jueves, 30 de diciembre de 2010

EL PERSONAJE DEL 2010

MIGUEL CARBONELL

Es probable que para muchos analistas el personaje del año sea Julian Assange, el creador e impulsor de WikiLeaks. Assange y sus aliados lograron durante 2010 transformar de una vez y para siempre nuestra comprensión del periodismo, de la diplomacia y de la transparencia gubernamental. Otros pensarán, como lo hizo la revista Time al nombrarlo la Persona del Año, en el nombre de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y el más joven de todos los multimillonarios del mundo. Sin embargo, encuentro muchas razones para que el personaje del año, al menos en el ámbito de España y América Latina, sea Mario Vargas Llosa. Veinte años después del Premio Nobel concedido a Octavio Paz en 1990, las letras en lengua española volvieron a vestirse de gala por la concesión del más importante premio literario a Vargas Llosa. La casualidad o el destino hicieron que el anuncio de la concesión del premio se produjera pocas semanas antes de la publicación de la más reciente novela de Vargas Llosa, El sueño del celta. Se trata de un libro no solamente monumental por su tamaño (más de 450 páginas, en la edición en español de Alfaguara), sino por el concienzudo trabajo y la exquisita narración con que el autor nos va contando la vida de Roger Casement, legendario irlandés que, a principios del siglo XX, luchó incansablemente contra los abusos de la colonización en el Congo africano y en el Putumayo peruano. La vida de Casement le sirve a Vargas Llosa para volver a sus temas de siempre, pero ahora lo hace con un refinamiento y una vocación narrativa universal que no aparecen en sus novelas anteriores (o no en todas ellas, al menos). Por las páginas de El sueño del celta aparecen los temas del Vargas Llosa literato y del Vargas Llosa ensayista y pensador político: la lucha contra los abusos de todo tipo de poderes (públicos o privados), la vena libertaria, la pulsión nacionalista y patriotera… y la figura de la madre, como refugio permanente en contra de todas las inclemencias de la vida. La de Vargas Llosa es una biografía ejemplar, no solamente por su constante e indeclinable vocación literaria, sino también por la firmeza granítica de sus convicciones políticas. Uno podrá o no estar de acuerdo con sus postulados políticos y económicos, pero nadie puede negar la congruencia, la convicción y la inteligencia con que los defiende. Su lucha a favor de la libertad es una de las más admirables en el desolado panorama ideológico de América Latina, en donde el pensamiento liberal no ha sido en modo alguno comprendido. Quizás el libro que más nos habla de Vargas Llosa como ser humano es la primera parte de su biografía: El pez en el agua, escrito luego de su derrota en la carrera por la presidencia de Perú, frente al candidato Alberto Fujimori, que poco después de su victoria decidió dinamitar la precaria democracia peruana. La que pudo haber sido una derrota vital de funestas consecuencias fue para Vargas Llosa la excusa para regalarnos un magnífico libro en el que cuenta, alternando los capítulos, los primeros años de su vida (hasta su partida a Madrid, en 1958) y su campaña por la presidencia de Perú a comienzos de los años noventa. Hoy el destino ha puesto a dos de los protagonistas de ese libro en el lugar que merecen: a Vargas Llosa recibiendo el Premio Nobel de Literatura por toda una vida entregada al trabajo creativo y por su irrefrenable imaginación; a Fujimori, en la cárcel por haber mandado asesinar a muchos de sus compatriotas y por ladrón. Qué vueltas da la vida. El Nobel le llega a Vargas Llosa a una edad avanzada —74 años—, pero en plena madurez narrativa. En varias de las entrevistas que ha dado luego de la concesión del premio ha contado los diversos proyectos que tiene pendientes, y lo mucho que le urge volver a su rutina laboral para completarlos todos. Uno de ellos es la segunda parte de El pez en el agua, que sus lectores aguardamos con genuino interés. El mejor homenaje que le podemos hacer a quien ha dedicado su vida entera a la creación literaria es leerlo. Volver a sus novelas clásicas, pero también a las más recientes (La fiesta del chivo debería ser lectura obligatoria en las escuelas preuniversitarias de América Latina), lo mismo a que sus ensayos y sus artículos de periódico. Vargas Llosa se ha convertido ya en un clásico vivo. El reconocimiento mundial que supone el Premio Nobel vino a ratificar lo que miles, acaso millones de lectores habían descubierto por sí mismos desde hace muchos años: leer a Vargas Llosa es leer a uno de los genios literarios más importantes de toda la historia latinoamericana. En el año de su muy merecido Premio Nobel, Mario Vargas Llosa es —según mi criterio— el personaje más importante del año.

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