jueves, 13 de mayo de 2010

CINCO DE MAYO EN ARIZONA

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Hay algo que muy pocos políticos logran comprender, algo que al ciudadano de todos los días le parece elemental y que a cualquier persona —cuando la mirada no se le ha nublado por el deseo de poder— le parece fundamental: a los símbolos hay que tenerles respeto y, a veces, miedo. Los símbolos fortalecen conductas, unifican voluntades y vuelven poderosas a las fuerzas dispersas; los símbolos guían y en ocasiones imponen. El 5 de mayo es uno de esos símbolos que no pueden ser pasados por alto. La batalla de Puebla constituye una fecha importante para el calendario cívico de los mexicanos dentro del país y todos nos enorgullecemos del parte de guerra de Zaragoza: “Las armas nacionales se han cubierto de gloria”. Es parte de nuestra honra, de nuestra voluntad de sobrevivencia y de nuestra capacidad con el fin de defender a la patria. Sin embargo, para los mexicanos, y los latinoamericanos, en Estados Unidos, resulta el centro del calendario ciudadano. En el caso de ellos, el 5 de mayo es la afirmación de su latinidad, de su existencia con voz y con presencia, de su identidad diversa, creciente y potente.
Dentro de las fechas que los estadunidenses han adoptado como suyas, el 5 de mayo es la fiesta más joven. Hoy, cuando el presidente Obama la ha celebrado en compañía de miles de latinoamericanos y ha prometido una embestida contra la Ley SB 1070, ni la mandataria Brewer ni los políticos que gobiernan Arizona, parecen preocuparse mucho por los símbolos que presagian muchos años de renovada lucha por la identidad latina en EU. Brewer, como en su tiempo hicieron Orval Faubus en 1957 en Arkansas, Ross R. Barnett en 1962 en Mississippi y George Wallace en 1963 en Alabama, éstos, tratando de impedir el ingreso de estudiantes negros en las universidades de su respectivo estado y ella provocando la segregación de razas con el pretexto de la inmigración ilegal, lograron conjuntar miles de voluntades, en todo EU, de blancos, negros, latinos y asiáticos, para luchar por el más sagrado de todos los derechos, el de la identidad que tiene como corolario el de vivir en paz con los que son diferentes.
Bajo la atenta mirada de los retratos de César Chávez, el 5 de mayo hubo actos de desobediencia civil en más de 70 ciudades de la Unión Americana. Esa suma de símbolos está convirtiendo la añeja lucha de los migrantes por la legal estancia y el derecho al trabajo, en algo de mayores dimensiones, una lucha en pos de la identidad, del derecho al idioma, a la religión, a las relaciones familiares y a la integración social y ciudadana.
Todos los días, frente al Capitolio de Phoenix, hay protestas cuyos símbolos sólo quedan ocultos para quienes no quieren ver: pancartas, mensajes, ciudadanos estadunidenses nacidos en Oaxaca o hijos de guanajuatenses, que protestan en representación de sus familiares que tienen miedo de salir a la calle. Una pancarta llama la atención, por su significado: “How Brown is too Brown?”, “¿Que tan moreno es muy moreno?”, es decir, ¿qué tanto falta para que las protestas del 5 de mayo en Phoenix se conviertan en una nueva marcha sobre Washington?, ¿cuánto falta para que 1963 se convierta en 2010?

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