Las nuevas tecnologías y los nuevos medios en internet, por sí mismos, no producirán el cambio fundamental en los ejes de la información, el periodismo y la comunicación que han dominado hasta la actualidad. El cambio civilizatorio que se perfila a partir del fenómeno WikiLeaks muestra que no es suficiente -aunque signifique mucho- acceder masivamente a información de todo tipo, procedente de estructuras de poder, y lanzarla crudamente y sin anestesia al ciberespacio, para poder incidir en un conjunto de públicos esparcidos en el planeta, con apetitos informativos diversos. Se requiere, para que el impacto social sea efectivo, un conjunto de cosas sin las cuales el proceso de información masiva se traduce simplemente en indigestión. No es suficiente que WikiLeaks sea receptor de informaciones masivas y las suba a su sitio de internet. Los miles de documentos, cables o notas que tiene en su haber, requieren de un arduo trabajo de selección, jerarquización informativa, contexto y criterio editorial que es, precisamente, la tarea que hacen los periodistas. Eso es lo que ha entendido Julian Assange, el fundador del fascinante sitio que ha sacudido a la diplomacia internacional.
Este australiano de 39 años de edad ha decidido poner en manos profesionales el procesamiento informativo y periodístico del material. O por lo menos de una parte, manteniendo así la sartén por el mango. El sitio de las filtraciones no sólo es intermediario de la información con los grandes medios, sino claramente su administrador. En otras ocasiones ha entregado materiales informativos de alto impacto a medios de comunicación que los han presentado a sus audiencias y públicos desde los criterios y parámetros noticiosos establecidos por los propios medios, pero con un grado de coordinación con WikiLeaks. El sitio necesita del prestigio y credibilidad de los grandes medios y de sus periodistas para enfrentar la enorme presión que se ha desatado en su contra, y para convertir en noticioso el enorme caudal de información que recibe. Por otro lado, Assange está acosado por la vía judicial, y este acompañamiento desde la gran prensa no le viene mal. Es obvia la duda que provoca el proceso en su contra por delitos de violación y agresión sexual que ya ha producido un pedido de captura a nivel internacional. Imposible saber si Assange cometió esos delitos en realidad. Sin embargo, la coincidencia del proceso judicial con el momento e impacto por lo que hace alimenta la suspicacia.
En octubre, WikiLeaks sacudió al mun- do al liberar cerca de 400 mil reportes militares sobre las operaciones en Iraq. En julio fueron liberados más de 70 mil reportes de la guerra en Afganistán. Ahora, con los más de 250 mil cables del Departamento de Estado norteamericano que han caído en su poder, ha decidido no sólo enfrentar las principales críticas sobre su pretendida irresponsabilidad y la potencial carga dañina por sus difusiones indiscriminadas en la red -asunto que incluso podría poner vidas en riesgo, según afirma el gobierno de Estados Unidos-, sino que se ha colocado en los ejes de actuación de la prensa "tradicional".
Montó este nuevo fenómeno de filtraciones masivas dentro de los códigos de actuación ética y profesional de los medios de comunicación que se han sumado en las coberturas. Entregó por adelantado a The Guardian, de Gran Bretaña; Le Monde, de Francia; El País, de España; y la revista Der Spiegel, de Alemania, los miles de cables del Departamento de Estado y su divulgación responde a los criterios descritos anteriormente. The New York Times fue beneficiado por la decisión de The Guardian de compartir con el poderoso periódico a lo que no había sido convidado, en esta ocasión, por WikiLeaks. CNN, por su parte, decidió no incorporarse a este juego en una decisión, desde mi punto de vista, desafortunada. La potente cadena norteamericana se privó del acceso previo a estos miles de cables porque no aceptó firmar un acuerdo de confidencialidad que, se da por entendido, sí resultó aceptable para los otros.
Los cinco medios que empezaron a publicar este domingo se han convertido en protagonistas de una historia que trasciende los ámbitos de interés de Estados Unidos. Al participar simultáneamente en el procesamiento -con decenas de periodistas en sus redacciones- y difusión de la filtración más grande de la historia, están también contribuyendo a cambiar -no queda claro de qué manera- los ejes de la comunicación y, sin duda, de la diplomacia internacional.
Este australiano de 39 años de edad ha decidido poner en manos profesionales el procesamiento informativo y periodístico del material. O por lo menos de una parte, manteniendo así la sartén por el mango. El sitio de las filtraciones no sólo es intermediario de la información con los grandes medios, sino claramente su administrador. En otras ocasiones ha entregado materiales informativos de alto impacto a medios de comunicación que los han presentado a sus audiencias y públicos desde los criterios y parámetros noticiosos establecidos por los propios medios, pero con un grado de coordinación con WikiLeaks. El sitio necesita del prestigio y credibilidad de los grandes medios y de sus periodistas para enfrentar la enorme presión que se ha desatado en su contra, y para convertir en noticioso el enorme caudal de información que recibe. Por otro lado, Assange está acosado por la vía judicial, y este acompañamiento desde la gran prensa no le viene mal. Es obvia la duda que provoca el proceso en su contra por delitos de violación y agresión sexual que ya ha producido un pedido de captura a nivel internacional. Imposible saber si Assange cometió esos delitos en realidad. Sin embargo, la coincidencia del proceso judicial con el momento e impacto por lo que hace alimenta la suspicacia.
En octubre, WikiLeaks sacudió al mun- do al liberar cerca de 400 mil reportes militares sobre las operaciones en Iraq. En julio fueron liberados más de 70 mil reportes de la guerra en Afganistán. Ahora, con los más de 250 mil cables del Departamento de Estado norteamericano que han caído en su poder, ha decidido no sólo enfrentar las principales críticas sobre su pretendida irresponsabilidad y la potencial carga dañina por sus difusiones indiscriminadas en la red -asunto que incluso podría poner vidas en riesgo, según afirma el gobierno de Estados Unidos-, sino que se ha colocado en los ejes de actuación de la prensa "tradicional".
Montó este nuevo fenómeno de filtraciones masivas dentro de los códigos de actuación ética y profesional de los medios de comunicación que se han sumado en las coberturas. Entregó por adelantado a The Guardian, de Gran Bretaña; Le Monde, de Francia; El País, de España; y la revista Der Spiegel, de Alemania, los miles de cables del Departamento de Estado y su divulgación responde a los criterios descritos anteriormente. The New York Times fue beneficiado por la decisión de The Guardian de compartir con el poderoso periódico a lo que no había sido convidado, en esta ocasión, por WikiLeaks. CNN, por su parte, decidió no incorporarse a este juego en una decisión, desde mi punto de vista, desafortunada. La potente cadena norteamericana se privó del acceso previo a estos miles de cables porque no aceptó firmar un acuerdo de confidencialidad que, se da por entendido, sí resultó aceptable para los otros.
Los cinco medios que empezaron a publicar este domingo se han convertido en protagonistas de una historia que trasciende los ámbitos de interés de Estados Unidos. Al participar simultáneamente en el procesamiento -con decenas de periodistas en sus redacciones- y difusión de la filtración más grande de la historia, están también contribuyendo a cambiar -no queda claro de qué manera- los ejes de la comunicación y, sin duda, de la diplomacia internacional.
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