martes, 28 de diciembre de 2010

LA PARÁLISIS DE LA MAYORÍA OPOSITORA

JAVIER CORRAL JURADO

Año de celebraciones centenarias en la Independencia y la Revolución, 2010 parece culminar sin mayor significación histórica, ni siquiera por el recuerdo de sus festejos que, caracterizados fielmente por la época que vivimos de la política como espectáculo, ya resultan tan efímeros como la pirotecnia que ocupó el momento festivo. Ni grandes reformas, ni pequeñas. No hubo, ni se avizora en el corto plazo una clase política que esté dispuesta a acometer cambios de fondo en el diseño institucional del país. La ventana de oportunidad que se abrió para revisar el entramado constitucional en términos de una reforma política y dejar asentadas reformas legislativas importantes, prácticamente está liquidada, al menos que se modificara radicalmente la lógica con la que el PRI ha concebido el ejercicio de su mayoría en la Cámara de los diputados, decantada a lo largo del año y medio de la legislatura como dique a cualquier esfuerzo que se precie de reformador, y no como cauce para ello; simplemente una mayoría opositora. Ni siquiera para sacar adelante iniciativas mínimas presentadas por miembros de su propia bancada. Dominada la actuación legislativa del PRI por la ambición electoral, que se contrasta paradójicamente a veces como soberbia por la abultada certidumbre de su regreso a Los Pinos, y a veces como revanchismo por su miedo a las coaliciones, que crece exponencialmente cuando se habla de esta posibilidad para la elección de 2012, es claro que el procesamiento de reformas que puedan alterar medianamente los intereses del status quo resulta inconveniente para sus planes, fincados precisamente en el mantenimiento de las actuales estructuras de poder económico, sindical, social y mediático, como si realmente en éstos recayera la garantía de la gobernabilidad democrática del país, cada vez más trastocada en las dificultades sociales. No hay aliciente alguno que motive a destrabar el rezago de dictámenes legislativos en las comisiones de la Cámara de Diputados, donde el PRI —las presida o no— tiene una mayoría clara para frenar, vetar o dilatar; pensar en el interés público como un detonante de ese supuesto, resultaría un eufemismo en estos tiempos. Lo grotesco es que no use esa mayoría para imponer su propia agenda, ¡porque no tiene agenda de transformación social, ni política! Qué importante sería, absolutamente deseable, que los asuntos fueran por lo menos votados, a favor o en contra de las iniciativas, lo que daría pie al debate de algunos temas, y en ello la oportunidad de identificar hacia dónde quiere ir el “nuevo PRI”. Pero ni eso. Quieren regresar al poder, pero exactamente, al punto de donde lo abandonaron hace 10 años. Y esa es la tragedia que como dato, arroja la parálisis legislativa que se ha producido: siguen anclados en la misma inercia pragmática, sin aparecer un rasgo de transformación interna o externa que permitiera asumir, dentro de cualquier juego democrático, la alternancia como un elemento de consolidación democrática; lo más cierto que tenemos al frente es que ese posible regreso, sí está impregnado de una amenaza al avance democrático, y que por muy obvios u ostensibles que puedan ser los cambios en el sistema democrático, por supuesto que puede haber una regresión. La involución política que padecen algunos estados del país, donde la cultura presidencialista se reprodujo caciquil a nivel local, es la mejor prueba. Esta realidad que circunda el desempeño de la LVI legislatura federal continuará a lo largo del próximo año. Si cuando teníamos una motivación bicentenaria no surgió el talante reformador, ¿por qué habría de surgir cuando la carrera presidencial cobrará mayor vigor en todos los partidos? Es lamentable decirlo, pero no hay elementos que nos permitan afirmar que de febrero a abril de 2011, el periodo en el que aún se pueden procesar algunas reformas importantes, conocerá de una actitud diferente por parte del PRI. Creo que es más probable pensar al revés, que en ese tiempo por venir la agenda se complicará aún más pues es sabido que el PRI busca colocar dos de sus propuestas como consejeros electorales del IFE, de los tres nombramientos que quedaron pendientes de definir, y que esa pretensión abusiva, la ha colocado como un vil chantaje de condicionamiento a otros temas. Afortunadamente tanto el PAN como el PRD se han mantenido en la decisión de impedir ese intento de agandalle, pues para elegir a esos consejeros se requiere las dos terceras partes de los diputados integrantes de la cámara y ninguno de éstos partidos ha querido formarla con el PRI. Es menester que así se mantenga esa alianza; primero porque está visto que el PRI no podrá ofrecer nada importante para el próximo periodo en términos de reformas legislativas, y segundo, porque aunque así fuera, no compensaría el daño que se infligiría a la estabilidad política del país, debilitando de esa manera al Instituto Federal Electoral. Pienso, en las postrimerías del 2010, que no habrá una apuesta mayor a las reformas y a intentar realmente un cambio democrático de estructuras que las elecciones del 2012. Es triste, pero es lo que se ve al frente.

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