, además de falaz, es en realidad peligrosa, el problema de la seguridad pública alcanza las raíces de nuestro ser como Estado y merece no sólo diálogo y voluntad política, sino también inteligencia, análisis sereno y, ante todo, respeto ante la realidad y la evidencia. Los mexicanos, en los últimos años, hemos aprendido a vivir con miedo, todos hemos perdido a alguien más o menos cercano y, sin embargo, seguimos empeñados en construir este país, con la conciencia de que este fenómeno también pasará y se convertirá en historia. Un cambio importante puede comenzar por nuestra forma de apreciar los hechos. En realidad no es una guerra, menos aún la de los buenos contra los malos, sino de un complicado fenómeno en el que juegan valores sociales, prácticas, usos y costumbres en torno a los estupefacientes, la vida económica y el subcircuito financiero de las drogas, los mecanismos de protección del Estado y el gobierno y nuestra relación con temas como la corrupción, la impunidad y la confianza en los organismos policiacos. Hoy no sólo nos enfrentamos al narcotráfico y sus derivados, como el secuestro, sino que, paralelamente, conductas criminales no necesariamente relacionadas -abuso de menores o extorsión- florecen en este ambiente en el que el gobierno no ha podido responder con eficiencia. Si dejamos de pensar en términos de guerra y nos enfrentamos de lleno con esa transformación social, bien podríamos estar más cerca de soluciones eficientes. El miedo es mal consejero, ya lo decía Napoleón en su Memorial de Santa Elena: "Sólo podré vencer a mi enemigo si logro hacer que me tenga miedo". Al amparo del miedo florecen las respuestas erróneas y desesperadas. Hoy, temas como la pena de muerte, el agravamiento de las sanciones y convertir en delitos de oficio aquellos que se perseguían por querella, no sólo nos van convirtiendo en una sociedad policiaca, sino que no encuentran su ubicación en un sistema eficiente, pues la percepción general de víctimas y delincuentes es que los delitos no son perseguidos y las sentencias no son pronunciadas. Más allá de la pobreza, el tema de la desigualdad alienta a la delincuencia. Más allá del heroico comportamiento de los militares, la estrategia global es determinante. Más allá de nuestro esfuerzo, están las decisiones internacionales para un problema que no es sólo nuestro. Nunca más acertadas las palabras de Marsé, "un héroe de guerra no es otra cosa que una sangrienta coincidencia", no necesitamos héroes de guerra, necesitamos entender y actuar en consecuencia.

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