En la primera elección del año se cumplieron los pronósticos: El PRI recuperó la alcaldía de Mérida que durante 19 años estuvo en poder del PAN; ganó 13 de las 15 diputaciones locales de mayoría relativa, y recobró otros tres o cuatro municipios más. Sin embargo, su fuerza no fue tan arrasadora como pronosticaban las encuestas de preferencia electoral. Francisco Abundis, director de Parametría –una de las principales encuestadoras políticas del país–, señalaba en un artículo publicado el martes 18 en El Universal: “Si lo que pasó este domingo en Yucatán pasara en las 14 restantes elecciones locales, en lo que se refiere a diferenciar entre las mediciones preelectorales y los resultados finales, significa que estamos sobreestimando al PRI. Si esto fuera así, la supuesta ventaja que lleva este instituto político en la mayor parte de las 12 elecciones de gobernador estaría cuestionada. Por ello el escenario para el próximo 4 de julio podría ser mixto o no de dominancia priista, como se venía perfilando”. Esto es precisamente lo que hoy está en juego: El PRI recuperó el principal bastión panista en el sureste, pero, de acuerdo con dicho encuestador, mientras históricamente las diferencias entre el primero y el segundo lugares (PAN y PRI, en todos los casos) eran en general de un dígito, y los encuestadores pronosticaban ahora diferencias de dos dígitos, el resultado final fue de menos de tres puntos porcentuales. Así, hay que reconocer el avance tricolor, que se mantiene constante, aunque no es tan arrasador como se esperaba. La primera conclusión sobre la elección de Yucatán, y particularmente de Mérida, es que el PAN perdió porque no logró superar las fracturas que se generaron a raíz de la imposición de su candidato a la gubernatura en el 2007, Xavier Abreu. Y esto lo afirman claramente dos exalcaldes y contendientes en dicha lucha interna: Luis Correa Mena y Ana Rosa Payán. Esa es una constante que afecta a todos los partidos políticos por igual: cuando no logran resolver sus conflictos internos, éstos inevitablemente les cobran la factura en las elecciones constitucionales. Fue el caso del PRI en los comicios presidenciales del 2000 y, particularmente, en los del 2006; pero también ha sido el caso del PAN en casi todos los celebrados durante este sexenio; en tanto que el PRD ha enfrentado dicha situación en varias contiendas locales, particularmente en el Distrito Federal, el Estado de México, Guerrero y, en la actualidad, todo hace suponer que tropezará con la misma piedra en Zacatecas. Otra conclusión es que, de mantenerse las diferencias entre las encuestas de preferencia electoral previas y los resultados oficiales, en las 12 elecciones de gobernador que habrá el superdomingo 4 de julio el tricolor podría perder algunas, entre las que destacan Oaxaca y Sinaloa, lo que cambiaría totalmente el panorama para la elección presidencial de 2012, especialmente por el impacto que tales resultados podrían tener en los comicios del próximo año en el Estado de México. En el caso de Oaxaca, una encuesta publicada por el diario Reforma el jueves 20 muestra que Gabino Cué, candidato de la alianza opositora PAN-PRD-PT-Convergencia, tiene 36% de las preferencias electorales, contra 35% del candidato de la alianza PRI-PVEM, Eviel Pérez, lo cual los ubica en un virtual empate técnico. Mientras tanto, en Sinaloa, conforme a una encuesta de Consulta Mitofsky, del 10 de abril, la diferencia entre el candidato del PRI-PVEM-Panal, Jesús Vizcarra, y el del PAN-PRD-PT-Convergencia, Mario López Valdez, es de escasos cuatro puntos porcentuales, a favor del primero. En las dos entidades, las fracturas se dieron en el PRI, ya que los gobernadores lograron definir a los candidatos tricolores pero provocaron un gran descontento en quienes se quedaron fuera de la contienda. De hecho, el candidato opositor en Sinaloa es precisamente producto de una ruptura dentro del hasta hoy partido dominante en dicha entidad. En Oaxaca, la fractura se había dado varios años antes, y el mismo Cué había logrado una copiosa votación hace seis años. Sin embargo, hoy parece que allí se recrudecieron los conflictos. Si Yucatán y, particularmente Mérida, es un anticipo de lo que serán las elecciones locales este año, todo indica que habrá comicios muy reñidos, que se definirán por diferencias mínimas, y que los partidos pagarán los costos de las imposiciones. De modo que este último factor y las encuestas de preferencia electoral permiten vaticinar que el PRI recuperará Aguascalientes y Zacatecas –precisamente por los conflictos que generaron los actuales gobernantes en la selección de los candidatos de sus respectivos partidos–, aunque está en riesgo de perder al menos Oaxaca y Sinaloa. Una conclusión adicional sería que las coaliciones amplias sí pueden dar buenos dividendos cuando se conjugan algunos factores, entre los que destacan la postulación de un buen candidato y la unidad en las fuerzas coaligadas. Y hasta donde han difundido los medios de comunicación, el PAN y el PRD ya empezaron a platicar sobre una posible coalición para las elecciones por la gubernatura del Estado de México, esa que el actual gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, pretendía evitar con el acuerdo donde el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, firmó como testigo. Las cifras de la primera elección del año permiten vislumbrar que el PRI, y particularmente Enrique Peña Nieto, todavía enfrentarán muchos obstáculos en su camino rumbo a los comicios presidenciales de 2012. Y el resultado es más incierto de lo que las encuestas de preferencia electoral y los discursos tricolores parecen vaticinar.
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