Las revelaciones de miles de cables diplomáticos en el portal de Wikileaks y su difusión a través de distintos periódicos del mundo, han tenido un impacto tan grande que ya se han calificado como el "11 de septiembre de la diplomacia internacional".
El Departamento de Estado de EU ha emitido una enérgica protesta, y su titular, Hillary Clinton, ha llamado a varios de sus homónimos de los países involucrados, intentando realizar una operación de control de daños.
Es probable que las revelaciones cambien para siempre la forma en que embajadores y cónsules informan a sus superiores. Las precauciones para transmitir y almacenar informes diplomáticos, serán mayores desde el bombazo de WikiLeaks; la responsabilidad de su cuidado será asignada con toda precisión en adelante.
Se ha hablado mucho de los posibles daños. Si bien es cierto que no son descartables algunas consecuencias en lo inmediato y en el futuro cercano, también es verdad que el hecho de conocer información, fortalece a los países democráticos y debilita a los regímenes autoritarios. La información permite tomar mejores decisiones en una democracia, eleva la calidad de vida de las personas y propicia un debate público.
Recordemos que a principios de los 70, en plena Guerra de Vietnam, el presidente Nixon enfrentó una filtración de miles de documentos clasificados del Pentágono, que llegaron a manos del New York Times y el Washington Post. Para detener su publicación el gobierno acudió a un proceso de urgencia ante la Suprema Corte; después de examinar la documentación, los nueve jueces decidieron que su publicación no causaba un "peligro real e inminente", por lo que podía ser dada a conocer en ejercicio de la libertad de prensa. En esa famosa sentencia (conocida como el caso "papeles del Pentágono"), la Corte reconoció el lugar central que tiene la información para ir construyendo una sociedad democrática. No puede haber democracia sin una prensa vigorosamente comprometida a difundir todo tipo de información que sea de interés general.
En los años 70, la publicación de los papeles del Pentágono permitió que la sociedad estadounidense presionara a su gobierno para abandonar la inútil guerra de Vietnam, con su caudal de muerte y destrucción. Hoy en día, Julian Assange, la cabeza más visible de WikiLeaks, quizá nos esté ayudando a salvar vidas, a evitar conflictos o a advertir sobre el riesgo cierto de futuras guerras nucleares. En cualquier caso, es seguro que nos está ayudando a comprender mejor la visión que EU tiene de algunos gobernantes de otros países. Los documentos dados a conocer demuestran las debilidades del presidente de Libia por el botox y las enfermeras ucranianas; la afición del Primer Ministro italiano a las "fiestas salvajes", que lo dejan muy desgastado; la animadversión de EU hacia el presidente Rodríguez Zapatero, o las dudas sobre la salud mental de la Presidenta de Argentina.
Hicieron bien los periódicos en difundir los documentos de WikiLeaks. La tarea de un periódico es dar a conocer información, con independencia de lo cómoda o incómoda que dicha difusión le pueda resultar al gobierno. Los periódicos no deben ser complacientes con los poderes públicos, sino sus más firmes vigilantes. Una sociedad madura y democrática debe juzgar por sí misma el valor y la trascendencia de la información que recibe día con día. El gobierno no puede ejercer una tarea de censor al impedir que conozcamos cosas que nos afectan.
En todo caso, lo que pueden y deben hacer los gobiernos es cuidar mejor aquella información que, conforme a la ley, puede ser de acceso restringido. Pero una vez que llega a manos de un periodista, no debe haber casi en ningún caso razones jurídicas que impidan su difusión, tan amplia como sea posible.
En la era de internet, las posibilidades de difundir la información son inmensas. Con un servidor alojado en un pueblecito, se puede llegar a miles de millones de personas. Por eso, Assange y sus aliados han podido incomodar tanto a distintos gobiernos: se trata de la primera filtración verdaderamente global en la historia.
Estamos presenciando un cataclismo no sólo para las tareas diplomáticas, sino también para el periodismo moderno. Es probable que, dentro de unos años, se hable de un antes y un después de WikiLeaks en la historia de la información. Ojalá sea para bien de todos.
El Departamento de Estado de EU ha emitido una enérgica protesta, y su titular, Hillary Clinton, ha llamado a varios de sus homónimos de los países involucrados, intentando realizar una operación de control de daños.
Es probable que las revelaciones cambien para siempre la forma en que embajadores y cónsules informan a sus superiores. Las precauciones para transmitir y almacenar informes diplomáticos, serán mayores desde el bombazo de WikiLeaks; la responsabilidad de su cuidado será asignada con toda precisión en adelante.
Se ha hablado mucho de los posibles daños. Si bien es cierto que no son descartables algunas consecuencias en lo inmediato y en el futuro cercano, también es verdad que el hecho de conocer información, fortalece a los países democráticos y debilita a los regímenes autoritarios. La información permite tomar mejores decisiones en una democracia, eleva la calidad de vida de las personas y propicia un debate público.
Recordemos que a principios de los 70, en plena Guerra de Vietnam, el presidente Nixon enfrentó una filtración de miles de documentos clasificados del Pentágono, que llegaron a manos del New York Times y el Washington Post. Para detener su publicación el gobierno acudió a un proceso de urgencia ante la Suprema Corte; después de examinar la documentación, los nueve jueces decidieron que su publicación no causaba un "peligro real e inminente", por lo que podía ser dada a conocer en ejercicio de la libertad de prensa. En esa famosa sentencia (conocida como el caso "papeles del Pentágono"), la Corte reconoció el lugar central que tiene la información para ir construyendo una sociedad democrática. No puede haber democracia sin una prensa vigorosamente comprometida a difundir todo tipo de información que sea de interés general.
En los años 70, la publicación de los papeles del Pentágono permitió que la sociedad estadounidense presionara a su gobierno para abandonar la inútil guerra de Vietnam, con su caudal de muerte y destrucción. Hoy en día, Julian Assange, la cabeza más visible de WikiLeaks, quizá nos esté ayudando a salvar vidas, a evitar conflictos o a advertir sobre el riesgo cierto de futuras guerras nucleares. En cualquier caso, es seguro que nos está ayudando a comprender mejor la visión que EU tiene de algunos gobernantes de otros países. Los documentos dados a conocer demuestran las debilidades del presidente de Libia por el botox y las enfermeras ucranianas; la afición del Primer Ministro italiano a las "fiestas salvajes", que lo dejan muy desgastado; la animadversión de EU hacia el presidente Rodríguez Zapatero, o las dudas sobre la salud mental de la Presidenta de Argentina.
Hicieron bien los periódicos en difundir los documentos de WikiLeaks. La tarea de un periódico es dar a conocer información, con independencia de lo cómoda o incómoda que dicha difusión le pueda resultar al gobierno. Los periódicos no deben ser complacientes con los poderes públicos, sino sus más firmes vigilantes. Una sociedad madura y democrática debe juzgar por sí misma el valor y la trascendencia de la información que recibe día con día. El gobierno no puede ejercer una tarea de censor al impedir que conozcamos cosas que nos afectan.
En todo caso, lo que pueden y deben hacer los gobiernos es cuidar mejor aquella información que, conforme a la ley, puede ser de acceso restringido. Pero una vez que llega a manos de un periodista, no debe haber casi en ningún caso razones jurídicas que impidan su difusión, tan amplia como sea posible.
En la era de internet, las posibilidades de difundir la información son inmensas. Con un servidor alojado en un pueblecito, se puede llegar a miles de millones de personas. Por eso, Assange y sus aliados han podido incomodar tanto a distintos gobiernos: se trata de la primera filtración verdaderamente global en la historia.
Estamos presenciando un cataclismo no sólo para las tareas diplomáticas, sino también para el periodismo moderno. Es probable que, dentro de unos años, se hable de un antes y un después de WikiLeaks en la historia de la información. Ojalá sea para bien de todos.
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