lunes, 20 de diciembre de 2010

GUERRA AL NARCO Y PENSAMIENTO LAICO

CIRO MURAYAMA RENDÓN
Escribe Claudio Magris: “Laicidad no es un contenido filosófico, sino más bien un hábito mental, la capacidad de distinguir lo que es demostrable racionalmente de lo que es en cambio objeto de fe” (Literatura y derecho ante la ley, Ed. Sexto Piso, 2008). Siguiendo esa idea, puede afirmarse que la acción de gobierno debe partir de un racionamiento laico, fundarse y guiarse con base en hechos demostrables y no en creencias y en actos de fe.¿La lucha contra el narco, tal como se ha desplegado, nos ha hecho más seguros y ha atajado la circulación y consumo de drogas? Los datos oficiales del Sistema Nacional de Información en Salud (Sinais) demuestran que, a partir de 2008, la principal causa de muerte entre los mexicanos en edad reproductiva —de 15 a 49 años— es el homicidio, con una tasa bruta de mortalidad de 19.5 (muertes por cada 100 mil habitantes). En 2007, la tasa era de 11.7, lo cual nos indica el veloz y feroz aumento de las muertes violentas en nuestro territorio en los años más cercanos. Me pregunto si en algún momento de nuestra historia, salvo en la guerra civil de la revolución, el homicidio había sido la principal causa de muerte para algún grupo poblacional.Para 2009, la tasa bruta de mortalidad por homicidios para toda la población del país fue de 13.5. En el caso de los varones, la tasa por homicidios fue de 24.9, colocándose como la quinta causa de muerte en el país.En la región norte del país, conformada por Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Sonora y Tamaulipas, en 2007 los homicidios registraban una tasa de mortalidad de 8.8 y para 2008 fue de 22.8, es decir, un crecimiento de 159%. En un año, la tasa de homicidios en el norte se multiplicó 2.5 veces, y ya representan la cuarta causa de muerte de la población.En el centro —Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa y Zacatecas—, la tasa de mortalidad por homicidios fue de 10.8 en 2008; es decir, el centro de hace dos años resultó más violento que lo que era el norte hace tres años.Lo mismo ocurre en el sur —Campeche, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz y Yucatán— donde la tasa de mortalidad por homicidios en 2008 fue de 9.1. Sólo en el Distrito Federal la violencia no aparece como una causa de muerte significativa. Paradójicamente, la otrora temida gran ciudad es hoy una de las zonas menos inseguras y violentas de la geografía nacional.México es más inseguro y violento. Cabe preguntarse si, a cambio, en nuestro país el consumo de drogas ha bajado a raíz del combate al narco. Para ello, de nuevo, cito una fuente oficial: “La última Encuesta Nacional de Adicciones señala que el consumo de mariguana entre la población pasó, fíjense ustedes, del 3.5 por ciento en 2002, al 4.2 por ciento en 2008. Y el consumo de cocaína, aunque partió de una base pequeña, pasó de 1.2 a 2.4, es decir, se duplicó en esos cuatro años. Parece poco; es más, hay quien ha dicho que viendo los porcentajes parece poco. Pero pasar (…) de 3.5 por ciento de consumidores en México de mariguana a 4.2, significa que en cuatro años hubo casi un millón de nuevos consumidores de mariguana en el país; y pasar de 1.2 a 2.4 por ciento de consumo de cocaína, quiere decir un millón 350 mil nuevos consumidores en cuatro años, de cocaína en el país. Y no en toda la población, sino fundamentalmente en nuestros jóvenes entre los 14 y los 21 años, donde está el grueso de esos nuevos consumidores”. La cita es del presidente Felipe Calderón en el discurso que dio en el Día Internacional contra las Adicciones este año.Los hechos, los datos duros, nos dicen que las cosas no están bien: hay más violencia, más inseguridad, y más consumo de enervantes. Señalar lo anterior no quiere decir que se milite en la idea de dejar al narco actuar con libertad, pero sí implica abandonar la creencia de que se está yendo en el camino correcto. El consumo de drogas, hay que repetirlo, es un problema de salud pública; no debe serlo de seguridad pública.En buena parte del territorio la inseguridad y el miedo afectan cada día, cada hora, a la población.El lema “Para que la droga no llegue a nuestros hijos” no ha dado lugar a una estrategia gubernamental adecuada. Pienso que si la droga, algún día, llega a mi hija —como me llegó a mí y a todo el que le he preguntado, pues lo común es que en algún momento de la vida alguien nos ofreciera “un toque” o un “pericazo”—, creo que podrá rechazarla y si no, si le llegara a entrar, y fuerte (cruzo los dedos para que ello no ocurra), su madre y yo podremos tener y buscar distintos recursos para enfrentar el problema y resolverlo. Pero para lo que nadie puede hacer nada es para enmendar el infortunio de quedar muerto por una bala perdida en medio de un tiroteo, como ha ocurrido con varios jóvenes estudiantes, o para remediar el fallecimiento de quien es blanco de fuego por equivocación de un retén militar, como les ha ocurrido a distintas familias inocentes. A la luz de los hechos, debería replantearse profundamente la estrategia anticrimen. Propongo un lema: “Para que las balas no lleguen a nuestros hijos”.

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