jueves, 27 de mayo de 2010

RAZONES PARA CELEBRAR

FERNANDO SERRANO MIGALLÓN

Para mi hermano Francisco.

Desde hace algunos meses, han sido varios los estudiantes que me han preguntado si, en realidad, los mexicanos tenemos algo que festejar con tanto boato en este año. Con las preguntas de los alumnos suele pasar lo mismo que con las que uno se hace al reflexionar. Nunca nos parecen suficientemente respondidas y siempre queremos abonar un punto más. Es con esos estudiantes preocupados por su tiempo y su espacio con quienes me gustaría abundar en el tema. En efecto, sí tenemos razones para festejar el Centenario y el Bicentenario. Encuentro al menos cinco de ellas: identidad, futuro, manifestación cultural, fortaleza lingüística y fortaleza social. Comencemos, claro está, desde el principio. Me refiero a identidad como el conjunto de elementos culturales, sociológicos e históricos que nos permiten reconocernos como unidad social de vida diferente de otros grupos humanos. Esta afirmación, así de amplia, es la primera de nuestras razones para festejar. Durante los últimos 200 años, los mexicanos hemos trabajado y luchado por construir nuestra identidad. Ese ha sido nuestro principal proyecto y la más alta de nuestras metas: darnos rostro, voz y sentido. Nacidos como cultura, en el seno de la madre cultura occidental, tenemos un origen complicado. Entreverado de glorias y sufrimientos como cualquier pueblo e, igual que todos, permeado de tabúes, orgullos, medias verdades y mitos. Ninguna nación está exenta de estos elementos. Somos el resultado de haber nacido en un cruce de caminos, del norte al sur, del oriente al occidente. Somos el fruto de innumerables mezclas de pueblos que aquí sentaron solar y futuro. A Mesoamérica llegaron los occidentales. Después de lo españoles, un contradictorio grupo de europeos: judíos, moriscos, italianos, vascos, catalanes, castellanos, andaluces, entre otros, para encontrarse en un inmenso universo completamente desconocido por ellos, con pueblos tan diversos y en grados tan distintos de evolución, como los chichimecas y los aztecas, lo que quedaba del antiguo imperio maya, y comenzar juntos, europeos y mesoamericanos, un fenómeno que los excedía y en el que se vivieron crueldades sin par y también actos de humanidad sin precedente, todo en el marco de algo que, más allá de la Conquista y de la colonización, podemos llamar el hecho irreversible de la occidentalización. Durante 300 años, este fenómeno buscó afirmar la hispanidad de la zona, de construir una sociedad diferente de la de España que no había podido lograrse en el humanismo erasmista y, omitiendo el dato indígena, nacimos a la Independencia buscando afirmar nuestra existencia y nuestro lugar en el mundo. La reforma liberal aspiró a construir hombres libres y, la Revolución, ciudadanos. Particularmente, el cardenismo incluyó a indígenas, obreros y campesinos en la concepción de la mexicanidad. Proceso en el que vivimos para explicarnos y ocupar nuestro lugar en el universo. Alfonso Reyes decía que, por nuestra situación geográfica e histórica, habíamos llegado tarde al banquete de la cultura y que, sin embargo, ello nos daba la ventaja de arribar más frescos, más despiertos y más esperanzados como participantes de pleno derecho. No es poco para festejar, haber construido una nación y una identidad, pese a todo, contra todo, y gracias a nuestro esfuerzo.

No hay comentarios: