En 1960, hace 50 años, Julio Bracho terminaba la filmación de La sombra del caudillo. Basada en la novela de Martín Luis Guzmán recreaba las tensiones e intrigas dentro del Ejército que "obligaban" a resolver los conflictos por la vía de las armas. La película fue "enlatada" por varias décadas porque, se dijo, había ofendido a una institución pilar de nuestra vida republicana: las Fuerzas Armadas.(Julio Bracho y Jesús Cárdenas hicieron la adaptación para cine de la novela de Guzmán, la fotografía estuvo a cargo de Agustín Jiménez y la música de Raúl Lavista. Y los principales actores fueron: Tito Junco, Tomás Perrín, Bárbara Gil. Miguel Ángel Ferriz, Ignacio López Tarso, Carlos López Moctezuma. Emilio García Riera. Historia documental del cine mexicano. Tomo 7. Era. 1975. P. 358-9).La novela, por entregas, se publicó originalmente en El Universal a partir del 27 de mayo de 1928 (hace exactamente 82 años) y fue una versión libre de las conjuras dentro del Ejército y del asesinato del general Francisco Serrano y varios de sus compañeros en Huitzilac, en el marco de la precampaña que llevaría a la reelección del general Álvaro Obregón.(Las entregas de la novela también aparecieron en dos diarios norteamericanos: La Prensa de San Antonio y La Opinión de Los Ángeles. Y la versión definitiva, que contiene cambios importantes, fue publicada en España por la editorial Espasa-Calpe en el año 1929. Martín Luis Guzmán. La sombra del caudillo. Versión periodística. Estudio introductorio: Bruce-Nova. UNAM. 1987).Francisco Serrano había participado en el levantamiento de los generales sonorenses en 1919 para impedir que el presidente Venustiano Carranza dejara como su relevo al ingeniero Ignacio Bonilla. Dicha revuelta, encabezada por Obregón, Calles y De la Huerta, propició el asesinato de Carranza y sentó las bases para la primera elección de Álvaro Obregón como presidente de la República.(Serrano fue jefe del Estado Mayor de Obregón en 1915, diputado federal, subsecretario y secretario de Guerra y Marina en el gabinete del propio Obregón. Humberto Musacchio. Milenios de México. Tomo III. Raya en el agua. México. 1999. P. 2804).Los cuatro aliados en 1919 fueron personalidades destacadas de los años veinte. Tres resultaron presidentes, dos fueron asesinados y uno tuvo que tomar la ruta del exilio (suman seis y ahora verán por qué). Adolfo de la Huerta fue presidente interino luego de la revuelta de Agua Prieta, Obregón lo sucedió y gobernó entre 1920 y 1924 y Plutarco Elías Calles lo siguió entre 1924 y 1928. Pero los amigos también se tornaron enemigos. De la Huerta se levantó en armas en 1923, fue derrotado y huyó del país, luego de lo cual Calles ganó las elecciones. Francisco Serrano, enemigo de la reelección de Obregón, ya lo apuntamos, fue asesinado porque presuntamente preparaba un levantamiento, lo que permitió que Obregón triunfara en las siguientes elecciones. El propio Obregón, como se sabe, fue asesinado en el restaurante La Bombilla como presidente electo. Y todavía en 1929 tuvo que ser conjurada una nueva rebelión encabezada por el general Gonzalo Escobar, antes de la elección del nuevo Presidente.(No parece que ninguno de los generales compartiera las convicciones de Cicerón, que hacía decir a Lelio: "yo solamente puedo exhortaros a que antepongáis la amistad a todas las cosas humanas", porque "la amistad no es otra cosa que el consenso con benevolencia y afecto... y no sé si haya sido dado al hombre por los dioses inmortales algo mejor que ella, exceptuada la sabiduría". Cicerón. Catón el mayor: de la vejez. Lelio: de la amistad. UNAM. 1997. P. 46-47)En los años inmediatamente posteriores a la Revolución, el tronco del poder, el espacio donde realmente se dirimía la sucesión presidencial, era el Ejército. Los caudillos militares, como si se tratara de una ley, primero zanjaban sus diferencias en el campo de batalla y luego, los triunfadores legitimaban su victoria en las urnas.(Era un método contundente y transparente, diría un cínico. Todo era para los ganadores. El problema, sobra decirlo, saltaba a la vista: dejaba una cauda de muertos, heridos, fugados; no pocas ganas de venganza y una incertidumbre perpetua. Resultaba "costoso", diría el analista imparcial).Fue la creación del Partido Nacional Revolucionario, a iniciativa de Calles, el que permitió el paso "de la era de los caudillos a la de las instituciones". Se construyó una organización que dio cobijo a todo aquel que se dijera revolucionario y un espacio para solucionar, sin las armas, el delicado problema de la sucesión presidencial.(Primero entre los caudillos y "hombres fuertes", luego incorporando a las grandes organizaciones de masas. Y la fórmula clave fue: la negociación perenne. Muy pronto, sin embargo, la figura presidencial acabó siendo preeminente, y el resto de los actores vivió bajo un manto de subordinación público y notorio. Pero ésa sería otra historia).Moraleja: la que usted quiera.
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