sábado, 1 de mayo de 2010

DESESPERACIÓN Y NO INTERVENCIÓN

RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS

El miércoles de la semana pasada leí en una nota periodística que el secretario de Seguridad Pública y protección Civil del puerto de Acapulco, con motivo de la inseguridad que impera en el Estado de Guerrero y en algunas zonas de ese puerto, y que como se sabe ya ha cobrado varias vidas, dijo que la policía municipal no intervendrá en una balacera: "¡Cómo vamos a intervenir. Si están peleándose, sencillamente detenga usted (sic)... métase en medio a ver qué le pasa!" Y agregó que ha dado órdenes a todos los policías de su dependencia de no participar en caso de presentarse una balacera. ¡Fantástico! Podemos viajar tranquilos a Acapulco ya que su papel, según ha manifestado el Secretario, "es únicamente avisar a las autoridades competentes". Por lo visto el tal secretario ignora las más elementales fórmulas jurídicas de la omisión de auxilio teniendo el deber de auxiliar. Pero esto no es todo en lo que atañe a declaraciones de "servidores" públicos. A raíz del atentado en contra de la encargada de Seguridad Pública de Michoacán, hace apenas unas horas, la Secretaría de Gobernación emitió un boletín de prensa en los siguientes términos: "Este acto cobarde muestra la desesperación de las organizaciones de la delincuencia organizada a las que, cada vez más, la autoridad le ha cerrado espacios y márgenes de maniobra para ejercer actividades ilícitas". Así que en términos militares el gobierno "va perdiendo", la violencia aumenta en proporciones más que alarmantes y el baño de sangre es dantesco (¡pregúntesele a los familiares y parientes de las víctimas!), pero las sacrosantas palabas oficiales nos dicen que los delincuentes muestran... desesperación. ¡Menuda desesperación asesina de los que hasta hoy tienen en jaque al gobierno! ¿Será comparable esta desesperación con la del pueblo? Y sumo la desesperación a la que me refiero con la no intervención del secretario de Seguridad Pública y protección Civil del puerto de Acapulco. La consecuencia es sorprendente por no decir que indignante: ¡estamos indefensos, abandonados al azar! O por lo menos eso se manifiesta. ¿Entonces, me debo cuidar yo solo? ¿Éste es el resultado de la política del gobierno en su guerra contra la delincuencia organizada y el narcotráfico? Lo bueno es que somos millones de ciudadanos los que no le hacemos el más mínimo caso a las palabras absurdas de algunos gobernantes. Sin embargo hay que exigirles pudor político, sentido de responsabilidad y respeto por el pueblo. La nota roja ya se volvió rojísima, la lista de bajas sobrecoge y demuestra hasta el cansancio que se va por camino equivocado. ¿Es justo que los gobernados contemplemos nada más sentados en las butacas del terror el espectáculo sangriento, pasivos, resignados, inermes, esperando un 2012 incierto? ¿Qué arma tenemos? ¿Sólo el voto trienal, tardío, frecuentemente burlado? Hay palabras en las que suelen abundar los políticos y que caen sobre uno igual que balas.
Ahora bien, cuando se va por camino equivocado las señales son muy claras y la evidencia abrumadora. ¿Cuál es la solución? Desde luego e inmediatamente apartarse de ese camino, lo que implica un principio de nueva solución. Lo señalo porque en el gobierno se afirma que es muy fácil criticar sin decir concretamente qué hacer. Lo que yo pienso al respecto es que la crítica sana, objetiva, de buena fe, lleva implícita una solución puesto que solución es abandonar lo equivocado, lo inútil. Los analistas, que abundan, explican cada quien a su modo los pormenores y complejidades de la violencia creciente en México, teniendo por "telón sonoro" de fondo el ensordecedor ruido de las balaceras. Es como si los médicos teorizaran en torno a la cama de un enfermo grave en vez de curarlo o tratar de curarlo. Lo que he contado del funcionario de Acapulco y de la Secretaría de Gobernación es sintomático de una apatía generalizada, en rigor mecánica, de un gran descontento y desconcierto en ciertos "altos mandos". O sea, "para qué me expongo si son superiores a nosotros, mejor hay la voy llevando", "atacan porque están desesperados". En suma, las anteriores expresiones son una desviación de la realidad. Y eso es exactamente lo que está pasando en México, que se desvía la realidad. Habrá en la especie una política oficial que no todos compartimos, pero a partir del momento en que no produce resultados concretos, en que no es eficaz, ya es una política desviadora de la realidad, que se aparta de la realidad. Se reconoce obviamente que la delincuencia generalizada en el país corresponde a un problema enorme, gigantesco. No obstante algo se irá logrando, aunque sea muy poco, si se elige un buen camino. Lo contrario nos aleja del problema y de sus causas y además equivale a tirar voluntad, esfuerzo, trabajo y vidas humanas a la basura. La ausencia de resultados, insisto, es la prueba más evidente de la mala estrategia que el gobierno emplea en su lucha para enfrentar a la delincuencia. No se duda del esfuerzo, de la persistencia en el esfuerzo en el campo de batalla (que eso es). Pero el esfuerzo sirve de poco o de nada si el país se halla estancado en una situación de creciente inseguridad. Se anuncia y se pregona que se vencerá, se insiste en que la desesperación del enemigo lo hace causar daño de proporciones incalculables, se defiende el gobierno criticando a los críticos. Y los políticos de siempre, los viejos y los nuevos, hacen sus movimientos rumbo al 2012. En este esquema algo siniestro nos dice que aprovechan la ocasión. Incluso, lo confiesen o no, los favorece aquella estrategia errónea. El pueblo desespera, no lo dejan intervenir más que por la vía de la protesta que es calificada hasta de traición a los intereses superiores de la patria. Pero la versión oficial de lo que sucede en México la da la Secretaría de Gobernación: "...la delincuencia organizada a la que, cada vez más, la autoridad le ha cerrado espacios y márgenes de maniobra para ejercer actividades ilícitas". ¿A qué espacios y márgenes de maniobra se referirá?
Se desespera uno en averiguarlo mientras la nota roja se vuelve rojísima y los "partes de guerra" no tienen límite en su siniestro mensaje.

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