jueves, 2 de diciembre de 2010

FALLO

JOSÉ WOLDENBERG KARAKOSKY

Sin amigos uno es nadie, nada.Rafael Pérez Gay. El corazón es un gitano.


Conocí a Rafael Cordera (Fallo) en los duros y apasionantes años setenta. Nos encontramos en aquellos afanes por construir sindicatos en las universidades que sirvieran para defenderlas de las agresiones que por entonces eran recurrentes y por agrupar a los profesores, que dada su desorganización, eran más espectadores que actores en aquellos días. Deseábamos regular las relaciones laborales a través de contratos colectivos y construir puentes de contacto con otros trabajadores organizados. Teníamos una enorme confianza en las capacidades transformadoras de la política. Él venía de una pequeña organización "china" como muchas de las que surgieron como estela del movimiento estudiantil del 68 y de la revista Punto Crítico que entonces dirigía Adolfo Sánchez Rebolledo. Un esfuerzo por dotar a la izquierda de un medio para la reflexión y el análisis más allá de las letanías dogmáticas que impedían su desarrollo.Coincidimos en la fundación del Movimiento de Acción Popular y desde ese agrupamiento pasamos a integrarnos a la hasta entonces más importante iniciativa de reunión de la izquierda: el Partido Socialista Unificado de México. Fallo sobre todo hizo trabajo político en el Distrito Federal y fue integrante de varios comités directivos en la capital. Partido cruzado por las organizaciones que le habían dado origen, no todos fueron (fuimos) capaces de trascender las relaciones y fidelidades de las corrientes de origen. Pero Fallo, con su capacidad para abrirse a los argumentos de los otros, administrar las diferencias, construir acuerdos y para hacer amigos, tejió una red para el quehacer político más allá de los "mapaches".Volcó luego sus esfuerzos al trabajo en la UNAM. Primero en la Facultad de Economía y luego como secretario de Asuntos Estudiantiles durante la administración del doctor José Sarukhán. En esos años se acentuó su preocupación por el destino de los jóvenes. No sólo diseñó políticas para ofrecer actividades diversas y complementarias que acompañaran la formación profesional de los alumnos de la UNAM, sino que desde entonces estudió la difícil situación en la que se encontraban y encuentran millones de jóvenes que no tienen un espacio ni en los centros de educación superior ni en el mercado laboral. Antes, mucho antes, de que se pusiera de "moda" el tema de los "ninis", Fallo había escrito un buen número de artículos sobre ellos y su obscuro presente y porvenir.Aceptó ser coordinador de asesores de la presidencia del IFE porque sabía que en esa institución se jugaban buena parte de las posibilidades de edificar un marco en el que pudieran expresarse y competir la diversidad de fuerzas políticas. De 1996 a 2003 encabezó los esfuerzos de un grupo variopinto que día a día no sólo realizaba un seguimiento puntual de las tareas del IFE, sino que diseñaba respuestas específicas a los múltiples problemas que había que afrontar. En esas oficinas nos encontramos viejos compañeros del sindicalismo universitario con jóvenes abogados y economistas que deseábamos para México una vida política más abierta, libre, plural, es decir, democrática. Y Fallo fue el coordinador eficaz de esas energías.Regresó a lo suyo. Aunque lo "suyo" fueron muchos proyectos. Desde 2004 era secretario general de la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe (UDUAL), la organización regional más importante del continente. La secretaría general es la encargada de ofrecer continuidad a los trabajos de esa constelación de universidades que se reúne para crear puentes de colaboración. Fallo viajó por América Latina, multiplicó la afiliación a la Unión, construyó y ató compromisos bi y multilaterales. Estaba convencido de que las universidades debían tejer una red de relaciones que aumentara sus potencialidades a través de la labor conjunta. Y para ello, su estilo franco, su trato sencillo, su capacidad y hasta su buen humor le fueron de enorme utilidad.Fallo no sólo fue portador de virtudes públicas (honradez, trabajo, compromiso, tenacidad), sino también de virtudes privadas fundamentales (solidaridad, calidez, generosidad). Era un anfitrión como muy pocos. Explotaba de manera natural su vocación para hacer que sus invitados se sintieran a gusto, queridos, atendidos. Era un hombre vital, gozoso. Buen bailarín (daba envidia verlo bailar con Maca), magnífico cocinero (sus paellas son legendarias), bromista irónico. Amigo solidario, en las duras y las maduras. En Manzanillo desplegaba todas sus destrezas: sabía dónde comprar el gorro y los ostiones frescos a los buzos, era el consentido del Bar Social, salía a pescar como tributo al mar y a la amistad, invitaba cervezas, preparaba botanas, contrataba tríos, no paraba. Y en los últimos años, además de un padre cariñoso, se había convertido en un joven abuelo hipnotizado por Emilio y Tania. Su actitud era elocuente y parecía decir: la vida vale la pena.Conforme el tiempo pasa, y la muerte insiste en reaparecer, la existencia se vuelve más lúgubre.

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